Casi todos se debieron a que un obstáculo colapsó la vía o a un corrimiento de tierra causado por las lluvias y en ningún caso los maquinistas tuvieron posibilidad de evitar la colisión ya que su velocidad era excesiva en relación al tiempo de reacción y el espacio necesarios para conseguir que el convoy se detuviera.
No debería considerarse “fallo humano” al estar directamente relacionado con la carencia de “espacio-tiempo” a la hora de detenerse ya que no se le pueden exigir los mismos reflejos a un maquinista que conduce un tren a trescientos kilómetros por hora, que los que se le exigían a quienes los conducían a cien.
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