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¡Zas! Madrid | October 8, 2024

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'Me moriré en París': antología ilustrada de la poesía y la prosa de César Vallejo - ¡Zas! Madrid

‘Me moriré en París’: antología ilustrada de la poesía y la prosa de César Vallejo
Emilia Lanzas

Me moriré en París, publicado por Nórdica, es una selección de la obra de César Vallejo, ilustrada por Sara Morante y editada por Víctor Fernández

Los poemas escogidos de la obra de César Vallejo que conforman Me moriré en París van desde su primer libro, Los heraldos negros, de 1918, a España, aparta de mí este cáliz, de 1937

El verso premonitorio «Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo», perteneciente al poema «Piedra negra sobre una piedra blanca», incluido en su libro Poemas humanos (1931-1937) introduce este recorrido vital, a modo de antología, de poemas y textos en prosa del escritor peruano César Vallejo (1892-1938), uno de los escritores más innovadores del siglo XX. Como indica Víctor Fernández en el prólogo: «Vallejo está en el ojo del huracán de la renovación/revolución que está teniendo lugar en el mundo del arte. Es el fruto de la semilla que había plantado poco antes Arthur Rimbaud».

Ilustración de Sara Morante para Me moriré en París.

El día 15 de abril de 1938, César Vallejo escribió una carta a su amigo Luis José de Orbegoso: «Un terrible surmenage me tiene postrado en cama desde hace un mes, y los médicos no saben aún cuanto tiempo seguiré así. Necesito una larga curación, y encontrándome sin recursos para continuarla, he pensado en usted, don Luis José, en el gran amigo de siempre, para pedirle su ayuda en mi favor. En nombre de nuestra vieja e inalterable amistad, me permito esperar que el querido amigo de tantos años me tenderá la mano, como una nueva prueba de ese noble y generoso espíritu que le ha animado siempre y que todos conocemos». A las pocas horas, César Vallejo moría.

El poeta dejaba libros como Los heraldos negros (1918), Trilce (1922), uno de los grandes títulos de la vanguardia, Poemas en prosa (1929), Escalas mecanografiadas (1923), los espléndidos Poemas humanos (1937) y España, aparta de mí este cáliz (1937), sobre la tragedia de la guerra civil española. De todas estas obras se han seleccionado las mejores poesías y textos en prosa de César Vallejo que dan una breve pero profunda semblanza del escritor.

Vallejo se presenta en París como «un obrero de Perú»; inestable, angustiado, triste, pobre. Se siente desagraviado y huérfano. Su personalidad no se ajusta mucho a la capital francesa, y no acaba de sentirse ni integrado, ni querido en ella. Así lo manifiesta en el mismo poema «Piedra negra sobre una piedra blanca»:

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro.

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…

Ilustración de Sara Morante para Me moriré en París.
Ilustración de Sara Morante para Me moriré en París.

Marxista convencido —el marxismo le marca el camino para la transformación del mundo— visita España en plena contienda, para participar en el II Congreso Internacional de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia en 1937; y la Rusia bolchevique, en 1928. Son los dos únicos viajes que realiza durante su estancia en París. En Los artistas ante la política, texto incluido en esta antología, declara: «El artista es, inevitablemente, un sujeto político. Su neutralidad, su carencia de sensibilidad política probaría chatura espiritual, mediocridad humana, inferioridad estética»; aunque en este artículo, dedicado a Diego Rivera, diferencia entre propaganda y creación.

Todo ello configura el ser de la poesía de César Vallejo, una poesía intrincada, pero imprescindible. Josefina Martínez Álvarez la define con clarividencia: «La poesía de Vallejo, brotando de sentimientos e intuiciones del hondón de la conciencia, de capas sublógicas y no organizadas habitualmente por el entendimiento razonador, clasificador y definidor, es natural que se exprese de un modo correspondiente y que su eficacia sobre el lector no proceda de virtudes de claridad ni transparencias lógicas, sino de golpes oscuros que hacen surgir la iluminación poética inesperadamente y en las zonas más escondidas de ordinario en la conciencia del lector, el cual para dejarse impregnar necesita relajar sus cotidianas herramientas lógicas».

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