‘Muerte del apetito’: una forma excepcional y divertida de vivir el teatro clásico - ¡Zas! Madrid
En La Gatomaquia, LaFinea Teatro representa Muerte del apetito, de Marcela de San Félix, durante los domingos de abril
El público forma parte de la obra. Acude al adoctrinamiento de una novicia que va a tomar los votos en el convento de las Trinitarias (el gusto literario de este convento, en el cual está enterrado Cervantes, les lleva a creer que el ingenio es, después de la virtud, la más bella manifestación del poder de Dios). La fuerza con la que el espectador vive la obra es, pues, doble: por un lado, la cercanía de la representación y, por otro, su propia «actuación» como monjas figurantes.
Se podría pensar equivocadamente que Muerte del apetito es una obra hermética y densa; nada más alejado de la realidad. La concepción escénica incluye números musicales, pasos de baile, versos que llenan el espacio de vitalidad; valores acentuados por el trabajo extraordinario de las cuatro actrices que la interpretan: Rebeca Sanz-Conde (también directora de la obra), Ainhoa Blanco-Dúcar, Irene Domínguez y Marta de Navas.
La voz de la mujer
Se da la paradoja, como explica Rebeca Sanz-Conde de que «El teatro dentro de los conventos era el único entorno donde la voz de la mujer no se silenció del todo. En los siglos de Oro, la sociedad y el poder constituido no permitían un espacio en la vida pública para las mujeres. En los conventos, sin embargo, la voz de la mujer, puesto que se encontraba en un entorno femenino, así como la realización de sus inquietudes artístico-intelectuales, no se silenciaba; nos encontramos con la paradoja de que una mujer solo en la clausura podía encontrar la libertad. Cierto es que las órdenes estaban supeditadas al control masculino, así como a los preceptos y dogmas de la orden, y por este motivo la libertad creativa no era total, encontrándonos casos como el de Sor Marcela o Sor Juana Inés que tuvieron que destruir parte de su producción dramática, pero aun y con todo, la libertad y consideración como creadoras era mayor dentro de los conventos; tanto es así, que hoy en día nos han llegado sus obras, o parte de ellas, gracias a realizarse en este entorno».
Temas atemporales
Rebeca Sanz-Conde defiende la importancia y la actualidad de este teatro conventual: «Al espectador del siglo XXI le puede aportar conocimiento y cultura, como toda manifestación artística, pero también reflexión; los textos de Sor Marcela, analizados con cautela, muestran unos valores que bien podrían recordarse en el día a día. Ella nos habla de la importancia de la mesura y nos aconseja desprendernos de los vicios que corrompen el alma. Cabría reflexionar si los problemas actuales de nuestra sociedad no tienen relación precisamente con una falta de valores que nos llevan a la pérdida de la virtud… Si en lugar de ansiar el poder, el dinero, lo material, fuésemos capaces de vivir con lo necesario, no existirían las desigualdades tan abrumadoras que hoy día vemos y que muchos sufren; si en lugar de tener el ojo puesto en el vecino, en qué tiene, qué hace, cómo lo hace…, nos centrásemos en nosotros mismos, descubriríamos una paz que nos permitiría vivir felices. Todas estas cosas, tan básicas, son las que se plantea Sor Marcela y están igual de vigentes hoy día, en todas las culturas y creencias. Pero a esta reflexión debe llegar por sí mismo el espectador».
Sor Marcela de San Félix
La obra de esta escritora fue muy prolija: llenó cinco volúmenes y escribió una autobiografía espiritual. Solo se conservan veintidós romances, dos seguidillas, un villancico, una décima, una endecha, ocho loas, una lira y seis obras teatrales denominadas coloquios espirituales. La muerte del apetito entra en esta última categoría, y como los demás coloquios, trata alegóricamente de la lucha entre el ser humano y sus debilidades.
Rebeca Sanz-Conde reconoce que llegó a esta escritora a través de su padre, Lope de Vega: «Comencé a interesarme por la figura de Sor Marcela a raíz de su padre, Lope de Vega, sabiendo que ella fue la única de todos sus hijos que siguió el legado dramático de su padre».
«Al descubrirla me atrajo rápidamente su capacidad para la ironía y el humor, es absolutamente brillante, pero además, cuando pretende ser seria y su estilo y versificación se “solemnizan”, encontramos unas composiciones de una belleza preclara y maravillosa; su estilo tiene musicalidad propia y un ritmo muchas veces alejado de la rima».
Nueva adaptación
Rebeca Sanz-Conde confiesa que en la versión que ha realizado sobre los textos originales que conforman toda la producción dramática de Sor Marcela ha tenido en cuenta la laicidad y la impaciencia del público de ahora: «Los cambios que he introducido han consistido básicamente en cortar mucho el texto (ya que el espectador actual, no necesariamente experimentado en teatro, no resiste un montaje de tres horas) y en enlazar unas composiciones con otras. También prescindo de fragmentos donde el dogma de la fe cristiana es excesivamente exhaustivo; hay que tener en cuenta que ella se dirigía a sus hermanas de su congregación quienes entendían todos los conceptos sin necesidad de detenerse a explicarlos».
«Hoy día -donde la religión no marca las normas de conducta como sucedía en los siglos de Oro- un espectáculo religioso no se sostiene. Por ello prescindo de lo que es, para mí, innecesario y me quedo con los valores que en la sociedad actual convendría recordar: hay que matar aquello que nos impide ser mejores personas y más solidarias; hay que matar al apetito».
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