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¡Zas! Madrid | October 7, 2024

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La penetrante naturalidad de Hebe Uhart en su libro 'Cuentos completos' - ¡Zas! Madrid

La penetrante naturalidad de Hebe Uhart en su libro ‘Cuentos completos’
Emilia Lanzas

Cuentos completos comprende la totalidad de los relatos de la escritora argentina Hebe Uhart

Leer a Hebe Uhart, en estos tiempos de confinamiento, ha supuesto toda una experiencia reveladora

Publicado en la editorial Adriana Hidalgo los Cuentos completos de Hebe Uhart (1936-2018) recoge los libros: Primeros cuentos (1962-1970), El budín esponjoso (1977), La luz de un nuevo día (1983), Guiando la hiedra (1997), Del cielo a casa (2003), Turistas (2008), Un día cualquiera (2013), y otro relatos agrupados en Cuentos dispersos y Cinco cuentos breves.

Lo primero que impresiona en la obra cuentística de Hebe Uhart es la lucided de su voz narrativa. Mayoritariamente una voz en primera persona —y cuya identidad suele coincidir con la de la protagonista del cuento— que seduce al lector, que le invita, en cierta manera, a redescubrir la cotidianeidad. Esa llamada “mirada Uhart” que nos muestra una existencia cercana y propia, reconocible y, a la vez, tan extraña. Su potencial revelador es, simultáneamente, un método elemental y sustancial. Tal y como indica Claudio Zeiger refiriéndose a la escritura de Hebe Uhart: «hay una mirada muy extrañada y que no parece provenir de ningún estilo, ningún cliché o tic literario… El mundo literario de Uhart es un mundo inmigrante, primitivo, rural, pionero, donde todo o casi todo estaba por hacerse… La palabra en Uhart tiene esencialidad pero no es nada solemne, ningún peso grave». Así es, nada es altilocuente en los textos de Hebe Uhart, hasta la emoción permanece oculta. Pero eso no significa que sus cuentos no perturben, sino que más bien expresan sentimientos indefinidos que aún carecen de nombre: la inteligencia observadora de verlo todo como un descubrimiento.

Porque en Uhart la indagación es el principal recurso literario, seguramente también vital. «Ser escritor es volverse ojos y volverse oídos, olvidarse un poco del yo», declaró la autora en una entrevista. Sus cuentos no nacen de ideas ni de abstracciones, sino de detalles. No juzga, solamente es un testigo atento. La escucha, en toda la extensión posible del término.

La escritora argentina Hebe Uhart.

Asimismo, sus historias parten de personajes. Hebe Uhart declaró que estructuraba a sus personajes en base a un hilo que le unía con ellos, un interés casi siempre inconsciente, una misteriosa atracción: «un personaje tiene que conmoverte, y para que algo conmueva a los demás, tiene que moverte primero a ti, conmover es mover. Algo tiene que moverse dentro de ti, si no mejor no escribís». Y así podrían desfilar un sinfín de protagonistas: Genaro, Angelina y Pipotto, Gina, Agustina, el señor Bellone, Leonor, Hugo Bilik, el padre Calderón, Teresa, Chapita…

La vocación etnolingüística de Hebe Uhart está muy presente en sus cuentos. Sus diálogos registran los modos de hablar de sus personajes, tal y como lo dicen, sin correcciones; asimismo, consigna los dialectos y las jergas de varias partes del continente, capta el habla coloquial de los distintos lugares y clases sociales, registra las rarezas de la lengua oral y el uso desfasado o errático de los tiempos verbales. El diálogo es la base en los relatos de Uhart, como indica Eduardo Muslip en el prólogo de estos Cuentos completos: «Hebe había desarrollado la capacidad de captar la dimensión poética de la lengua oral; la luminosa pequeña torsión sobre la lengua en la voz de una persona cualquiera iluminaba su ánimo y su literatura».

Junto a ello, el humor y la ironía marcan los Cuentos completos de Uhart. La escritora reconoció que el humor genera siempre una distancia, pero también «cuando la gente es capaz de reírse de las mismas cosas se produce un acuerdo entre las personas. El humor cambia todo. Imagínense si en la política la gente tuviera sentido del humor ¿está bueno, no? Hay que tomarse el pelo a uno mismo también, eso es como un desdoblamiento que permite mirar». Un humor que se une a un percibir infantil, no inocente, sino desprejuiciado. Así es cuando los protagonistas son niños (como indica Alberto Giordano: «los niños de Uhart son misteriosos porque sienten con una intensidad que desborda su entendimiento y ni siquiera advierten la desproporción»), pero también cuando es un adulto (generalmente mujer, claro trasunto de la autora), creando un «universo de ácida ingenuidad», como lo define Jimena Néspolo.

Todo esta «suprarrealidad Uhart» me ha provocado —en este tiempo de confinamiento— una perturbación; una muestra inequívoca de esa buena literatura infalible que, inexorablemente, te genera otra nueva apertura a la vida.

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