Nueva edición de 'El necrófilo', de Gabrielle Wittkop, en la editorial Cabaret Voltaire - ¡Zas! Madrid
«La muerte rejuvenece mucho»
El necrófilo, de Gabrielle Wittkop, ilustrado con seis collages de la autora, con traducción de Lydia Vázquez Jiménez
Gabrielle Wittkop (Nantes, Francia, 1920 – Frankfurt, Alemania, 2002) realizó una verdadera transgresión al escribir esta nouvelle. No deja de ser subversivo que el protagonista nos cuente a través de una especie de diario íntimo, su necrofilia —esa exacerbación del Eros y el Thanatos —. Un acto de considerable desafío literario y social. Ya lo fue en la fecha de su publicación, 1977; pero también lo es ahora.
Sin embargo, nada hay de escabroso en el El necrófilo, aun cuando el respetable A Lucien N., anticuario en París, practique sexo con cadáveres. Su entrega y amor por los muertos, meticulosamente elegidos, destila una poética ritual, una ceremonia devota.
La autoexclusión social del protagonista es una manifestación piadosa de lo que él cree como su designio: otorgar días de placer al fallecido hasta que, inexorablemente, la descomposición le lleve al verdadero final («De vez en cuando, rectifico su posturas pues mis hermosos muertos de uñas blancas se deterioran. Han abierto tristes bocas sombrías, sus cuellos se doblan como los tallos tocados por las heladas, su piel se vuelve violácea y verdosa, sus miembros comban»).
La voz narradora nos expone cada uno de sus propósitos para que el lector se sienta cómplice. Su prosa fuertemente descriptiva, se acompaña de continuas expresiones poéticas. No se muestra como un degenerado, sino como un amante solícito que nos hace partícipe de todo cuanto siente. El olor, la excitación, sus percepciones…
El protagonista reniega expresamente de la violencia, recordando a Gilles de Rais: «Solo hay una cosa sucia: el sufrimiento que se puede causar». Su deseo no es perversión, su erotismo nace de su fascinación por la muerte. El sexo vivido como sublimación.
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