Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), celebrada en Madrid: un fracaso más - ¡Zas! Madrid
Al ser nombrado por la Secretaría del Cambio Climático de las Naciones Unidas como observador de la Sociedad Civil junto a otras 103 personas de distintas organizaciones, me sentí por un lado emocionado al ser designado para comentar en mi entorno sobre los pasos, las reuniones, las decisiones y el trabajo que se iba a realizar en la COP25. Una reunión mundial de países que se enfrentan a un mismo problema grave y que de no poner soluciones, la sociedad mundial se vería abocada al desastre más bien temprano que tarde. Por otro lado, presentía que iba a ser un evento esencial, con decisiones imperiosas e urgentes como así lo estaban reclamando todos los ciudadanos del mundo. Creí, iluso de mí, que iba a ser testigo directo de la unión mundial en la toma de soluciones para atajar y paliar en la medida de las posibilidades el cambio climático que se ha convertido ya en una emergencia climática.
Sin embargo lo que vi, presencié, escuché y sentí, ha sido todo lo contrario a lo que yo esperaba. La zona azul era un verdadero mercado, una feria Fitur donde cada país con su stand, unos más bonitos y grandes que otros, vendían su imagen como un verdadero mercadillo, regalando bolsas “ecológicas” de tela, bolígrafos, libros, vendiendo el turismo de su país, con constantes cátering tras cada charla matutina, entregando panfletos vendiendo las maravillas de su tierra, realizando al día multitud de charlas donde solo asistían los del propio país, en un derroche impresionante de personal, esfuerzos, material, que en nada servía para lo que de verdad se estaba tratando en el Pleno de la COP25, en el eje principal de las decisiones y de las políticas e intereses de cada país para frenar el cambio climático.
Cientos de conferencias al unísono, cada país con las suyas, sin ningún tipo de unión entre ellas, cada uno diciendo lo bien que lo hacían, las medidas que aportaban cuando, sin embargo, esos mismos países estaban enfrentados por la venta del CO2, por su comercio, solo y exclusivamente. Nada del resto de los gases invernadero como el metano, el vapor de agua, el óxido nitroso, el clorofluorocarbono, el ozono troposférico, los miles de productos químicos, las fábricas, las incineradoras, fertilizantes, la contaminación de los aviones o transatlánticos turísticos y un largo etcétera que emiten también gases de efecto invernadero y algunos como el metano veinticinco veces más letales que el propio CO2.
Cada minuto y cada hora en la zona azul, era un ir y venir de cientos de personas que iban de un lado para otro, de numerosas nacionalidades, muchos de ellos venidos en los equipos de los distintos países pero sin pertenecer a los miembros del Pleno, los que trabajaban supuestamente en la búsqueda de soluciones urgentes. Otros se abrazaban de haberse conocido los años anteriores, celebraban el verse. Claro, después de 25 años coincidiendo en el mismo evento año tras año, los lazos de amistad se estrechan, pero no para buscar una solución mundial. Más de 25.000 personas acreditadas. ¿Qué es lo que hacían este ejército de personas dependientes de los países y haciéndose fotos constantes ante los logos oficiales de la COP25 como si de una feria turística se tratara? Todo un despliegue de medios para nada. Porque lo único importante estaba en los representantes de los países que estaban en el Pleno. Lo demás todo sobraba y solo ha sido para hacerse las fotos de rigor de los embajadores, ministros y presidentes de cada país, hacer acto de presencia como si estuvieran interesados de lo que se estaba tratando y después desaparecían tras sus declaraciones con el fondo de la famosa zona azul vigilada por policías de Naciones Unidas.
En el primer Pleno que asistí comenzó con el enfrentamiento político entre Rusia y Ucrania por Crimea. Rusia en sus datos estadísticos medioambientales incluía a Crimea, y Ucrania dijo que no firmaría nada hasta que Rusia retirara los datos estadísticos de Crimea por ser una zona invadida y pertenecer a Ucrania. Europa, Canadá, Estados Unidos apoyaron a Ucrania. Y tuvo que ser Irán quien llamó la atención a la mesa presidida por la Ministra de Medio Ambiente de Chile, para decir que era una cuestión política, que aquí estaban para buscar una solución que el mundo esperaba que se tomara contra el cambio climático. Patético e imperdonable. Como patético fue que alrededor de seis puntos para tomar decisiones fueran aplazados para su discusión en la COP26 a celebrar en Glasgow. El primer día, teniendo dos semanas por delante y ya se dejaban decisiones para el siguiente año. Ni es serio, ni es responsable y es un insulto a la humanidad.
