No Comments
Las escritoras María de Zayas y Ana Caro en «Amar tanta belleza», de Herminia Luque - ¡Zas! Madrid
Los escritores que nos acercamos al pasado lo hacemos por sus posibilidades narrativas y estéticas
Herminia Luque, ganadora del Premio Málaga de Novela con Amar tanta belleza, realiza un retrato de la España del XVII, a través de las escritoras María de Zayas y Ana Caro
Herminia Luque (Granada, 1964), es narradora y ensayista. Su obra más reciente ha obtenido el Premio Málaga de Novela, Amar tanta belleza (2015). Antes había publicado Bitácora del Poseidón (2010), El códice purpúreo (2011) y Al sur de la nada (2013). Recientemente ha recibido una mención en XV Premio de Ensayo Carmen de Burgos por, Siempre guapa. El imperativo estético en la sociedad contemporánea, que aparecerá próximamente.
Como Ana Caro que busca fortuna en la Corte, ¿esta novela y este Premio Málaga, son un impulso a su carrera narrativa?
Desde luego. Los premios otorgan visibilidad, son el anillo de Giges al revés, y ofrecen la posibilidad de llegar a un mayor número de lectores. En el caso del Premio Málaga de Novela -promovido por el Instituto Municipal del Libro, el Ayuntamiento de la ciudad y la Fundación José Manuel Lara-, su prestigio literario es un valor añadido y me enorgullece estar entre sus galardonados.
La suya ha sido una lenta carrera de fondo, ¿qué siente cuando puede ser leída por un público lector mayor?
Un inmenso agradecimiento. Cada lector es un tesoro, un milagro en sí mismo; cada lector hace revivir la novela, la trae de nuevo al mundo, no sólo al suyo propio, sino al mundo de la literatura, al mundo de las palabras, el que compartimos todos. Por otro lado, la carrera de un escritor es siempre una carrera de fondo –en la novela, sobre todo. Se requiere mucho tiempo, muchas lecturas y mucho trabajo para hacer algo que merezca la pena.
En los 80 hubo una eclosión de novela histórica y luego un largo silencio, ¿es ahora un buen momento porque la narrativa, en general, parece perder energía?
Sinceramente no creo que la narrativa esté perdiendo energía. Hay, sí, una crisis que es la del libro, que le afecta a la narrativa como a los otros géneros; una crisis que es económica y que es tecnológica. La presión de los nuevos formatos, los nuevos tipos de lectura, los nuevos usuarios, incidirán sin duda en las formar de narrar, pero seguiremos necesitando que nos cuenten historias de largo aliento, historias sólidas y bien narradas, con mundos coherentes y poéticamente distintos al de todos los días; eso es la narrativa, una necesidad vital y no creo que nos haga menos falta ahora. En cuanto a la novela histórica, yo creo que sí pasa por un buen momento pero corre el riesgo de convertirse en un “subgénero”. Hay que dotarla de dignidad literaria y no sucumbir a modas o estereotipos que no le aportan nada.
Se lo pregunto porque hay quienes ven en la novela histórica un género para analizar críticamente el pasado, ¿es esa su opinión?
Analizar críticamente la historia es labor de historiadores, de la historiografía en general. Juzgar el pasado desde nuestros parámetros es, además de inútil, falaz. Funcionaría, en todo caso, con el pasado muy cercano. Los escritores que nos acercamos al pasado lo hacemos por sus posibilidades narrativas y estéticas. Y, en todo caso, para ver el presente con mayor claridad; para disfrutarlo más.
Quien se ponga a leer Amar tanta belleza, ¿podrá tacharla de excesivamente feminista?
En verdad yo sólo he abundado en lo que dice la propia María de Zayas en sus novelas. En el prólogo a sus Novelas amorosas y ejemplares afirma la igualdad de las almas de hombres y mujeres, recurriendo además, a un argumento de pleno sentido común: hombres y mujeres poseen la misma sangre, los mismos sentidos, las mismas “potencias” o aptitudes (tradicionalmente entendimiento, memoria y voluntad). Y que si a las mujeres, en vez de darles bastidores para bordar y almohadillas para hacer encajes, les dieran “libros y preceptores”, serían tan aptas “para los puestos y para las cátedras como los hombres”. En la Francia del XVII hay todo un movimiento, el de las preciosas, (rabiosamente ridiculizado por Molière en su comedia de 1659), mujeres que tienen un vivo interés por las letras y que apelan –careciendo de educación formal que le está vedada- al bon sens o sentido común. En España, Quevedo ya se había burlado de las mujeres que demostraban cierto grado de cultura en La culta latiniparla (1624), esas hembrilatinas que, en vez de vainicas, o sea bordados, hacen “comentarios, notas, y escolios”. Doña María debía estar un poco harta de todo esto. Y no se corta un pelo llamando “necios” a los hombres que piensan que “mujer” es sinónimo de “cosa incapaz”.
De María de Zayas sabíamos poco y menos de Ana Caro, ¿fue el reto para fabular libre de presiones biográficas e históricas?, ¿cuánto debe la novela a la realidad del momento?
El desconocer determinadas circunstancias de la vida de las dos escritores fue un acicate para la narración: me permitió imaginar, inventar. Lo curioso es que cuando he tenido acceso a datos recién descubiertos sobre Ana Caro, los he incorporado a la narración porque resultaban más novelescos que lo que yo hubiera podido inventar. Por ejemplo, que Ana Caro fue una esclava prohijada (adoptada diríamos ahora) por Gabriel Caro de Mallén, procurador de la Real Audiencia de Granada; y probablemente tuviese un origen morisco.
¿Novela usted la amistad de ambas escritoras, o realmente hubo un amor lésbico?
