Tres mujeres, de Silvia Plath
La editorial Nórdica ha publicado una nueva edición bilingüe de Tres mujeres, de Sylvia Plath, con ilustraciones de Anuska Allepuz y traducción de María Ramos. En esta obra, tres voces diferentes indagan en torno a la maternidad: la deseada, la despreciada, la resignada.
Sylvia Plath perteneció a la poesía confesional, una corriente poética que surgió en Estados Unidos en la década de los cincuenta y de los sesenta y que se expande directamente desde el yo, sin ningún tipo de autocensura, sin tabúes. Algo que en la puritana Norteamérica no gustó demasiado. En el Gran Sueño Americano irrumpe Plath con sus apocalípticos poemas sobre cómo la mente se destruye a sí misma. En Tres mujeres, además, proclama un feminismo que distorsiona el pensamiento patriarcal imperante en su época.
Se ha abusado innecesariamente de su terrible suicidio y del dolor por el abandono de su marido, el también poeta Ted Hughes (creador de una poesía mucho más predecible y convencional), pero en realidad Plath tuvo siempre en su germen el romanticismo más apasionado: esa vitalidad que fuerza a los grandes a exigir y exigirse hasta el punto de la autodestrucción.
En los poemas de Tres mujeres hay una latente incertidumbre. En cada una de las voces femeninas que muestran su maternidad, subyace una leve inquietud. La maternidad no deja de ser algo impuesto; ante esta coacción —aunque sea en el plano de lo subyacente— Silvia Plath se rebela.
La poeta concibió este libro para leerlo en voz alta —ella misma lo hizo en 1962, un año antes de su muerte, para la BBC— y, tal vez por esa razón, los versos son más claros y rotundos, sin tantos encabalgamientos y las constantes imágenes que caracterizan su poesía. Plath transmuta sus experiencias a un lenguaje lírico, menos complejo y simbólico, más plástico, pero distante de un realismo simplista. Alcanzar el significado profundo de la poesía de Silvia Plath siempre requiere un ejercicio intelectual. Su estilo no puede ser claro porque su vida no lo fue.
¿Quién es este niño azul y furioso,
brillante y extraño, como caído de una estrella?
¡Lo mira todo, lleno de cólera!
Se adentró en la habitación, con un grito en sus talones.
El color azul palidece. Es humano, a pesar de todo.
Un loto rojo se abre en su cuenco de sangre;
me están cosiendo con seda, como si fuese una tela.¿Qué hacían mis dedos antes de tenerle?
¿Qué hacía mi corazón con este amor?
Nunca había visto nada tan leve.
Sus párpados son flores de violeta,
su respiración, suave como una polilla.
No le dejaré marchar.
No hay perversión ni engaño en él. Debe permanecer así.
Tres mujeres, de Silvia Plath es una poesía de las entrañas, a la vez roja y blanca, plena de arrobamiento y confesión; real y feérica a un tiempo.
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