'De la estirpe de las amazonas', de Esther Peñas: entre el mito y la realidad - ¡Zas! Madrid
La editorial Wunderkammer publica De la estirpe de las amazonas, de Esther Peñas
«Las amazonas, como otros mitos, como los arquetipos, mantienen la temperatura del sueño»
Esther Peñas en su ensayo De la estirpe de las amazonas realiza un profundo estudio de este arquetipo femenino; de lo que fueron las amazonas y de la estela que pervive en nuestro presente.
Las amazonas: entre la leyenda, la realidad y el mito. Una estirpe que abarca todos los continentes y que impregna a todas las culturas. Con un tono poético, la autora nos muestra a este linaje de mujeres que cabalgaron desde la neblina de la historia hasta la certidumbre de una presencia cargada de liberación.
Desde el primer capítulo del libro, las amazonas adquieren consistencia. Una trabazón creada, curiosamente, desde su misma ambigüedad. Si bien se las puede calificar de apátridas, de desubicadas en el mapa y de «oriundas de un lugar incierto», Esther Peñas nos recuerda su omnipresencia en importantes textos: Heródoto las ubica en Sarmacia; Homero las cita en la Ilíada, y sitúa su patria al nordeste de Anatolia; Plinio el Viejo asegura que las amazonas fundaron la ciudad de Efeso; en Prometeo encadenado, Esquilo las define como «vírgenes sin miedo en la batalla»; Virgilio, en la Eneida habla de sus fugaces encuentros amorosos; Alfonso X habla de ellas como «viudas vengativas»…
En el siguiente capítulo de De la estirpe de las amazonas, siguiendo con el mismo propósito de dotar al mito de una consistencia, la autora traza su genealogía. Entroncándolas, en cierto aspecto, con el arquetipo de la mujer destructora, lo esencial es que a las amazonas se las vincula «con el mito del origen femenino del mundo» (Kali, Lilith, Artemisa). A partir de ahí, son estudiadas las sociedades matriarcales —con sus cualidades tan «impropias» de una mujer— o la posible ginecocracia.
Más adelante, el libro nos adentra en todo el entorno artístico de estas guerreras. Uno de los ejemplos más primitivos es un escudo votivo que se conserva en el Museo Arqueológico de Olimpia, en donde la espada de Aquiles o de Heracles está a punto de traspasar el cuerpo de una amazona, posiblemente Pentesilea. Para continuar con un interesante capítulo dedicado a las «poetas amazónicas»: Natalie Clifford Barney, Renée Vivien, Gertrude Stein, Valentine Penrose y Aude Lorde. Lo que enlaza con «un rol sexual subversivo» que conecta con las amazonas como referente de inspiración y cambio.
Esther Peñas, en una entrevista publicada en la editorial, declara lo que hoy podríamos aprehender de las amazonas: «sería hermoso que reivindicáramos el discurso del monstruo, ese mismo que anatemiza a la mujer por vincularla al lado salvaje, imprevisible, instintivo. Seamos luna. Y tierra».
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