Carmena ha actuado de forma despótica en Ahora Madrid, desvinculándose de la base activista movilizada que la llevó a la alcaldía
Los alcaldes, en el régimen electoral español, son elegidos en listas de partidos y se someten, después, a un sistema de control parlamentario por el pleno municipal; la legislación municipal perfila un alcalde con rasgos presidencialistas y sin embargo el sistema electoral no es presidencialista, de ahí se derivan muchas de las contradicciones que están en el conflicto de Manuela Carmena y Podemos y que se han reproducido ya, muchas veces, en todo tipo de formaciones políticas en España. Si se pretende un sistema presidencialista y una separación estricta del ejecutivo municipal y del legislativo municipal se debería propugnar una reforma en ese sentido y sería saludable ya que todo el sistema electoral está pensado para fomentar una legitimación no representativa directa de los ciudadanos sino a través de los partidos políticos. Un verdadero sistema democrático debería contemplar la separación estricta de poderes entre el ejecutivo y legislativo y un sistema de representación y elección separado, en este caso del alcalde, por un lado, y por otro lado los concejales, por distritos y por elección mayoritaria a doble vuelta —aunque bien pudiera buscarse otros sistemas— lo que constituiría, al menos, un dique para la oligarquía partitocratica; un partitocracia que, por lo demás, es carísima y suele derivar en la invasión de las áreas administrativas por la política, produciendo, en última instancia, corrupción y clientelismo.
Es curioso que se haya, tan pronto, dejado de hablar, tanto en Podemos como en Ciudadanos, de la reforma electoral y cuando de ella se habla solo se considera la proporcionalidad pero no la representatividad. Teniendo en cuenta nuestro sistema político y el déficit de representación directa del mismo ya que la representación directa es intermediada por los partidos políticos, cuando surgen los problemas de elecciones, el debate político queda totalmente supeditado al debate real de poder que se da en la confección de las listas por el partido político y de cómo el jefe del partido, en última instancia, impone su criterio. Además, la idea de primarias en un sistema de partidos, como el que existe en nuestro país, pierde todo valor porque nuestro sistema electoral no es representativo aunque de todas formas, como hemos visto en Podemos, pero también en otros partidos, las primarias están falseadas ya que suelen ser primarias de listas cerradas y generalmente gana la lista confeccionado por el jefe del partido.
En la crisis de la candidatura de Manuela Carmena, no existe ninguna disputa por la política municipal ya que lo que se ventila es una cuestión de mero poder donde Carmena quiere hacer y deshacer como le venga en gana sin tener en cuenta ni al partido ni a los grupos que la llevaron a la alcaldía de Madrid.
Para garantizar su poder, va a crear su propia agrupación de electores Más Madrid, en la cual negociará colocar a algunos pocos de Podemos o de los otros partidos que se quieran apuntar. Carmena hace lo mismo que cualquier otro jefe de partido, pero sin partido. Manuela Carmena, al igual que han hecho ya muchos alcaldes autoritarios en España, se apoya de forma exclusiva en un equipo clientelar y de lealtades cuasi nepótica al margen de cualquier idea política —de hecho en unas recientes declaraciones afirmó que a ella no le interesaba la política sino la gestión— lo que suele derivar en corrupción institucionalizada; esto lo hemos visto en muchísimos ayuntamientos, tanto de izquierdas como de derechas, en donde los alcaldes, una vez elegidos, se desligan del partido político para continuar en el poder por su propia cuenta (por ejemplo el alcalde de Alianza Popular, Hormaechea, en Santander o el caso del alcalde de Izquierda Unida, Huélamo, en Coslada). No puede haber democracia si se mantienen sistemas electorales no representativos.
Pero volviendo al Ayuntamiento de Madrid, la candidatura de Ahora Madrid no tenía un verdadero programa electoral ya que sus propuestas eran ambiguas y se sustentaba, casi exclusivamente, en la aspiración popular de cambio político que había representado Podemos. Tampoco Manuela Carmena era conocida por el gran público; se hizo un personaje popular durante la campaña electoral; además, hubo suerte por la impericia de sus rivales electorales y porque muchos dirigentes del PSOE madrileño, como consecuencia de la crisis del socialismo madrileño en la que se entremezclaban ambiciones personales y corrupción, acabaron por llamar a votar a Manuela Carmena.
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, se presentará a las elecciones municipales con una plataforma llamada Más Madrid, que ha sido presentada oficialmente con la difusión de un vídeo.