Muchas de las reuniones del Pleno fueron a puerta cerrada. No dejaban entrar ni a los observadores ni tampoco a los medios de comunicación. ¿Por qué este secretismo? ¿Por qué esta falta de transparencia? Porque solo se discutía el comercio del CO2 y muchos países de Sudamérica y de otros estados pequeños, solo pedían dinero de los fondos internacionales para hacer frente a acometidas en sus respectivos países en adaptación al cambio climático. Todo, absolutamente todo, ha estado rodeado de comercio. En lugar de un evento mundial para buscar soluciones efectivas y rápidas ante la emergencia climática, parecía un Congreso Mundial de Economía y de intereses comerciales.
Por otro lado, la zona verde destinada para diferentes eventos tanto de ONG como de conferencias, donde no había día en el que alguna autoridad del gobierno o de las comunidades españolas estuviera dando sus charla. Sin embargo, uno de los grandes protagonistas de esta COP25, los pueblos indígenas, han sido silenciados y sus comunicados y conferencias no han llegado a nadie. No entiendo por qué tantos eventos y conferencias juntos, tantas soluciones y no soluciones lanzadas a la vez tanto en la zona verde como por los distintos países en la zona azul, tantas denuncias y posibles soluciones perdidas, sin que existiera al menos un vínculo, una canalización de todo el flujo de noticias hacía los que en ese momento estaban decidiendo los pasos a seguir de las naciones para el futuro de la humanidad encerrados en su Pleno y sin tener noticias de las protestas en el exterior que fueron muchas incluidas una acción de Greenpeace que escalaron cinco torres del aparcamiento de IFEMA frente a la entrada del Pabellón dos de la COP25 para extender pancartas: “El clima no es un negocio”. Entonces… ¿para qué tantos miles de personas? ¿Para qué tantos eventos y conferencias? ¿No sería mejor que estas reuniones se celebraran en un solo lugar sin que exista un desplazamiento de miles de personas cada año de un país a otro y la enorme huella negativa ecológica que se deja? Si el Pleno, los que deciden, no saben nada de lo que se está tratando en los cientos de conferencias de cada país y que pudieran tener una mayor objetividad ¿para qué tanto movimiento? Solo hay una razón dolorosa. El derroche y el existir en la propia COP unos intereses de negocio en cuanto a la organización año tras año del mismo evento. Esto no va de tomar una solución urgente para muchos organizadores. Es una feria anual de intenciones. Un comercio para vender sus ideas.
Según el Observatorio de Sostenibilidad en su informe de diciembre de 2019 “Emergencia Climática en España”, las empresas que, con sus emisiones, más contribuyen al cambio climático en España en 2018 han sido ENDESA, REPSOL, Naturgy, EDP, ArcelorMittal, CEPSA, Viesgo, Iberdrola, CEMEX, Lafarge-Holcim y Cementos Portland. Según el mismo informe ENDESA, la empresa más contaminante del país, expulsa a la atmósfera el 23% de las emisiones industriales y el 9% de las totales. Las diez compañías más sucias lanzan el 62% de las emisiones fijas y el 25% de las de todo el país. Los sectores de la energía, del petróleo y del cemento son los que más emisiones de efecto invernadero han generado en España en 2018. Y sin embargo, paradójicamente, ENDESA e Iberdrola, han sido empresas patrocinadoras de las COP25, aportando millones de euros para su celebración, dando charlas sus directivos, cuando en realidad desprecian las medidas contra el cambio climático y son responsables de buena parte de las emisiones contaminantes a nuestra atmósfera.
Un lavado de cara cuestionable y que nos da a entender cómo los que contaminan intentan aparentar ante la sociedad como los salvadores y promotores de un cambio climático que ellos mismos están produciendo. También existe una irresponsabilidad abierta en permitir que estas empresas sean patrocinadoras de la COP25, engañando de esta forma al ciudadano como si fueran empresas verdes respetuosas con nuestro medio ambiente.
