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¡Zas! Madrid | April 27, 2024

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'Un réquiem europeo', el último libro de cuentos de Javier Sáez de Ibarra - ¡Zas! Madrid

‘Un réquiem europeo’, el último libro de cuentos de Javier Sáez de Ibarra
Emilia Lanzas

«La esperanza está en la poesía, y solo en ella»

El escritor Javier Sáez de Ibarra, autor de 'Fantasía Lumpen'. Fotografía de Lisbeth Salas.
El escritor Javier Sáez de Ibarra, autor de Un réquiem europeo. (Fotografía de Lisbeth Salas).

Javier Sáez de Ibarra es autor de los libros de cuentos El lector de Spinoza, Propuesta imposible, Mirar al agua. Cuentos plásticos (Premio Internacional Ribera del Duero), Bulevar (XI Premio Setenil) y Fantasía lumpen. Sus relatos han sido incluidos en antologías como Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual; Pequeñas resistencias 5. El nuevo cuento español 2001-2010 o Cuento español actual. Un réquiem europeo es su último libro de cuentos.

Has estructurado el libro en las partes que componen un réquiem musical. Las veintitrés historias que conforman Un réquiem europeo ¿suponen un lamento por la difunta Europa?
Hay cuatro cuentos que son una crítica, una acusación, contra aspectos determinados de Europa: su política de represión de los inmigrantes que conduce a la muerte a miles de personas en el Mediterráneo, la especulación financiera, el abandono que provocó la muerte de miles de ancianos durante la pandemia y la guerra. Son ejemplos de que los valores de libertad, igualdad y fraternidad, o de respeto por la vida humana, que Europa enarbolaba como estandarte de la superioridad de su civilización han sido traicionados. En este sentido, sí, certifican la muerte espiritual y moral de nuestro continente. Otros cuentos hablan de la mediocridad, la mezquindad, el egoísmo o la maldad de muchos comportamientos a los que asistimos o en los que caemos, si bien se destacan también actitudes que permiten la esperanza: la solidaridad, el amor.

«Sí, algunos cuentos certifican la muerte espiritual y moral de nuestro continente».

La cotidianeidad está muy presente en numerosos cuentos como hilo conductor de la narración. El día a día pausado por el tiempo y por nuestra estupidez. De ello haces —tu personaje— hace una contundente declaración en el cuento “Como estaba enfadado, furioso más bien”…: «…los ha abducido el tiempo, el túnel de un agujero negro que devora la vida al menor descuido. No por maldad, sino por la naturaleza infalible de los errores del hombre. Eso es».
La cotidianidad es nuestra patria, podríamos decir, donde nos construimos o nos deshacemos. Me gusta no olvidar que, en la vida, existen muchos momentos cruciales también (y la tradición del cuento suele insistir en ellos por su poder significativo, aquí en mi caso igualmente aparecen); pero las pequeñas decisiones de cada momento encaminan nuestra identidad: atender a una madre, a un hijo, resolver un conflicto de pareja, responder a un error: el caso del cuento que citas, darse una oportunidad, hablar, confiar en el otro…

El monólogo interior, escrito en primera persona, que utilizas en algunos cuentos ¿comporta un discurso silencioso, no destinado a otro personaje, ni al lector, sino a ti mismo?
La literatura permite un discurso que no se decanta ni por la voz ni por el pensamiento, sino que ocupa un estatus indeterminado pero muy fértil. En el caso de esos cuentos representa el hecho de que los seres humanos podemos deliberar con nosotros mismos. La intimidad nos hace únicos entre los seres vivos. Todos los cuentos, cada uno según su argumento particular, formulan una pregunta esencialmente ética: ¿por qué o para qué actuamos de esa manera?, ¿qué consecuencias tiene para nosotros y los demás?; ¿deberíamos cambiarla? Ese interrogante que vive el personaje se dirige también al lector, que queda implicado por lo que se narra.

«Todos los cuentos, cada uno según su argumento particular, formulan una pregunta esencialmente ética: ¿por qué o para qué actuamos de esa manera?».

En el cuento “Los condenados” haces alusión al buque español Open Arms y al problema de los migrantes que mueren ahogados en el Mediterráneo al intentar llegar a Europa. En otro cuento, “Muere una europea”, haces referencia a los llamados «protocolos de la vergüenza» aplicados en las residencias de ancianos por la Comunidad de Madrid, durante la pandemia de la Covid-19. De pronto la ficción se rompe con los datos objetivos (periodísticos, judiciales…). ¿Quieres mostrar que cuando la realidad es inabarcable la imaginación carece de sentido?
En el cuento “Muere una europea” cito otro mío anterior en donde una ambulancia es sustituida por una furgoneta de reparto de fruta. Ahí me serví de la ficción para criticar la degradación de nuestros servicios sanitarios. Pudo tener algo de hipérbole. Sin embargo, en el caso de las muertes en el mar y en las residencias ni siquiera me planteé la posibilidad de inventar personajes. Sentí la necesidad de dejar constancia de ello: mostrar que hay personas reales, incluso dando nombres y apellidos, que toman decisiones que podrían ser diferentes, y hay quienes las sufren. Son cuentos-documento; al ocupar su lugar en un libro de relatos, desbordan la información periodística y resisten a su caducidad. En definitiva, creo que son dos procedimientos posibles.

Asimismo, Javier Sáez de Ibarra se convierte en personaje en algunos de los cuentos: ¿una especie de exordio con el que pretendes justificarte ante el lector, explicarle por qué tú, el autor, ha decidido a escribir este libro?
Aparezco como firmante de una carta que envié a un periódico y como autor de un relato; precisamente en los dos cuentos citados en tu pregunta previa. Es una manera de conectar la ficción con mi experiencia como ciudadano de manera explícita y sí, mostrar que los relatos y también este libro como los demás no nacen fruto de la mera creatividad; sino más bien de mi vida entera, de mi sensibilidad, mi pensamiento, mi posición ética y, si se pueden justificar, lo son de las necesidades de expresión de mi propia vida.

«Este libro como los demás no nacen fruto de la mera creatividad; sino más bien de mi vida entera».

En varios de los cuentos que componen Un réquiem europeo utilizas la innovación de las técnicas narrativas convencionales, rompes con la, digamos, tradición literaria: ¿quieres representar que estamos —como dice uno de tus personajes— ante «un cambio epocal»?
Para mí, la literatura es una forma de arte. Su material es la lengua común que se da en un momento dado y las formas recibidas de la tradición y sus posibilidades hoy. El género cuento –también el género libro de cuentos– permite muchas variantes textuales, de estilos, formatos, estructuras, tipografía… Yo no me atengo por principio a los dictámenes de la forma mayoritaria de la narrativa breve; sino trato de que cada historia se muestre del modo estética y expresivamente más potente lo que, muchas veces, significa alterar las convenciones.

La poesía, sin embargo, reclama su sitio ante lo prosaico como en el cuento “Los tesoros”, ¿hay esperanza?
Ese relato recurre a una narración lírica, poética, para expresar una experiencia límite: la posesión de las conciencias humanas por unas máquinas que las retienen en una inmortalidad inmaterial incluso indeseada. La esperanza está en la poesía: me persuade esa idea que apuntas; y solo en ella. En volver a sentir –más allá que razonar–, la inmensa calidad, belleza y perfección del ser humano en este mundo. Y, en esa misma medida, en abrazar lo que somos y ser intolerantes con todo lo que nos destruye o envilece.




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