La belleza de lo efímero en 'Aware', la última novela de Juan Gaitán - ¡Zas! Madrid
La editorial madrileña Adeshoras, publica la última novela de Juan Gaitán: Aware
Juan Gaitán trama en Aware una novela crepuscular que muestra una aguda mirada sobre el mundo del periodismo, desde una perspectiva tan romántica como clásica
El descubrimiento de un cadáver en las primeras líneas de un libro es un recurso lo suficientemente atractivo como para seguir leyendo una historia que, sin duda alguna, nos deparará no pocas sorpresas a lo largo de las páginas siguientes, y si además, el descubrimiento se realiza en una playa, con una ciudad de fondo, mientras en el horizonte amanece, y las olas mecen el cuerpo, el narrador ensayará toda una serie de teorías que despierten el interés del lector, y captará su interés para que siga pasando las páginas.
El cuerpo, por desconocido, evocará toda una memoria, y la voz que oiremos será la de un narrador que en esta historia, Aware, de Juan Gaitán, nos presenta a Moe, a Lena y a Jota; en realidad, como pronto iremos descubriendo, tres formas de vida unidas por una pasión común, el periodismo, ese otro complemento perfecto de la literatura, ese ángulo que desde una variada perspectiva es capaz de observar, de indagar y finalmente desvelar el envés de las cosas. Y si se añade la imagen del cadáver frente al joven Nelson en el depósito provocará en la narración otro punto de partida que sostiene, en realidad, esa otra historia previa: la infructuosa búsqueda de la identidad del forense.
Lena, Jota y Moe se convierten en los personajes con los que Juan Gaitán trama esa otra novela crepuscular y complementaria que muestra una aguda mirada sobre el mundo del periodismo, aunque desde una perspectiva tan romántica como clásica, una visión que llevará a la joven Lena hasta un desencanto poético, que incluye ese vértice femenino acerca del amor, tras una absoluta entrega a sus dos maestros en la profesión, aunque ese mundo pronto se quedará a un lado para ella y en esta historia consciente contará más la belleza de lo efímero, de lo trágico y de lo volátil, porque el espíritu de esta novela y su visión sobre numerosos atardeceres se acerca a una literatura que se muere, mientras triunfa sobre el lenguaje el aura visual.
Gaitán, amargo y decadente en algunas de sus páginas, muestra esas heridas profundas, y relata descreído y sentimental las vidas brevemente apuntadas de estos tres compañeros, tan rebeldes en su actitud que convierten su propia vida en la metáfora de un periodismo que despertaba la conciencia de lo cotidiano, aunque en esta novela el hallazgo de ese cadáver será el eslabón que convertirá el retrato de los tres en una sucesión de instantáneas de otra época, ahora por circunstancias en blanco y negro, alejados de sus ambiciones que, por incumplidas, son un canto de cisne que relata los sucesos ocurridos entre unos amigos tan cómplices como rivales, al mismo tiempo víctimas de los éxitos que han complementado sus vidas y que por añadidura muestran ese desencuentro en la historia primera que se cuenta y se extiende en buena parte de la novela.
Un relato como Aware certifica la belleza efímera de cuanto nos rodea, y Juan Gaitán define su territorio escénico moviendo al lector por los entresijos que toda una memoria ha sido capaz de reconstruir, y además señala esas zonas oscuras que dejan al descubierto tanto las envidias como las esperanzas, la eterna diatriba que presupone el éxito para aquellos cuyo destino desigual se escribe tanto en su búsqueda como en su distinción, se cuantifica ese afán de construir otro mundo que, de alguna manera, les devuelva su reflejo como personas.
Otro de los ejes temáticos que, paralelamente se entrecruza con el tema periodismo, tanto en capítulos como en el tiempo, y cuyos vínculos Gaitán alterna los con los tres personajes mencionados, es el caso de Nelson, el forense aquejado de la fiebre de soñarse un niño robado, decidido a encontrar a su madre en las numerosas autopsias femeninas que pasan ante sus manos, víctima del dolor y de la orfandad que provoca su situación, cercano del afecto de Lena, huérfana igualmente de sus maestros Moe y Jota. Y se reconstruye la historia de Strada, el periodista poeta triunfador, otro homenaje a ese idílico pasado, y cuyo magisterio al fondo del café de Varela, le servirá a Gaitán para contar la historia y destino de Lis, la joven embarazada del Café Berlín, ese otro cenáculo donde Strada oficia parroquia y le enseña al lector que todos los espejos no reproducen las mismas imágenes pero sí que esconden tremendos secretos. A Lis y a Strada les une su esperanza frente al destino y las pequeñas y grandes derrotas, sus vidas quedan redimidas por unas hojas sueltas que encuadernadas muchos años después provocan que algunas heridas se cierren aunque queden esas cicatrices que cuelgan de las ramas de los árboles de la ciudad, y en un espléndido final se nos ofrezca una vez más esa belleza de lo efímero, como las historias y las vidas de ese consciente aware traducido en las últimas páginas de esta curiosa novela que se completa con esa encadenada muestra de unos curiosos microcuentos que nos descubre otro final, quizá porque nuestras tragedias, en definitiva, se traducen en una permanente y prolongada visión de cuanto sentimos como lo efímero.
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