Don Quijote cabalga de nuevo: tras la senda del hidalgo por las tierras de La Mancha, y algo más - ¡Zas! Madrid
Con motivo del cuarto centenario de la publicación de la Segunda Parte de Don Quijote, Julio Llamazares recibió el encargo de seguir los pasos de José Martínez Ruiz, Azorín. La búsqueda del hidalgo y de su escudero por algunos de los rincones de La Mancha ha visto la luz en forma de libro, un año después, El viaje de don Quijote (Alfaguara, 2016), la suma de las treinta crónicas que fueron publicadas previamente en el diario El País, y algunas anotaciones académicas añadidas.
Azorín se embarcó, en 1905, en la aventura de descubrir los rastros geográficos que quedaban de don Quijote y de su escudero Sancho Panza a lo largo de los pueblos manchegos. José Ortega Munilla, director del periódico El Imparcial, fue quien le encargaría hacer una serie de crónicas, quince en total, con motivo del tercer centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, y el escritor alicantino recorrió una parte de La Mancha. Como el mismo Azorín contó en sus crónicas, Ortega Munilla le entregó un sobre con dinero y un revólver para hacer frente a los bandoleros antes de abrirse paso por los caminos polvorientos de La Mancha. Una ruta de quince días, y la visita a los lugares más emblemáticos en la obra cervantina: Argamasilla de Alba, Puerto Lápice, Ruidera, Campo de Criptana, El Toboso y Alcázar de San Juan.
El semanario gráfico Blanco y Negro envío un fotógrafo a La Mancha en busca de los personajes de la novela de Miguel de Cervantes: don Quijote, Sancho Panza, Dulcinea del Toboso, Teresa Panza, el ama, el cura y el barbero. El fotógrafo encontraría, tal vez, en muchos rincones de la geografía manchega, personas que bien pudieron parecerse a los que el escritor describe en su novela más famosa.
El autor de La ruta de don Quijote fue desde Madrid a Argamasilla de Alba en tren, y sin duda un viaje por la llanura manchega a comienzos del siglo XX debió de ser muy diferente a cualquiera de hoy, y así un joven Azorín realizó la mayor parte del trayecto en carro, y según testimonia en sus crónicas, tardó
ocho horas en recorrer los apenas 30 kilómetros que separan Argamasilla de Ruidera, y veinte horas en ir y volver de Argamasilla a Puerto Lápice.
Cien años después
Muy diferente resulta el mismo trayecto en coche por toda la región que ha realizado Julio Llamazares, quien asegura que, al igual que el resto del mundo, «La Mancha ha cambiado más en el siglo transcurrido entre ambos viajes que en los tres siglos que habían pasado entre Cervantes y Azorín». Sin embargo, lo que más llama la atención del viaje y lo vivido por el escritor leonés, es que, según afirma, esta tierra ha cambiado poco en su esencia. «Han variado los pueblos, los cultivos, las comunicaciones, claro está…, pero en cuanto rascas y hablas con las personas, ves que el espíritu cervantino sigue presente».
Andanzas quijotescas
El viaje de don Quijote resulta un libro esclarecedor y abunda en retazos de humor y un finísimo sarcasmo no falta en sus páginas. Llamazares, con su aportación, retoma las aventuras de don Quijote y Sancho, y lo hace con la misma libertad que rezuma el clásico, «una novela que, por imaginaria, ocurre en todos los lugares y en ninguno”. Canavaggio, el reputado cervantista en su breve prólogo aclara: “En una acertada variación de tonos y registros en la que alternan simpatía, emoción, lucidez y humorismo, estas crónicas de Llamazares, nos descubren una ‘geopoética’ del Quijote que suscita y renueva constantemente el interés y el placer del lector”.
El escritor leonés cree que Cervantes eligió La Mancha para las andanzas de don Quijote porque conocía esta tierra de su tiempo como recaudador de impuestos y hace una parodia de ella y de sus paisanos. «Se trata de una obra de humor y el autor escogió un escenario antagónico a los idílicos paisajes de las novelas de caballería, con castillos con hiedras y princesas rubias», afirma.
En este libro de viajes, el autor recorre una ruta que le revela unos contrastes no por sabidos menos prodigiosos, pasando de hamburgueserías en el centro de un pueblo de La Mancha a antiguas ventas con personajes anclados en el pasado.
Y un tema aun por debatir ¿Cuál es la cuna de Cervantes y del Quijote? A esto Llamazares responde con otra pregunta: «¿Qué más da de dónde eran o dónde vivieron?». Un gran número de pueblos pugnan por ser el lugar de nacimiento del autor y del personaje más universal de la literatura española, pero lo importante es que la novela más importante escrita en lengua española tiene su alma en La Mancha.
La ruta literaria que emprende Llamazares se divide en tres partes, y se inicia en Madrid, llega hasta Sierra Morena, se detiene en La Mancha y Zaragoza y concluye en la playa de Barcelona, donde el caballero andante se enfrenta y cae derrotado ante al caballero de la Blanca Luna.
Prologa el texto Jean Canavaggio, y las ilustraciones son de Jesús Cisneros.
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