Libro de poesía El pasillo de espejos, de Julio Monteverde
Entrevista a Julio Monteverde sobre su libro de poesía El pasillo de espejos
«El espejo de la noche, el espejo de la ciudad, el espejo del sueño, el espejo de la niebla, el espejo del otro, el espejo interior…, en donde la experiencia se vuelve más profunda y vibrante, en el que la vida se hace al fin vivible»
Julio Monteverde ha publicado los libros de poemas La luz de los días (La Torre Magnética, 2002), La llama bajo los escombros (Gens, 2009) y la plaquette Planetario. Como ensayista es autor De la materia del sueño (Pepitas de Calabaza, 2012). Ha traducido a Shelley, al grupo poético El gran Juego y a Alfred Jarry. De 2000 a 2012 ha sido miembro del Grupo surrealista de Madrid y ha participado en sus publicaciones: la revista Salamandra y el periódico El Rapto, así como en los libros colectivos Los días en rojo, y Situación de la poesía (por otros medios) a la luz del surrealismo. Acaba de publicar su libro de poesía El pasillo de espejos, en Ártese quien pueda Ediciones.
Nada más adentrarnos en los poemas que configuran El pasillo de espejos, ofreces un martillo e invitas a un acto de sublevación: «Tomad un martillo. Golpead con fuerza la superficie del miedo»; y más adelante: «Al vaciar el pensamiento reconozco mejor lo que no es mío, todo lo que escapa a mi control». Lo que nos transmite el espejo puede ser autoconocimiento y encuentro con la propia identidad, o ¿es justamente lo contrario?
El espejo no es el problema, sino más bien la imagen que, reflejada hasta la saciedad en él, acaba suplantándonos, esa imagen de nosotros mismos que hemos asumido como nuestra única forma de relacionarnos con el mundo. El martillo que aparece al principio del libro rompe esa imagen para que de los trozos pueda crearse algo nuevo, más real en la medida de lo posible. Es un primer paso, sin el cual todo lo demás no tendría sentido.
El espejo se supone que representa lo que es, pero nos devuelve una imagen invertida. ¿Pueden esas representaciones opuestas y “trastornadas” convertirse en evidencias de esa otra existencia más real que la supuestamente vivida?
Los espejos que aparecen en el libro nos reflejan, pero no reflejan necesariamente nuestra imagen. Reflejan quizá otros aspectos de nuestra propia realidad como seres. El hecho de que en el libro aparezcan específicamente unos —el espejo de la noche, el espejo de la ciudad, el espejo del sueño, etc.— y no otros, tiene que ver, creo, con su pertenencia a ese ámbito en el que la experiencia se vuelve más profunda y vibrante, en el que la vida se hace al fin vivible.
Recuerda El pasillo de espejos el cortometraje Le sang d’un poète de Jean Cocteau por la atmósfera tremenda y lúcida y por ese recorrido a través del autoconocimiento, la irracionalidad, el diluir de los sueños del otro lado de espejo.
El libro es un viaje a través de uno mismo, claro, pero creo que en este caso, el objetivo no es tanto el autoconocimiento como su contrario. Se trata, para mí, de encontrar aquello que nos separa de lo que creemos que somos, de aquello que nos pertenece y nos hace más amplios. Se trata por lo tanto de un viaje de desconocimiento, si se puede decir así. Y por eso hay en él un doble movimiento inacabable de destrucción y de reconstrucción sobre nuevas bases.
¿Qué representa cada una de las partes de algunas poesías: una primera escrita en letra redonda y una segunda escrita en cursiva. ¿Son el envés y el revés?
Cada uno de los espejos termina con un poema en cursiva. Esto efectivamente es un intento de aludir analógicamente a una de las partes más sorprendentes de todo espejo: el azogue o mercurio que hace posible que las imágenes se reflejen. Cuando estaba escribiendo me di cuenta claramente de que ningún espejo podía estar completo sin eso. Es lo aparentemente inútil pero que en realidad es completamente imprescindible.
«Para mí, la finalidad suprema de la poesía es crear vida»
¿La finalidad suprema de la poesía es la revelación?
Para mí, la finalidad suprema de la poesía es crear vida. Una vida intensificada en la que el ser humano accede por fin a un estado en el que lo que le pertenece, lo que le incumbe, deja de estar separado de él y se vuelve presencia real en lo cotidiano.
Que esto la poesía lo consiga mediante el acceso a la revelación, mediante la acción, la comprensión o el impulso de rebeldía, entre otras muchas cosas, marcará en último término el valor real de cada verso, valor que solo puede resolverse en la vida concreta de aquel que se acerca a ellos.
Tu poesía es básicamente simbólica. ¿A través del inconsciente se reciben mundos insospechados?
El inconsciente es un flujo continuo que nos permite ir muy lejos, más allá de nuestros sistemas de referencia, sobre todo en la aparición de lo reprimido por el pensamiento consciente. La poesía se aprovechó de ello en el siglo XX para abrir las compuertas y dar entrada a lo desconocido, principalmente con el Surrealismo, y esto tuvo una de sus mejores formulaciones en ese símbolo poético revigorizado por la corriente eléctrica que el inconsciente desata cuando se libera.
Esta síntesis sería el camino que he intentado seguir en este libro. Pero he de añadir que me da la impresión de que este libro está más cercano a Apollinaire y a Reverdy que a Breton o Éluard, por citar a dos poetas del primer Surrealismo. Y esto creo que te daría plenamente la razón en lo que comentas sobre el carácter propiamente simbólico de mi poesía, al menos en lo que se refiere a este libro.
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