'La vida, contigo', de Esther Peñas: el amor como prodigio - ¡Zas! Madrid
«De todos los modos de amar posibles, el que se sitúa en el confín es el único que merece la alegría de vivirse»
Esther Peñas ha publicado los libros de poemas: De este ungido modo, Penumbra y El paso que se habita. Es autora de tres libros de entrevistas: Entrevistos y Entrevistos II y La música de la conversación; y de tres novelas: Los silencios de Babel, El peso de una sombra y Sesión continua. Ha trabajado como periodista en Interviú, Teleindiscreta, Cibeles FM y ONDA Cero. Ha sido durante seis años responsable del Departamento Digital de la Agencia de Noticias Servimedia. Colabora en la revista Greenpeace así como en distintas revistas culturales y, en la actualidad, dirige el departamento Digital de FSC Inserta, la consultoría de Recursos Humanos de Fundación ONCE e imparte talleres de Escritura Creativa.
Su último libro, La vida, contigo, publicado en la editorial Adeshoras, supone una novela cuyo único argumento es el amor: el amor que transmuta lo cotidiano, con todo su significado poético, con toda su fuerza de transfiguración.
En la contracubierta de tu libro se habla de un posible homenaje a la figura de la Maga, de Rayuela. Cortázar reconoció que el personaje de La Maga está inspirado en la Nadja de Breton. ¿Qué posee de ellas La vida, contigo?
Es cierto que la narración tiene algo (o todo, según se lea) de gratitud y reconocimiento a un personaje fascinante que tanto consuelo me ha ofrecido en distintos momentos vitales, La Maga. Con ella comparte quien cuenta esta historia una manera de amar hasta el extremo, sin reservas, sin protección, de entrega absoluta, de absoluta confianza a colocarnos en las manos del otro. El deseo de habitar la vida, contigo y no la vida contigo. Con La Maga comparte la fragilidad de colocarse en ese territorio, del lado de la maravilla, de la intensidad sostenida, con lo que ello implica. El convencimiento de que, de todos los modos de amar posibles, el que se sitúa en el confín es el único que merece la alegría de vivirse. De Nadja, acaso la esperanza que encierra su nombre.
El encuentro como fuerza mágica, como misterio, está muy presente en La vida, contigo. «El encuentro es la experiencia misma de la creación», es una frase entresacada de tu libro. ¿El encuentro como potencia del destino?
Sí, sin duda. El encuentro crea mundo. El encuentro como la posibilidad de habitar allí donde las cosas brotan y aún no se han hecho cosecha, abierto siempre al asombro, el encuentro como disposición de ánimo a lo sagrado y de entrega (lo que no se explica, lo que no se comprende, pide entrega). Pero sabiendo que el encuentro sólo es posible si uno ‘está en la celebración’, si está atento, a la escucha. Sólo desde ese ángulo la nada se desangra y el fruto del tiempo enmudece y queda trascendido. Cortázar podría decir que el encuentro es la fe en la vida abriéndose paso. Algo así. Encuentro como una suerte de territorio donde todo late y respira.
El miedo, creo, es la palabra que más se repite en La vida, contigo…
Caramba, no me había dado cuenta. Si uno entrega cuanto es, cuento tiene, ha de saber que puede perder eso mismo, todo; uno es consciente de que cuando se entrega hasta el extremo puede perder (pero perder, sólo se pierde en el amor cuando no se vive hasta sus últimas consecuencias). La fe y la confianza, al igual que la valentía, no carecen de miedo, son sabedoras de lo que se pone en juego, del riesgo. Pero lo pelean. Y el miedo no las atrapa. El miedo encanija la vida, la convierte en sucedáneo. Nos coloca en espacios en los que no estamos a disgusto exactamente, pero nos priva de la posibilidad del ahora. Nos atrapa. Nos roba la posibilidad de abrir el lugar. Supongo que de ahí que el miedo esté presente.
«La poesía por otros medios» es también un concepto reiterativo en tu libro: ¿la poesía capaz de distorsionar lo cotidiano, de sensibilizarnos ante el entorno?
La poesía es uno de los pocos senderos que transmutan lo cotidiano en prodigio. Proclama la vida. La hace acontecer.
Me ha llamado la atención que uses en algún momento un lenguaje galante, un cierto estilo cortés, reverencial: «Usted lo sabe, amada mía…», en el que me parece haber cierta ironía.
Que yo recuerde, no hay atisbo de ironía en la novela. Me parece que la ironía y el amor es un binomio desdentado. El amor se amanceba con un humor que queda siempre del lado de la ternura, de la poesía. La ironía sujeta las cinchas del zarpazo con demasiada facilidad. Soy una obsoleta, el uso del usted me parece que convoca una intimidad muy concreta. Y la palabra amada me resulta de una intensidad, apasionamiento, respeto y ternura insuperables (si guarda reciprocidad, gloria bendita).
La vida, contigo está bellamente ilustrado por Luis Ortega. Pero solo hay seis ilustraciones que, curiosamente, están agrupadas de dos en dos. ¿Por qué esta forma tan inhabitual de incorporar las imágenes?
Las hermosísimas aportaciones de LOCH (Luis Ortega Chamarro), en forma de collages, completan la narración, la condensan; pero, al estar estructurada de manera fragmentada, resultaba difícil ubicarlas, así que decidimos colocarlas en la apertura, el cierre, y el centro –casi geográfico- de la historia.
¿Cómo calificarías La vida, contigo?: ¿de novela autobiográfica?, ¿de antinovela?, ¿de literatura sáfica?, ¿de novela poética?…
Como una exhortación a estar en el mundo del lado del prodigio.
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