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¡Zas! Madrid | July 27, 2024

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'Tres maneras de decir adiós', el último libro de Clara Obligado - ¡Zas! Madrid

Pedro M. Domene
  • On 23 mayo, 2024
  • http://acabodeleerymegusta.blogspot.com/

«Quería probar con el cuento largo, con el que nunca había trabajado, y que es un género particularmente difícil porque tiene la concentración del cuento y la ramificación de la novela»

La escritora Clara Obligado (Fotografía de © Manuel Yllera).

Clara Obligado nace en Buenos Aires, en 1950. Exiliada política de la dictadura militar (1976), vive en España. Ha dirigido los primeros talleres de Escritura Creativa organizados en este país; en 1996 recibió el premio Femenino Lumen por su novela La hija de Marx y en 2015 el de novela breve Juan March Cencillo por Petrarca para viajeros. Ha publicado las antologías Por favor, sea breve 1 y 2, y los libros de cuentos Las otras vidas (2006), El libro de los viajes equivocados (2011), La muerte juega a los dados (2015) y La biblioteca de agua (2019), y el ensayo Todo lo que crece (2021). Acaba de publicar su colección de relatos, Tres maneras de decir adiós (2024).

¿Es necesario experimentar para escribir un buen cuento?
Nada es necesario, según qué tipo de autor seas. Para mí no hay cuento sin experimentación, porque es eso lo que más me interesa, la búsqueda de nuevas formas para contar. No siempre se logra, claro.

Tras algunos ensayos teóricos, vuelve a la ficción con un libro de cuentos, ¿es un proceso lógico en su producción?
No hay lógica en la producción, más bien hay circunstancias. La pandemia me alejó de la ficción, porque la ficción estaba en la calle, y la necesidad de pensar en lo que nos estaba pasando me llevó al ensayo. En todo caso descubrí que me gusta alternar, son dos lenguajes distintos que tienen muchos puntos en común. Lo que se estudia para un ensayo enriquece la ficción, y la ficción enseña a escribir ensayos.

Para contar Tres maneras de decir adiós ¿era necesario una mayor extensión y una estructura narrativa con una visión más amplia?
Quería probar con el cuento largo, estilo Alice Munro, con el que nunca había trabajado, y que es un género particularmente difícil, porque tiene, a la vez, la concentración del cuento y la ramificación de la novela. Y, además, ya había descubierto que una colección de cuentos encadenados permite representar una visión del mundo muy amplia. De hecho hablamos de una historia que comienza en la Antigüedad, con las menciones a la Odisea, y que termina dentro de veinte años. Esto me lo permite la estructura que elegí, las continuas elipsis que va rellenando el lector. Es una estructura amplia y fluida, me encanta.

¿Ciertos aspectos biográficos complementan, de alguna manera, la ficción?
Sí, aunque no directamente. No estoy demasiado interesada en contar mi vida porque, en realidad, toda vida es apasionante, pero para la persona que la vive y no para los demás. Uso, por supuesto, elementos biográficos, no hay otra manera de escribir, aunque sólo sea la mirada tiene siempre algún componente muy personal. En realidad uso lo que me venga bien. Mi vida y la de los demás. Las que leo en los libros. Las que me cuentan, cuando uno está escribiendo se convierte en una especie de imán que lo junta todo y lo utiliza cuando le viene bien. Esto es imposible de evitar.

¿Consideramos que, al mismo tiempo, estas historias se concretan en un canto a la vida?
Soy una optimista radical, en el sentido de que el optimismo está en la raíz de mis pensamientos, aunque veo también con bastante preocupación lo que nos está pasando. Y necesito de ese optimismo para poder estructurar un pensamiento utópico, sin el cual, creo, estamos perdidos. Sería incapaz de ponerme en movimiento sin algún tipo de esperanza. Hablo de la esperanza, sí, procuro que mis libros dejen caminos abiertos. En mi último cuento, que es muy crítico, aparece señalada esa posibilidad.

¿El aspecto ensayístico que subyace en estas historias no está reñido con el aspecto lírico, intenso, que el lector percibe, también?
No, no está reñido, y me gusta que me lo digas. Trabajo mezclando géneros y, como bien decía Flaubert, «la prosa no perdona». Es decir, nos lo pide todo. Un aliento lírico es algo que se puede sumar a la historia, y a mí me gusta que así sea. Trabajo mucho ese aspecto de los textos, porque me parece que evita que caigamos en posturas excesivamente narrativas, por decirlo de alguna manera.