No sabemos el tipo de relación que hubo entre ellas. Castillo Solórzano, un autor que conoció a ambas, dice en su novela “La garduña de Sevilla” que Ana Caro “acompaña” en Madrid a doña María de Zayas y nada más, aparte de los elogios hacia el talento de las dos y referencias específicas sobre sus obras.
El ajuste textual es muy importante, ¿ha supuesto un esfuerzo mayor adaptar el lenguaje del XVII que el resto de la trama?
Esfuerzo no, un placer. Cuando lees mucho de una época, fluye luego con naturalidad un lenguaje que incorpora préstamos de lo que has leído. No hay copia mimética: hay creación impregnada de una admiración intensísima por un legado literario, el del XVII, que deberíamos conocer y valorar más. Pero hay que leer ese lenguaje de la novela con prevención: algunos refranes no pertenecen a la tradición, son inventados por mí; aquí y acullá he dejado caer alguna palabra que no está en textos clásicos ni en el Covarrubias (el diccionario de principios del XVII, que es un maravilla); algunos nombres remiten a actrices contemporáneas, una historia secundaria se basa en un crimen que se cometió en 2013…
¿El toque de thriller de las primeras páginas, incluso hacia la mitad, invita enseguida al lector para continuar leyendo su novela?
Espero que sí, que sea un acicate para continuar la lectura. Los lectores, en general, somos curiosones y nos gusta saber en qué acaba todo eso o qué pasa con los personajes. Como en la vida misma, si bien yo creo que son más interesantes doña Ana Caro y doña María de Zayas que cierta fauna televisiva…
El lector puede confundir la realidad histórica con ficción, ¿es algo de suma importancia o debe dejarse llevar por la historia de estas dos mujeres?
Debe dejarse llevar. Si no, uno de los pactos que se establecen entre lector y narrador queda roto. Debe dejarse arrastrar y gozar, como de un buen vino o un manjar exquisito (luego ya te preguntas de qué está hecho, cuál es el proceso de elaboración…etcétera). De todas formas, si luego quiere conocer más sobre las escritoras, hay una relativamente abundante bibliografía sobre ellas. Y desde luego debe leer las novelas de María de Zayas (Novelas amorosas y ejemplares y Desengaños amorosos) y las obras de teatro de Ana Caro (Valor, agravio y mujer y El conde Partinuplés).
Doña María se perfila como una mujer fuerte y triunfadora, ¿fue realmente así o como narradora ha equilibrado su peso en la vida real?
Que tuvo que ser una mujer fuerte es de imaginar: hace falta tener mucho coraje, mucho tesón para escribir sus novelas. Novelas que luego fueron tachadas de escandalosas, impropias de la pluma de una mujer; novelas que fueron muy leídas, reimprimiéndose repetidas veces en los siglos XVII y XVIII. Y en su época fue elogiada por el mismísimo Lope de Vega y por otros escritores como Alonso Castillo Solórzano o Juan Pérez de Montalbán…Del carácter de doña María y de su amor a las “humanas letras” como se decía en la época, nos habla su empeño en darlas “a la estampa”, es decir, en imprimir sus obras, pues eso (así nos lo dice en el prólogo de sus novelas) era la prueba de fuego, donde en verdad se probaba la valía de una obra -y por ende la valía de un autor. Cosa que ella logró en Zaragoza, no en Madrid donde tenía su residencia.
Usted ofrece una imagen cultural del XVII asombrosamente rica, ¿es esa la imagen amable y beneficiosa del país que debemos hacernos?
Es que fue así. Asombrosamente rica. Y ahí están un Góngora, un Lope, un Tirso o un Velázquez, un Zurbarán o un Alonso Cano para certificarlo. Luego había una crisis económica tremenda y situaciones de miseria (de las que también se da alguna pincelada en la novela) y de despilfarro verdaderamente increíbles. Pero el talento literario y artístico se desarrollaron en ese contexto histórico, no había crisis de creatividad. Supongo que había que embellecer la vida, so pena de perecer de inmediato, como se dice en un pasaje de la novela.
Después de una apuesta como Amar tanta belleza, ¿con qué nos sorprenderá?
Pues no sé qué saldrá primero; estoy trabajando ya en otra novela, pero tengo ya otras dos terminadas. Y libros de ensayo tengo cuatro concluidos, aparte de Siempre guapa. El imperativo estético en la sociedad contemporánea, el ensayo premiado por la Diputación de Almería que se publicará próximamente.
Amar tanta belleza
María de Zayas y Ana Caro de Mallén, dos escritoras secretas del Siglo de Oro español, protagonizan Amar tanta belleza (2015). Herminia Luque (Granada, 1964) reconstruye la época, y conforma el retrato de unos personajes que ejemplifican una valiente actitud tanto por su carácter como por el papel jugado en la historia de la literatura, confinadas por su condición de mujer a un olvido injusto hasta que en la ficción, y bastantes años después, se reconocieran sus méritos, tanto literarios como humanos. Ana es una jovencísima dama, sobrina de Rodrigo Caro, que se traslada de su Sevilla natal a la corte en busca de una mejor proyección para su obra; en Madrid, y después de alguna peligrosa circunstancia y otras calamidades, es acogida por doña María de Zayas, gran aficionada a las letras y con quien descubre un mundillo literario que conoce bien su mentora, además de enseñarle costumbres y acompañarla a festividades donde poner a prueba su arte. Para infundir algo de intriga y cierta tensión narrativa, poco después unos anónimos acusan a ambas mujeres de ser amantes sin que se sepa su procedencia. En una no menos interesante segunda parte, algunos años después, María de Zayas se convierte en la narradora que revela el profundo amor que sentía la dama por la joven Ana y le lleva a desvelar algunas turbias circunstancias.
Submit a Comment