'De Chagall a Malévich: el arte en revolución': creación, ruptura y compromiso político - ¡Zas! Madrid
De Chagall a Malévich: el arte en revolución reúne obras de los artistas rusos que en el transcurso del siglo XX crearon nuevos lenguajes pictóricos
El ambiente social que desembocó en la Revolución de Octubre de 1917 explica de qué modo las propuestas de estos artistas acompañaron la lucha política
La muestra expone noventa y dos obras de veintinueve artistas que en las primeras décadas del siglo XX rompieron con los moldes establecidos. La exposición se completa con veinticuatro publicaciones
La exposición De Chagall a Malévich: el arte en revolución, realiza un recorrido por los diferentes «ismos» específicamente rusos que fueron surgiendo al comienzo del siglo XX.
En la primera década, artistas rusos, ucranios y de ascendencia judía dieron vida al neoprimitivismo, movimiento nacional que combinaba un renovado interés en las formas tradicionales del arte popular ruso con las técnicas pictóricas del posimpresionismo; artistas como Natalia Goncharova, Piotr Konchalovski, Iliá Mashkov y Kazimir Malévich, todos ellos interesados en liberar a la pintura de las convenciones académicas decimonónicas.
En Moscú antes del estallido de la Primera Guerra Mundial Iliá Mashkov, Aristarj Lentúlov y Pável Filónov evocan las raíces de su país, pero con la intención, principalmente, de reinventar su lenguaje.
Después de la primera década del siglo, el cubismo influirá en muchos artistas rusos, al igual que el futurismo de Marinetti. Ambos movimientos se sumarán en una escuela específicamente rusa: el cubofuturismo, en el que una imagen fija coexiste de modo repentino y espontáneo con una imagen en acción.
El rayonismo comenzó a ser desarrollado por Mijaíl Lariónov y Natalia Goncharova a partir de 1909. Propone la descomposición del tema en haces de líneas oblicuas, una especie de rayos de luz de diferentes tonalidades. En estas obras dan una gran importancia a la composición y al espacio y al efecto del movimiento a través de la luz y el color. El resultado son cuadros atravesados por haces luminosos de colores irisados que rompen con cualquier referencia figurativa al mundo real.
Otro de los artistas presentes en la exposición es Marc Chagall, cuando regresa a Rusia en vísperas de la Primera Guerra Mundial y permanece en el país hasta el estallido de la revolución. La obra de Chagall es básicamente poética, inspirada en la cultura popular rusa y judía, e imbuida de una atmósfera onírica.
El Lisitski marca otro hito dentro de la transformación artística rusa de este periodo. Toda su carrera se guió por la creencia de que el artista podía ser un agente del cambio social. Desde 1919 empezó a denominar Proun a cada una de sus composiciones abstractas, consigna para «la renovación del arte». «El Proun tiene la fuerza de crear objetivos. En esto consiste la libertad del artista frente a la ciencia».
El suprematismo, o supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas, llega de la mano de Kazimir Malévich. Su obra supone la representación objetiva para alcanzar la cúspide del arte verdadero.
La demostración de la fuerza de un cuadrado, o cuadrángulo, en la exposición de Petrogrado en 1915 provoca una ruptura total y el abandono de cualquier representación figurativa.
Más adelante, en su arte, surgen formas autónomas que componen una organización nueva y compleja de lectura. La gravitación de estas formas abstractas, de colores puros, puebla un lienzo inmaculado. En la década de
1920 llevan a Malévich a idear los Arquitectones, construcciones verticales u horizontales dentro del espacio, que juegan con el rechazo o la atracción terrestre.
Durante los años posteriores a la revolución, el arte también está en la calle. Aparecen nuevos soportes. Vladímir Tatlin y Jean Pougny utilizan nuevos materiales como la madera, el metal y el vidrio, y conciben nuevas estructuras que se adueñan del espacio, confiriéndole una nueva función.
El constructivismo nace en el contexto de la Rusia postrevolucionaria. Los constructivistas hablan del renacimiento del espacio y el tiempo. Plantean, de manera revolucionaria, una revaloración de la vida y la importancia de que el arte se base en la percepción del espacio y el tiempo, «las únicas formas sobre las cuales la vida se construye». Renuncian al color como elemento pictórico, a la línea como valor descriptivo, al volumen como forma espacial pictórica y plástica.
Igualmente, se muestran pinturas de Wassily Kandinsky, quien entre 1909 y 1914, su filosofía musical y espiritual hasta alcanzar la abstracción.
Natalia Goncharova, Liubov Popova, El Lisitski, o Alexandr Ródchenko, así como una selección de artistas del campo del diseño completan la exposición De Chagall a Malévich: el arte en revolución, que se podrá visitar hasta al 5 de mayo, en la Fundación Mapfre de Madrid.
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