Una nueva edición de 'Walden' de Henry David Thoreau, con ilustraciones a color - ¡Zas! Madrid
«Voy y vengo por la Naturaleza con una extraña libertad, como parte de ella misma»
La editorial Errata Naturae muestra la vigencia de un clásico: Walden o La vida en los bosques, con prefacio de Sandra Laugier, ilustraciones de Clément Thoby y traducción de Marcos Nava García

Concord era una aldea de menos de cinco mil habitantes cuando Thoreau se estableció en el bosque, junto a la laguna Walden. Él mismo construyó su cabaña para vivir apartado más de dos años, entre 1845 y 1847. De esta experiencia surgió Walden, una obra mezcla de diario íntimo, declaraciones políticas, apuntes naturalistas, ecologismo y reflexiones sobre la vida (no en vano Thoreau, seguidor y amigo de Ralph Waldo Emerson, se definió a sí mismo como un místico, un trascendentalista y un filósofo de la Naturaleza)
La Norteamérica de los tiempos de Thoreau despreció el experimento vital del autor tanto como lo haríamos hoy. La insumisión y la autosuficiencia de Thoreau nos devuelve al ser humano actual en toda su insignificancia y dependencia. Thoreau vivió, mientras nosotros solo existimos. Ser uno mismo, ser insumiso, supone un acto de subversión igual entonces que ahora. Cuando se publicó Walden en 1854, George Eliot dijo: «Tenemos una prueba de pura vida americana, animada por ese enérgico pero tranquilo espíritu de innovación, esa independencia de las fórmulas tanto práctica como teórica, peculiar de algunos de los más finos espíritus».

El propósito de Thoreau era acotar una parcela de vida y cultivarla para saber qué podía extraer de ella. Huir del los propósitos del ser civilizado que dedica su existencia a «satisfacer necesidades vulgares y a obtener meramente comodidades». Un estar que se pierde en los detalles. La simplicidad es la salida a la cotidianeidad llena de asuntos que cumplir y actividades que realizar. Estar vivo no es producir o no parar, es sentir lo que se realiza en cada momento con toda la significación del hecho. Vivió en plena Naturaleza, sintiéndola como parte de sí mismo («Los lugares más salvajes me resultaban inexplicablemente familiares»); meditó y dejó pasar el tiempo sin hacer nada productivo; vivió en soledad, disfrutando de ella: «Creo que es saludable estar solo la mayor parte del tiempo. La compañía, incluso la mejor, se hace pronto cansina y nociva». Seguro también de que nadie tiene el monopolio de lo divino ni de lo espiritual, y que la grandeza está con toda su preeminencia dentro de cada uno de nosotros. Así lo contó con su prosa fluida y poética.
Henry Miller escribió sobre Walden: «Nos hemos convertido en víctimas del tiempo, miramos el pasado con aflicción y queja. Es demasiado tarde para cambiar, pensamos. Pero no. Como individuos nunca es demasiado tarde para cambiar». Eso es lo que Thoreau pensaba.
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