Un final: los pliegues del nobel José Saramago - ¡Zas! Madrid
Para Saramago la idea de la literatura era la de un arte comprometido y global
Alabardas es la novela inacabada de José Saramago sobre la violencia y el negocio de las armas
José Saramago fue un autor crítico con el mundo, inquieto e insatisfecho con la vida, un hombre que miraba su entorno y lo recreaba en sus vivencias cercanas y en su propia literatura; afirmaría: «No sólo hay desigualdad en la distribución de la riqueza, sino en la satisfacción de las necesidades básicas».
No nos orientamos por un sentido de la racionalidad íntima. La tierra está rodeada por miles de satélites, podemos tener en casa cien canales de televisión, pero de qué nos sirve eso en este mundo donde mueren tantos. Es una neurosis colectiva, la gente no sabe lo que le conviene esencialmente para su felicidad. Para Saramago la idea de la literatura es la de un arte comprometido y global, capaz de integrar géneros y difuminar las fronteras entre estos sin caer nunca en el caos más absoluto; defiende cada uno de los resquicios de humanidad que desde el origen de los tiempos alberga el individuo.
Un final
El narrador se sentía, en septiembre de 2009, con fuerzas para empezar un nuevo proyecto, y con una firme e incuestionable decisión, puso en marcha una vieja idea que rondaba su cabeza, sobre la que jamás había leído línea alguna, la industria del armamento y el tráfico de armas, y la eterna pregunta sin resolver, ¿por qué nunca se ha producido una huelga en una fábrica de armas? El narrador luso buscaba escribir su gran parábola sobre la deshumanización y la irracionalidad que según su certero juicio, seguían azotando al mundo y convertían en incierto nuestro destino como seres humanos de pacífica voluntad. En los meses previos a su enfermedad, tras la publicación y lanzamiento de Caín (2009), recordemos este libro como un sutil ensayo y su capacidad para modernizar una historia conocida de un principio a fin, o su mordaz visión de la figura del Creador y de su criatura; solo en esas circunstancias, Saramago siente que debe repasar las facetas que asolan los errores humanos para otorgarle un sentido final a su vida; así, Belona S.A. se convierte para él en un reto primordial, y no contento con su cometido, renombra su nuevo proyecto, Productos Belona S.A. y, meses después, en su inseguridad, y quebrantada su salud, se agudizará su ingenio, Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas (2014); en realidad, es un epígrafe extraído de una tragicomedia de Gil Vicente, y título definitivo, que él mismo anotaría, a comienzos de febrero de 2010, pese circunstancias adversas que no le permitían sentarse mucho frente al ordenador, y darle continuidad a la novela, aunque en su cabeza persistía la idea de esa consistencia para la historia, ya que aun tenía algo que decir.
Para Saramago la idea de la literatura es la de un arte comprometido y global, capaz de integrar géneros y difuminar las fronteras entre estos sin caer nunca en el caos más absoluto, pero sobre todo defiende cada uno de los resquicios de humanidad que desde el origen de los tiempos alberga el individuo; por eso, su capacidad fabuladora y, en un amplio sentido, su producción total, narrativa, relato, poesía, teatro, ensayo y crónica, aúna tanto cualidades líricas como épicas, y no falta la crítica y la parábola de contenidos, porque desde sus comienzos ha gozado de una fertilidad imaginativa y temática que hacen de su lectura un continuo descubrimiento.
Novela inacabada
Dos detalles ponen a Saramago en la pista para componer su novela inacabada, la impresión que le causa la noticia de que en la guerra civil española una bomba lanzada contra las tropas del Frente Popular no estallará, y en su interior se encontró un mensaje redactado en portugués que decía: “Esta bomba no reventará”; un episodio que atribuyó a la lectura de L´Espoir, la novela de André Malraux, aunque nunca fue concretado algo así; además, la referencia de unos trabajadores de Milán fusilados por haber saboteado obuses, y otros episodios de delitos armamentísticos que se reproducen en la literatura española y prensa de la época, un gesto que conmueve a Saramago y se repite por la geografía española en guerra: Madrid, Jaén, Alicante, Sagunto, Cáceres o Badajoz, y le aportan el carácter narrativo suficiente, o el contraste moral y el objetivo último: su denuncia.
Los personajes del portugués apenas existen o importan en su obra, se asemejan a títeres a los que una voluntad superior sujeta a un destino inusitado, y carecen de un devenir previo que haya dado lugar a la gestación de una realidad interna puesta a prueba por la calamidad que, mágicamente, se ha incorporado a sus vidas; y así aparecen esbozados en Alabardas los protagonistas, Artur Paz Semedo y su esposa Felícia; en realidad, su contrapunto dramático. Saramago se esfuerza por definirlos ambiguos, y nos induce a ver el mundo de Artur en el que vive una esposa que representa el conflicto frente a la moral de la venta de armas; y un jefe diplomático, lejano en el organigrama de la empresa, pero accesible que simula el puente para que Paz Semedo se enfrente consigo mismo. Unos textos inéditos acompañan la edición, apuntes que el autor iba haciendo conforme tramaba la historia, y que nos permiten vislumbrar, sin que tengamos certeza de ello, en un posterior proceso creativo y en una aproximación de por dónde iba a llevar a sus personajes.
Las ochenta y una páginas del original, se completan con un texto de Fernando Gómez Aguilera, amigo cercano, que añade la visión final del portugués, y firma una posible despedida, y Roberto Saviano, periodista italiano que ha desafiado a los grandes cárteles de la mafia con su literatura; la edición se ilustra con grabados de Günter Grass que acompaña los pasos de Artur Paz Semedo. El estilo resulta directo, austero y concentrado, deja a un lado la belleza formal e impone nitidez al barroquismo innato en la creatividad del gran José Saramago.
Literatura
No existe mejor literatura, sino aquella capaz de hablarle al lector, que la interpela y resulta hábil para contar una historia, que se pregunta por la posición y responsabilidad moral, o como Fernando Gómez Aguilera afirma en su texto-semblanza, «hurga en su conciencia, para incomodar, intranquilizar y depositar en el ámbito personal el desafío de la regeneración: la eventualidad, si bien escéptica, de encarrilar la alternativa de un mundo más humano». José Saramago (Azinhaga, 1922-Tías, Lanzarote, 2010) dejó un texto inconcluso en su ordenador, tres capítulos, y una copia impresa en una carpeta roja sobre su escritorio, un total de veintidós folios; en una apreciación cercana, entusiasta del narrador luso, estas páginas leídas con la perspectiva temporal se convierten en su testamento literario, y ofrecen lo más depurado de su prosa, muestran el sentido del humor y la ironía con que el nobel dotaba a su literatura, porque en su obra no falta la crítica y la parábola de contenidos. Desde sus comienzos ha gozado de una fertilidad imaginativa y temática que convierten su lectura en un continuo descubrimiento, un conocimiento de la tierra y sus gentes sin cuyo ingrediente no parece concebible su novelística.
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