La novela Las relaciones peligrosas de Choderlos de Laclos

Las relaciones peligrosas, de Choderlos de Laclos; un clásico en una nueva traducción de David M. Copé, ilustrado por Alejandra Acosta que ha sabido expresar de manera sugerente la sordidez temática de la obra, así como ese mundo en el que supone todo delicado, grácil y deslumbrante
Las tardes melancólicas de otoño que tienden a la quietud y a la reflexión, adornadas por una deslumbrante gama de colores cálidos, amarillos, rojos, ocres y anaranjados, aunque como Shelley escribiera, «hay una armonía en otoño, y un brillo en su cielo», esos atardeceres nos invitan a una lectura de aquellos clásicos por los que el tiempo no pasa y sobre los que siempre se puede volver. Quizá en tardes grises, en la comodidad de un buen sillón, un libro como Las amistades peligrosas se convierta en ese aliado que haga vibrar el alma dormida de ese mosaico en que colores y sentimientos se funden.
Una novela convertida en clásico
Las amistades peligrosas, se convirtió en una especie de manual de maquiavelismo amoroso, con un cierto aire de soplo maléfico por el «satanismo» que advertía y admiraba en esta historia Baudelaire. Escrita en forma epistolar, la estructura empleada por Choderlos de Laclos, no resta interés al libro, ni disminuye esa continua energía que genera página tras página, porque entre otros valores ofrece una curiosa mirada sobre sus personajes: Valmont es un tipo tan cortés y afable que llega a oscurecer un poco a su secreta y pérfida animadora de perversiones, la señora de Merteuil. Las amistades peligrosas puede, en este sentido, considerarse como una de las obras más características del siglo XVIII francés, y tan lúcida como amarga, constituye un precedente del agudo realismo psicológico.
Fue publicada en 1782 y tiene como principales protagonistas a la marquesa de Merteuil y al vizconde de Valmont. La marquesa es una viuda depravada que sabe encubrir su mala conducta, y ha mantenido relaciones de amistad con el vizconde de Valmont, su ex amante, seductor de profesión. Decide vengarse de otro antiguo amante que se casará en breve con una joven adolescente, la señorita Cécile de Volanges, inocente e inmune a posibles desgracias conyugales. Entonces la Marquesa incita a Valmont a seducir a la jovencita, aunque Valmont está más interesado en la conquista de una austera y bellísima virtuosa, la presidenta de Tourvel, y lo consigue con sutilidad, explotando la inocencia, la compasión y la bondad de la mujer. Después, airado contra la señora de Volanges, que ha hablado mal de él, Valmont trama la ruina de su hija, Cécile de Volanges, y fingiéndose intermediario en el amor entre ella y el joven y honesto caballero Danceny, la corrompe en el alma y en el cuerpo, ayudado por la Merteuil, convertida en triste consejera de la muchacha.
Su estructura epistolar permite mostrar el arte de la galantería, el refinamiento de la época o la pérfida ambición de la manipulación humana