¿Es necesario recordar el dolor para darnos cuenta que la vida es un proceso complejo desde que nacemos hasta que nos llega la muerte?
El dolor nos llega, siempre, o seríamos monstruos. Hay dolor desde el nacimiento, la cosa es qué hacemos con él. Podemos hacer como que no existe, y dejar que el sufrimiento de los demás no nos toque pero, bajo mi punto de vista, eso nos convierte en pequeños monstruos egoístas. Podemos también negar nuestro propio dolor, y así evitaríamos pensar y, posiblemente, también evitaríamos encontrar la salida a lo que nos pasa. Pero asumir el dolor no es fácil, cada uno sabe cuándo está preparado para hacerlo. Tenemos estrategias, antídotos, y también tenemos, en algunos momentos, la valentía de mirarlo de frente.

¿De la lectura de Tres maneras de decir adiós se desprende que la juventud es la etapa más simple de nuestra vida?
No, no lo creo. Creo que cada edad tiene su historia, sus problemas, sus posibilidades también. No creo que una edad sea mejor que otra. La juventud, excesivamente valorada en nuestra cultura, es una etapa muy difícil, se nos da salud y belleza, pero carecemos de experiencia y sufrimos más de la cuenta porque hay que resolver muchas cosas y se tienen pocas armas. El período intermedio, digamos entre los 30 y los 50 es extremadamente completo, hay que aceptar nuestra contingencia, lo que no es poca cosa, y darle a la vida un marco posible, en muchos sentidos. Hay temas que se cierran, otros que nos van a acompañar de por vida. Es importante saber distinguirlos. Pasados los 60 ya entendemos más qué es aquello que se llama vida. El cuerpo cambia nuevamente, y eso no se puede evitar, ni con la cirugía más cara, y personalmente prefiero poner el acento no en mantener algo que sé que se va a perder inevitablemente, sino en algo que se va descubriendo poco a poco, que es la importancia de cierta sabiduría que sólo da la edad, o la experiencia. En todo caso quería subrayar, en mis cuentos, que pasados los sesenta la vida encuentra un cauce muy interesante y puede durar varias décadas más.

¿Vivimos de forma diferente el amor a lo largo de nuestra vida?
Sí, sin duda. Y en particular las mujeres, con el tema de la procreación. No se pueden señalar cambios rígidos, todo depende de nuestra historia particular, pero creo que en cada etapa vivimos cosas bastante diferentes. Moriría de angustia si, a estas alturas, tuviera que soportar un amor adolescente, pero disfruto mucho del amor a mi edad, que tiene unos componentes bastante insospechados. Es curioso cómo se nos cuenta esta historia: el patriarcado nos convence a las mujeres de que, pasado el período reproductivo, ya no tenemos vida posible. Nada es menos cierto.

¿Una forma de recuperar el tiempo es a través de la literatura?
El tiempo de la literatura es diferente del tiempo de la vida. Es cierto que, cuando escribimos, trabajamos con nuestro pasado e imaginamos el porvenir, pero por más que escriba sobre mi infancia, yo no volveré a ser una niña. Puedo recordar con intensidad cuando escribo, posiblemente, pero verdaderamente no desearía volver atrás. Más que recuperar el tiempo perdido prefiero hacer planes para el futuro.

¿Es verdad que todo queda muy lejos, como se pregunta una de las protagonistas de una de sus historias?
Sí, todo se aleja, pero con la escritura lo podemos recordar. Re-cordar, es decir, etimológicamente, volver a traer al corazón. Me gusta mucho ver la vida como un paisaje, con hechos que se hacen lejanos aunque hayan sucedido ayer, y cosas que pasaron hace años, pero que siguen vibrando conmigo, como su fueran presentes.

¿De alguna manera, siempre andamos viajando a destinos extraños?
Sí, si tenemos imaginación. El gran símbolo de la vida es el viaje, que iniciamos al nacer y que llega algún día a su final. En el medio, como dice la Odisea, encontraremos sirenas y gigantes, quizá no podamos con ellos, pero en sí mismas estas experiencias nos enriquecerán. Al menos serán un buen tema para la escritura…

¿Podemos sintetizar que estos relatos se concretan en la pérdida, el olvido y en ese inevitable cambio generacional inexorable?
No, creo que también se habla de la violencia, de la amistad, del amor, de la naturaleza y de muchas cosas más.

¿Con esa ambigüedad entre cuento y novela, profundiza aún más en sus historias?
Sí, como te decía antes, estos géneros limítrofes, o abiertos, o fuera de lugar, o anfibios, o como quieras llamarlos, permiten hacer sonar distintos instrumentos a lo largo del relato, abren ventanas y posibilidades.


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