Por otro lado, los países que han puesto más trabas a terminar esta COP25 han sido, como es lógico, los que son más fuertes en el mercado mundial de combustibles fósiles como Estados Unidos que se ha retirado del Acuerdo de París, Rusia, China y Arabia Saudí. Australia también ha puesto trabas al control de las emisiones de dióxido de carbono a pesar de tener parte de su territorio en llamas en uno de los peores incendios de su historia y que aún hoy continúa ardiendo muriendo millones de animales. Brasil ha sido otro de los países que ha cuestionado los acuerdos en el comercio del carbono, teniendo también a toda la cuenca del Amazonas en llamas. En China cada año la contaminación mata a un millón de personas y sin embargo sigue obstaculizando año tras año las reuniones en la búsqueda de soluciones para combatir el cambio climático.
Es por todo ello, que a pesar de atrasarse el cierre de la COP25 en dos días porque no se llegaban a los acuerdos necesarios, ha finalizado con un gran sentido de impotencia, un amargo sabor de incompetencia de todos los países, una traición sin medida que bien pudiera tratarse de un crimen de lesa humanidad por no tomar soluciones inmediatas y eficaces para evitar las muertes de millones de personas en el mundo a consecuencia del cambio climático y la contaminación del aire que respiramos y del agua que bebemos indispensables para la vida.
La compraventa de cuotas o permisos de emisión entre países que contaminan poco y los que contaminan mucho, ha quedado pospuesto para la COP26 en Escocia. Entonces ¿para qué ha servido la COP25? Todo parece que se decide en torno al comercio del carbono. ¿Y qué pasa con la infinidad de causas que afectan con más dureza y gravedad el cambio climático? ¿Se olvidan de la deforestación principal agente causante del cambio climático y del aumento del CO2 en la atmósfera? ¿De las industrias causantes de gases de efecto invernadero? ¿De los miles de productos químicos que salen al mercado sin control y sin ser testados que afectan a los seres humanos con cientos de enfermedades? ¿Qué pasa con los fertilizantes e insecticidas que envenenan nuestra comida, empobrecen los suelos y contaminan los acuíferos expulsando sin control gases de efecto invernadero? ¿Qué ocurre con esa ganadería intensiva, donde el consumo de carne abusivo esta siendo una de las causas principales de las emisiones de metano, así como del consumo irresponsable del agua?
Según datos de Greenpeace España, el 14,5% de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) a nivel mundial (tanto como todos los coches, trenes, barcos y aviones juntos), procede de la ganadería. El 75% del terreno agrícola es destinado para la alimentación ganadera. Un solo kilo de ternera, ha necesitado 15.000 litros de agua. ¿Por qué no se toman medidas? Claro, todos quieren tener en sus platos buenos filetes y solomillos. Es tabú. No se discute ni se plantea. Solo vamos a tocar en la lucha contra el cambio climático el comercio del carbono y obligar al ciudadano que tiene un coche diesel a que gaste más recursos de la tierra y se compre otro, para que el consumo siga aumentando y quemando los recursos finitos de nuestro planeta. Algo se nos está escapando gravemente en buscar soluciones cuando todo los que he dicho más arriba, ni si quiera se ha mencionado ni se van a tomar medidas para su reducción.
Y como punto y final de esta diría yo, farsa política, lo tenemos en los residuos ocasionados en el desmontaje de la COP25, de todos sus pabellones, de todos los países, donde ha sido denunciado una falta de reciclaje tremenda al mezclar papeles, cartones, telas, cables, vidrios, plantas vivas tiradas a la basura sin ser replantadas, madera… todo en un mismo contenedor. Sobran palabras. Es el espejo vivo del interés que tienen los políticos por solucionar el cambio climático. La vergüenza de escuchar en las charlas de la zona azul la palabra reciclaje y cuál es la verdadera realidad a espaldas de la sociedad.
Los ciudadanos de la Tierra no nos merecemos tener dirigentes de este calibre que hacen lo contrario a lo que dicen, que no toman soluciones efectivas por estar presionados o prisioneros de las multinacionales que contaminan. Mientras tanto, los efectos del cambio climático cada vez son más alarmantes. Los gobiernos tienen la obligación de proteger el clima y si no lo cumplen, les debemos llevar a los tribunales de justicia. En muchas ciudades y gobiernos se ha declarado la emergencia climática. Pero esta declaración no debe quedar solo en palabras o buenas intenciones, sino ejecutar hechos que de forma inmediata se pongan en práctica. En soluciones que no se necesiten décadas para ponerse en práctica como está pasando con las famosas COP, ferias para mostrar las galas de la irresponsabilidad.
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