Sobre 'El materialismo poético. Aproximación a una práctica', ensayo de Julio Monteverde - ¡Zas! Madrid
«El materialismo poético es una herramienta de acción poética»
Julio Monteverde es poeta. Su último libro de poemas es Las hojas rojas. Como ensayista ha publicado el trabajo De la materia del sueño, y junto con Julián Lacalle, Invitación al tiempo explosivo. Como traductor ha realizado ediciones, entre otros, de Shelley, del grupo poético El Gran Juego, de Alfred Jarry y de Lewis Mumford. Entre los años 2000 y 2012 participó en las actividades del Grupo Surrealista de Madrid. Acaba de publicar en la editorial Pepitas de calabaza su ensayo El materialismo poético. Aproximación a una práctica.
¿Qué es, con una definición concisa y radical, el materialismo poético?
En el libro se define de manera sintética como: «la forma de reconstrucción de la vida concreta a partir de las relaciones poéticas particulares que se producen en ella».
O dicho de otra forma, es, o pretende ser, una herramienta de acción a través de la cual poder usar la poesía —entendida siempre en su forma más amplia, esto es: como modo de comportamiento y no como mero proceso de escritura y lectura—, para crear espacios materiales de vida.
¿Hasta dónde pueden abarcar las potencialidades del materialismo poético a través de su práctica?
Personalmente, creo que el materialismo poético, que nace y se desarrolla a partir de la experiencia surrealista, es una idea muy potente y cargada de posibilidades, una idea que está por completo «a la mano» de cualquiera que desee usarla sin ningún tipo de ceremonia o bagaje previo, en especial teniendo en cuenta la actual situación de la vida en las sociedades capitalistas, hostiles por naturaleza a toda manifestación de la poesía, y por ello mismo condenadas de forma irremediable a un fracaso humano constante. Pero para evitar posibles interpretaciones erróneas, es necesario aclarar que el materialismo poético no es un nuevo surrealismo, ni lo pretende. Ese no es ni su objetivo ni su naturaleza. Si bien parece innegable que como decimos su capacidad para aportar opciones concretas de liberación es muy grande y están a disposición de cualquiera para que haga de ellas el uso que necesite, por su misma caracterización como práctica no ideológica tiene un alcance específico. El materialismo poético no es un sistema de pensamiento unitario, sino una herramienta de acción poética, y por ello, la respuesta a esta posible «restricción» debe plantearse no tratando de convertirlo en algo que no es, sino uniéndolo de forma autónoma a las demás formas de resistencia, para que permanezca en disposición de aportar sus soluciones en la práctica allí donde sea necesario. Es por ello que el valor de sus logros, creo, debería ser evaluado por su capacidad para ofrecer esas respuestas concretas, y solo por ellas.
«Creo que el materialismo poético, que nace y se desarrolla a partir de la experiencia surrealista, es una idea muy potente y cargada de posibilidades, una idea que está por completo «a la mano» de cualquiera que desee usarla»
Antepones lo real frente a la realidad, términos que podrían considerarse sinónimos y que, sin embargo, utilizas como palabras que tienen significados contrarios. ¿Qué es lo real enfrentado a lo que llamamos comúnmente realidad?
La distinción entre lo real y la realidad es una idea clave de Lacan, que yo pude comprender —en la medida de mis posibilidades, se entiende— gracias a lacanianos como Jorge Alemán o Ángel Zapata, y que me parece especialmente importante. Según esta idea, la realidad sería el relato consensuado que creamos de nuestra propia vida, social e individual, el esquema que hemos trazado de ella, por el cual se escogen determinados fenómenos como parte integrante de la misma y otros, más problemáticos, se dejan de lado. Es nuestra imagen de lo que pretendemos ser. Lo real, en cambio, es la irrupción del relámpago. Mientras nuestra vida parece discurrir en unas coordenadas más o menos estables y que nos tranquilizan, lo real sucede. Y entonces todos esos queridos esquemas se tambalean. La aparición de la muerte en la vida siempre será el ejemplo más claro y evidente de este proceso, que de un modo u otro desemboca de manera inevitable en la aparición de lo nuevo.
«Mientras nuestra vida parece discurrir en unas coordenadas más o menos estables y que nos tranquilizan, lo real sucede. Y entonces todos esos queridos esquemas se tambalean»
El azar, el sueño, lo maravilloso, el deseo, la revuelta, la pasión, el amor… son algunos espacios, ritmos concretos de vida, según tus palabras, de los que la sociedad capitalista nos ha despojado y de los que debemos reapropiarnos.
