Los relatos de 'Dichosos canibales' de Carmen Narbarte, una lectura visual y literaria - ¡Zas! Madrid
«Lo siniestro es tremendamente humano»
Dichosos caníbales es el segundo libro de relatos de Carmen Narbarte, tras La libertad de contar con algunas criaturas; además de una docena de cuentos publicados en diversas antologías (como en la Segunda parábola de los talentos, Gens, 2011), y de ser finalista en el XIX Premio Ana María Matute y en el premio internacional de microrrelato Museo de la Palabra (Madrid 2009).
Dichosos canibales (Ediciones Torremozas) de Carmen Narbarte es un libro de cuentos ilustrado que muestra las fracturas, una realidad dividida consecuencia de la confusión y la incomprensibilidad.
En el caso de Dichosos caníbales no creo que sea acertado decir que son cuentos ilustrados; sería más correcto hablar de collages, por un lado, y de cuentos, por otro, unidos ambos en una misma obra y, de alguna forma, conciliados; ninguna expresión prevalece sobre la otra. ¿Qué se lee antes, la imagen o el texto, cuando ambos comparten un mismo espacio e intención?
Dichosos Caníbales comenzó como un cuaderno de sueños. En realidad, para mí ha supuesto una suma de minúsculos impactos disparatados que han irrumpido en la vigilia. En su mayoría, los relatos proceden de ellos, junto a las ilustraciones, que iban integrando otro gran collage, en formato de libro. Esa era la intención. Tal vez todos los sueños sean una deriva del mismo sueño, pero a causa de lo digresivo de esas visiones se trataba de irlos encolando o recortando como esquirlas de diferentes cristales rotos, con sus huecos, o sus deformidades, mutando en relatos distintos o distantes.
Pero de su resultado yo no debo hablar, puesto que su lectura visual o literaria, será independiente y distinta, ya que se mueven en el campo de la sugerencia. El criterio que prevalece será el de cada uno de sus lectores.
La yuxtaposición de materiales visuales y mentales diversos que implican tus collages llevan, inevitablemente, al extrañamiento. El mismo extrañamiento que poseen las historias de Dichosos caníbales.
Las sombras pueden advertirnos de los cambios de tonalidad en lo que vemos o intuimos. Y el extrañamiento también lo hace.
Esos colores pastel, en lo cotidiano o familiar, están llenos de gamas, de sentimientos raros e inverosímiles, esquinados en un malestar o detenidos en la comodidad de un sillón junto a la tele. Interesarse por ellas, por esas aristas, es inquietante, pero también supone un tipo de conocimiento muy libre de nosotros mismos y de los otros.
Y esto es paradójico, porque lo siniestro es tremendamente humano. Hay un antes y un después, tras cada pequeña mirada, que nos obliga a desaprender y a volver a aprender, al tiempo que una gratitud necesaria a todo aquello que nos ha obligado a estar a la mira.
Tus collages y tus relatos están repletos de tensiones…
No sé, creo que cuando tienes un borrador bien visualizado y lo despojas de todo aquello que te parece muy conocido, de todo el colchón de informantes que lo acompañan, surge una tensión narrativa que casi resulta testimonial. Así también se presenta en un sueño, o una estampa, como una forma de suspense. Aunque sea una bobada, una historia minúscula, aparece incómoda, insólita, desfigurada, amenazante, incomprensible, casi ridícula o vergonzosa, pero nos deja pisando un suelo distinto y respirando un contrarritmo.
Me ha llamado la atención que Jung aparece en varios de tus cuentos. En «Insania» a una niña que «ya le conocía como el misterioso detective que indagaba en las huellas de los ausentes»; en «Hotel les trois rois», la protagonista conserva con él. ¿Qué peso tiene Jung en tu imaginario?
La figura de Jung intenta representar la vía de los sueños como una vivencia, pero también la de la iniciación y la del camino del héroe. Es un personaje que acompaña al/a la protagonista, como lo hace Aby Warbug con su coleccionismo artístico o Erasmo de Rotterdam, que coincidieron en Suiza en diferentes épocas. Entre los muchísimos autores o referentes de nuestro tiempo, ellos son maestros que viven en nosotros, y que nos siguen acompañando en la lectura, la música, la filosofía, la pintura, arropándonos permanentemente con su obra.
Tus relatos tienen sonoridad; en cierta forma: hay que oírlos. ¿Qué importancia tiene para ti?
Me encantaría que fuera como dices, o estar en el camino de ello, porque la sonoridad de cualquier texto, de cualquier relato, de un micro, es un contenido en sí. Y esa invención verbal crea una muesca de placer.
Es magnífico escuchar palabras que se quedan resonando en el oído, esa música que hilvana el Canto; la Poesía con mayúscula, o la trabajadísima prosodia de un texto. La frescura y facilidad que nos proporciona el sentido de la palabra con su ritmo es un tacto casi inconfesable de unidad íntima y nos hermana a los seres humanos, en el ámbito común, allá donde lo sentimos.
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