España está cada vez más anclada en el antropocentrismo - ¡Zas! Madrid
Sobre la Ley de Bienestar Animal y la Ley de Grandes Simios
El concepto de antropocentrismo está cada vez más anclado en la sociedad española, a pesar de aparentar ser un país progresista. Y nos damos cuenta de ello cuando se intentan aprobar leyes relacionadas con la protección a los animales. Lo hemos visto claramente en la Ley de Bienestar Animal, que la Dirección General de Derechos de los Animales está intentando poner en marcha y que el PSOE la está obstruyendo al pretender no incluir a los perros de caza en la citada normativa. ¿Acaso no son animales los perros de caza? ¿Con qué objeto los excluyen?
Está claro que la presión recibida por parte de las asociaciones de cazadores, es lo que ha hecho que esta esperada ley sea bloqueada por razones electorales. ¿Tanto poder tienen las escopetas en la clase política? ¿Qué se quiere proteger en realidad?
Evitar que algunos cazadores maltraten a sus perros o los maten como a muchos galgos cuando termina la temporada de caza, ¿va en contra de algún interés o más bien es de sentido común y de dignidad humana? ¿Mantener un espectáculo circense obligando a delfines o a orcas realizar movimientos impropios de su especie, en un recinto minúsculo, no es acaso una explotación sin sentido? Utilizamos a los animales de forma déspota sin tener en cuenta sus necesidades, sin tener empatía, sin comprender que el utilizarlos para diversión —como se hace también en las corridas de toros—, es atentar contra la vida de seres que poseen sus propios mundos, sus necesidades, sus relaciones como especie. Defenderlos es una obligación estatal que debe de figurar en las sociedades más avanzadas.
El antropocentrismo se encuentra arraigado en la sociedad española. Defender a un gato o a un perro es, todavía para muchos, casi un acto de burla. Hemos perdido el contacto con la naturaleza, con la belleza de observar un simple gorrión o una mariposa. Hay mucho negocio en torno a la explotación comercial de los no humanos. Una explotación muchas veces abusiva que nos hace ser cómplices al entrar en el círculo vicioso de la incomprensión.
¿Qué vemos en un chimpancé o un gorila encerrado en una estancia donde no puede salir, donde no puede buscar el alimento por sí mismo, ni tener las relaciones sociales con quien quiera, ni formar un grupo social, ni patrullar por su territorio buscando su propia evolución en libertad? Yo sólo veo ojos tristes, figuras aburridas, peleas sin sentido, muchos de ellos con sobrepeso por la falta de ejercicio. Veo explotación por intereses económicos, no culturales. La cultura es otra visión bien distinta de la que es una especie en libertad, en su hábitat, en su propio ecosistema, en su lucha diaria por la vida y conseguir sus objetivos. Sí, porque piensan, tienen capacidades cognitivas altamente inteligentes, sentido del tiempo y del futuro. Capacidades ya demostradas científicamente.
¿Tanto cuesta desanclar el antropocentrismo de nuestra sociedad y mostrar que el hombre sólo es una especie más de las millones de especies que habitan en nuestro planeta? ¿Tanto cuesta comprender que el reino vegetal, ese al que despreciamos en los valores de la pirámide de la vida y siempre lo ponemos en la base, debe estar por encima de la humanidad ya que sin las plantas y los árboles nada existiría en la Tierra?
Es necesario tener una Ley de Bienestar Animal y una Ley de Grandes Simios para evitar el maltrato de seres vivos que tantos servicios han dado a la humanidad. Tenemos que entender que vivimos en una biodiversidad llena de vida, una riqueza biológica que sostiene los ecosistemas y que sin embargo estamos destruyendo sin valorar la importancia que ostentan en el sostenimiento de nuestro planeta azul. Cuando miremos a la naturaleza y a los animales como entes únicos con derechos jurídicos, habremos traspasado la línea del antropocentrismo para adentrarnos en el ecocentrismo, término utilizado en la filosofía política ecológica para denotar un sistema de valores centrado en la naturaleza.
Muchos pensadores, filósofos, investigadores, catedráticos, naturalistas nos hablan de la necesidad de establecer un vínculo con la naturaleza en toda su magnitud, abarcando no sólo los hábitats sino también los seres vivos que en ellos habitan. Como bien dijo James Rachels, profesor de filosofía en la Universidad de Alabama: «La virtud de la compasión hacía los animales es una de las más nobles virtudes de las que el hombre está dotado. Es la última que se adquiere en la progresión, porque exige el mayor adelanto de la humanidad en el pensamiento y la reflexión». Joaquín Araujo, naturalista, escritor y poeta lo dejó bien claro con una frase profunda, llamativa —y diría yo hasta revolucionaria— que lo dice todo: «Si cuando miras a los ojos de un chimpancé no te ves, eres tú la cosa y no él».
Un filósofo y un naturalista que nos pone sobre las cuerdas del razonamiento de forma sencilla: la necesidad de reconocer al otro no humano.
Por lo tanto, todo avance de la sociedad en materia de leyes encaminadas a la protección de la naturaleza y de los animales, debe ser tenido en cuenta y apoyado. No podemos ocultarnos detrás de la cultura o de las tradiciones para justificar el maltrato de los seres vivos que nos rodean. El respeto debe imperar y ser justos cambiando hábitos que antes lo justificamos pero que ahora no tiene ningún sentido en hacerlo como, por ejemplo, los zoos que se extendieron por toda Europa. Seguramente en el día de mañana, las generaciones futuras nos culparán de cómo hemos destruido los ecosistemas, de cómo hemos sido capaces de enriquecernos mostrando animales encerrados solo por divertimento, de cómo hemos sido capaces de capturar delfines para esclavizarlos en una piscina minúscula y obligarlos a realizar acrobacias impropias de su especie. Ahora estamos a tiempo de intentar parar estos abusos, de avanzar un paso más hacia el compromiso basado en la empatía y el amor hacía otras especies.
La Ley de Bienestar Animal y la Ley de Grandes Simios no deben ser objeto de discusiones políticas o de votos, sino de avance gratificante en la defensa de los no humanos. Mientras que existan colectivos que expongan en las redes sociales una diana y la cara del Director General de los Derechos de los Animales en una clara amenaza de odio, el antropocentrismo en España seguirá acampando a sus anchas y unos pocos no dejarán que el resto de la sociedad podamos disfrutar de la paz y el reconocimiento de las otras especies que conviven junto a nosotros.
La igualdad debe extenderse más allá de la humanidad. Romper cadenas que nos diferencian de otros seres vivos, ha de ser un objetivo a conseguir por cualquier civilización. Me diréis: ¿y los sufrimientos de seres de nuestra misma especie? Todos nosotros ya tenemos leyes que nos protegen, derechos humanos adquiridos aunque, bien es cierto, son transgredidos continuamente.
Uno de los grandes avances que hemos tenido en política ha sido precisamente la creación de una Dirección General de los Derechos de los Animales, un departamento oficial, una voz para los que no la tienen. Los que componen esa Dirección General, desde su Director hasta el último de los funcionarios que trabajan en la misma, son personas totalmente comprometidas en la protección animal, que no tienen horas en su trabajo diario y que sin embargo son objetivo de ataques de los colectivos que están anclados en el pasado con la etiqueta de antropocentristas.
No podemos dejar de apoyar a la única dirección general que vela en todo el Estado por el bienestar de los animales. Debemos seguir apoyando todas las decisiones que favorezcan a los no humanos y así poder conseguir la convivencia con todas las especies. Está en nuestras manos.
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