La irrupción de estos estados siempre hace bascular la vida hacia nosotros. La densifica en su carácter humano. Son, también, lo real en acción, que hablábamos antes. El capitalismo, —es decir: las personas que tienen las posibilidades y los medios para influir sobre su evolución como sistema— comprendió a la perfección que, para atrapar el deseo y dirigirlo hacia aquellos objetos y mercancías que otros desean que deseemos, debía interponerse en ese camino que va desde el deseo real del individuo a su cumplimiento, mostrándose como única posibilidad de satisfacción. A partir del momento en que este proceso logró triunfar, fuimos asumiendo el ritmo que el capitalismo imponía a nuestra vida, de manera cada vez más asfixiante, hasta que en la actualidad ha logrado controlar casi todas las interacciones sociales en sus más nimios detalles. Pero cada vez que esos fenómenos que tú has enumerado aparecen, cada vez que el deseo del hombre se libera de esa música, el compás cambia, creando otro ritmo que se nos parece, y que por eso mismo tiene un valor incalculable. Se trata por tanto de provocar la aparición de esos otros ritmos con la mayor frecuencia posible, y para lograrlo la poesía es el método perfecto.
«…fuimos asumiendo el ritmo que el capitalismo imponía a nuestra vida, de manera cada vez más asfixiante, hasta que en la actualidad ha logrado controlar casi todas las interacciones sociales en sus más nimios detalles»
Igualmente, dices en tu libro que el materialismo poético se desarrolla a través del uso indiscriminado de la poesía por todos los medios. ¿Podrías ponernos algunos ejemplos o algunas prácticas concretas llevadas a cabo por el Grupo Surrealista de Madrid?
Por supuesto. De hecho, acaba de aparecer el último número de la revista Salamandra, que en esta edición ofrece casi quinientas páginas, y que está repleta de ellos. Siento especial admiración por el trabajo que está haciendo Jesús García Rodríguez, y en concreto dos de sus iniciativas me parecen especialmente brillantes. Por un lado, el Laboratorio Onírico, en el que de forma periódica nos reunimos en el ateneo Nosaltres de Madrid para poner en común nuestra experiencia onírica e intentar llevar a la práctica la tan ansiada trasposición de los sueños en la vigilia. Y por otro, sus Jornadas de Juegos Surrealistas, que con un formato similar permitió profundizar en el juego colectivo desde un punto de vista poético. Ambas iniciativas, abiertas a cualquiera que quisiera participar, y que partían de planteamientos muy sencillos y al alcance de cualquiera que desease replicarlos, permitieron crear espacios concretos de experiencia poética a mi juicio muy valiosos. Pero podría citar otros como el trabajo de Vicente Gutiérrez con los sueños, el de Lurdes Martínez con lo maravilloso…
Dejas bien claro en tu libro que el materialismo poético se diferencia de la escritura poética y defines la actual situación social del arte, como «un estercolero». ¿Qué cabida tiene —si es que tiene alguna— la creación artística?
El materialismo poético, tal y como yo lo entiendo, no rechaza la escritura poética —yo mismo he publicado libros de poemas y no renuncio a la posibilidad de hacerlo en el futuro—; pero sí le demanda cierta intensidad pasional que impida que se vea reducida a un triste simulacro o una cobertura para el narcisismo desbocado tan característico de nuestra época. Del mismo modo, el evidente papel central del lenguaje en la vida del hombre, y los procesos de dominación que se ejercen sobre él, hacen que el trabajo poético de liberación de la palabra sea esencial, insalvable e imprescindible. Por tanto, la clave estaría, a mi juicio, en integrarlo en un conjunto más amplio, en el que todas las formas válidas de manifestación de la poesía queden disponibles. Poemas y no poemas. Esto es lo que se ha llamado «poesía por todos los medios», que es el conjunto de posibilidades, cuya aplicación sistemática sería, esta vez sí, el materialismo poético.
Por otra parte, la crítica sumaria del arte que se lleva a cabo en el libro, se dirige, por una parte, a su estatus de actividad separada, propiedad de unos seres —los artistas— que se arrogan la idea del genio. Está crítica tiene ya más de cien años y creo que en lo fundamental sigue siendo válida. Pero luego está el problema de su «actual situación social», como muy bien dices, en la que el trabajo de los artistas se ha visto reducido, en su gran mayoría, a una mera labor de acompañamiento y justificación de las dinámicas de las élites económicas y culturales. Pero eso no tiene mucho que ver con el arte, es decir, el impulso del ser humano por crear un mundo a su medida para entenderlo y actuar sobre él. Eso sigue existiendo, seguirá existiendo siempre, solo que no es en el mundo de las galerías, las subvenciones y las «nuevas hornadas» donde se podrá encontrar. Y desde luego, el materialismo poético, para desarrollarse, no puede pasar por ahí ya que de hacerlo se convertiría en su caricatura.
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Muy interesante.
Bea .’.
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