En cuanto al balance de la gestión municipal de Ahora Madrid ha sido muy deficiente, tanto en el trazo grueso como en el fino. Carmena ha actuado, además, de forma despótica en Ahora Madrid, desvinculándose de la base activista movilizada que la llevó a la alcaldía. Lo poco que ella misma prometió, lo incumplió: que no iba a repetir un segundo mandato. En el ámbito de los derechos civiles y la libertad, Manuela Carmena se ha plegado al conservadurismo de la ciudad; el caso de la denuncia que el ayuntamiento interpuso contra una compañía de titiriteros ha pasado ya a las páginas de la infamia de la ciudad. Como muy bien ha recordado recientemente Willy Toledo, Manuela Carmena, que no había visto siquiera la obra de los titiriteros y por la cual fueron detenidos y encarcelados, declaró que la actuación de estos había sido “deleznable e inapropiada”. Igualmente ha sido contradictorio su comportamiento con la Memoria histórica por no hablar de la asunción, sin ningún rubor, del simbolismo católico de la ciudad; en este último asunto Manuela Carmena se ha plegado a los sectores más ultramontanos de la ciudad, participando en todo tipo de oficios religiosos desde procesiones hasta misas oficiadas al aire libre, pasando por romerías varias; de hecho estas liturgias católicas han ocupado parte importante de su agenda. En esta misma línea se encuentra su obsesión vaticanista de viajar en varias ocasiones a Roma intentado una foto con el Papa Francisco, foto no conseguida hasta el momento. Un aspecto verdaderamente llamativo y nauseabundo, son las cenas para pobres que, anualmente, ha venido realizando con el Padre Ángel y el Arzobispo Osoro, en una estética al más estilo Berlanga y, en definitiva, favoreciendo y subvencionando el negocio de la caridad, algo que también impulsa la concejala Marta Higueras.
Nadie duda de que Madrid, una ciudad con muchísimos problemas, necesita tener un programa para los sectores populares y las clases sociales más castigadas socialmente. Es necesario elaborar un programa político para Madrid. La derecha no lo necesita ya que su doctrina es que el mercado y los poderes económicos modelen la ciudad; pero si lo que se quiere es colaborar, desde el Ayuntamiento, a transferir la renta a los más pobres, entonces la izquierda necesita un programa no meramente post-material sino, sobre todo, social y máxime en un área metropolitana como Madrid, con tanta especulación y tanta desigualdad.
Mientras en el Palacio de Comunicaciones sigue ondeando la pancarta de Refugees Welcome en varias parroquias de Madrid, decenas de refugiados duermen en el interior de las iglesias ante la falta de plazas en esa empresa, digna de una auditoria, denominada Samur Social. En esto como en tan otras cosas, el programa y la gestión de Ahora Madrid se ha quedado muy atrás y ha sido incapaz, ni siquiera mínimamente, de torcer el brazo a la especulación y al status quo de la ciudad; la operación Chamartín y otras operaciones especulativas urbanísticas han sido un ejemplo claro de lo que decimos por no hablar de la aversión a planteamientos ambiciosos de municipalización de los servicios públicos. Uno de los planteamientos electoralistas más tecnocráticos ha sido el exhibir, como éxito indiscutible, la reducción espectacular de la deuda municipal, cuestión de la que ya presumía Ana Botella. Como si la reducción de la deuda per se fuera algo de lo que presumir; además, como bien ha destacado la oposición derechista, detrás de estas cifras ha existido mucha incapacidad tecnocrática de ejecución presupuestaria porque, pese a lo que Carmena presume, el equipo de Carmena se ha destacado por su incompetencia como gestores, incapaz de dinamizar una maquinaria administrativa del ayuntamiento —muy privatizada, por cierto— que deja mucho que desear en términos de una administración moderna. Toda la política de open data (datos abiertos) y presupuestos participativos está más bien asociada a operaciones de propaganda que a otra cosa. Así, por ejemplo, pese a solicitudes explicitas de información de subvenciones organizaciones confesionales o las exenciones del IBI de la Iglesia Católica, esas informaciones no han sido proporcionadas, a diferencia de otros ayuntamientos.
La candidatura caudillista que ha presentado Manuela Carmena, desde la cocina de su casa, está muy alejada de los movimientos y aspiraciones que la auparon al ayuntamiento y ahora, en un golpe de mano autoritario, se quiere apropiar del marchamo de la izquierda social madrileña.
Es un movimiento que se pretende audaz pero que, seguramente, llevará a la derrota electoral no solo a esa izquierda social —que ya no estará ni siquiera representada— sino también del centro izquierda electoral. Si esa derrota electoral se produce, Carmena ya ha anunciado, con arrogancia, que no cuenten con ella, porque ella solo está presta para la victoria.
A Manuela Carmena, para curarse de esa arrogancia, le recomendamos que lea atentamente a su escritora favorita Simone Weil quien dijo: «La humildad consiste en saber que en lo que se denomina “yo” no hay ninguna fuente de energía que permita elevarse».
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