El gato montés: el gran olvidado - ¡Zas! Madrid
En España nadie se ha preocupado por la conservación del gato montés
Mi intención es mostrar la etología del gato montés para que abramos los corazones a este felino nuestro, de nuestros campos, de nuestra fauna ibérica
Puede que veamos un gato en el bosque o en la montaña. Puede que estemos en presencia de un verdadero gato montés y no de un gato vagabundo que ha salido a divertirse fuera del casco urbano.
De los mamíferos silvestres de nuestra fauna, el gato montés es tal vez el menos conocido de todos, el gran olvidado de nuestros bosques. No existe, que se conozca, un estudio sobre la distribución y estatus de su población en la península ibérica. Sólo, algunas comunidades autonómicas, con ocasión de la elaboración de un atlas de mamíferos, han aportado datos recientes, aunque no muy determinantes, sobre esta peculiar especie. Su biología es conocida gracias a ejemplares en cautividad y a su seguimiento mediante collares con emisor tras su puesta en libertad. Sigiloso, solitario y de hábitos nocturnos; el Gato Montés se desliza entre las sombras de la noche bajo las estrellas, para lanzar un grito de advertencia. Desde la soledad ha pasado al olvido, y desde este, sólo hay un paso hacía su extinción.
Entre los indios Quechuas del Perú, persiste la creencia en un fiero gato montañés alado, llamado Ccoa, que lanza rayos de sus luminosos ojos. Se cree que Ccoa, un activo y temido espíritu, ejerce su poder sobre el clima, y por tanto sobre la fertilidad de las cosechas y animales, rugiendo como el trueno y orinando lluvia. Se dice que hay dos clases de personas, las que sirven a Ccoa, entregándole ofrendas y cuyos campos nunca sufren el daño de las heladas y el granizo, y aquellas que están en su contra, que enferman con frecuencia y cuyos campos apenas producen.
Los gatos han causado un profundo impacto en la imaginación humana desde que nuestra especie comenzara a dar sus primeros pasos. Los grandes gatos han inspirado miedo y admiración a un tiempo; los pequeños, ya fueran salvajes o domesticados, han encontrado a su vez un lugar en nuestras supersticiones y afectos como representantes en miniatura del espíritu felino.
El gato doméstico se cree que apareció por primera vez en Egipto durante el Nuevo Imperio, alrededor del año 1.500 a.C. Muchos expertos coinciden en afirmar que las primeras variedades de gatos domesticados descienden bien del gato salvaje africano (Felis silvestris libyca) o del cruce entre éste y el gato de la jungla (Felis chaus), realizado en los recintos del templo o en las zonas habitadas por el hombre.
La atención que los egipcios prodigaban a sus gatos, se hacía especialmente evidente a su muerte. Cuando un gato moría, la casa se sumía en un período de luto y lamentaciones que incluía el afeitado de las cejas. El cuerpo del gato se llevaba a un embalsamador y luego de haberle tratado con aceites aromáticos y envuelto en lino, se le cubría con una venda exterior de tela, papel maché o un pequeño ataúd de madera, según las posibilidades de la familia. Una vez terminado este proceso, la momia del gato se enterraba en uno de los muchos cementerios que salpicaban las orillas del Nilo o, quizá, en el cementerio de gatos más sagrado y grande de todos, en Bubastis. El número de estos animales que recibió este tratamiento ceremonioso, fue enorme. En unas excavaciones realizadas en Beni Hassan en 1989, se encontraron unos trescientos mil gatos momificados.
Los gatos egipcios vivían en los templos, donde los machos eran consagrados al dios sol Ra, que conserva el orden y la armonía del universo. Las hembras a la diosa de la fertilidad Basteta. A pesar de su carácter sagrado, muchos morían sacrificados. Fuera de estos rituales, el que mataba un gato era condenado a muerte.
En Europa, durante la Edad Media, se asoció al gato doméstico con la brujería, lo que le valió numerosas persecuciones. Parece que la especie salvaje a la que está dedicado este homenaje, se libró bastante de la persecución, si bien se ganó una persistente fama de cruel, como dan testimonio de ello las obras de ciencias naturales, que describieron al gato montés como una auténtica bestia feroz “capaz de matar muchas más presas de las que puede devorar”.
Origen
En Europa, Asia y África, existen actualmente diferentes formas de gatos monteses. Según algunos investigadores, hace aproximadamente 20.000 años se produjo una clara separación en los gatos monteses de Europa y los de África.
El africano, mejor adaptado a los ecosistemas secos posglaciares de Asia y África, debió aparecer en esas regiones en sustitución del gato europeo. Hay quien considera al europeo y africano correspondientes a dos especies distintas. Otros identifican una tercera especie correspondiente a las poblaciones de Asia.
Las clasificaciones más recientes apoyan la teoría, considerando una única especie Felis silvestris, con dos subespecies: silvestris en Europa y lybica en África. En cuanto al grupo asiático ornata, que incluye las poblaciones desde Irán a la India y el oeste de China, la opinión más generalizada es que ha de incluirse en la subespecie lybica.
En este reportaje nos centraremos en la especie europea que es la que habita en nuestra península.
Morfología y anatomía
A primera vista, el Gato Montés presenta un aspecto bastante parecido al de un gato doméstico atigrado aunque, al menos en teoría, es posible diferenciarlos por una serie de características externas: mayor tamaño y fortaleza de los miembros; pelaje más largo y cola cilíndrica y ancha terminada en brocha, frente a la del doméstico, delgada y acabada en pincel.
Posee una única banda dorsal negra, desde la mitad de la espalda hasta la raíz del rabo. Cuatro o cinco líneas desde la región frontal hasta la cervical, donde dos de ellas se bifurcan hacía los hombros y las otras dos se ensanchan y se sitúan a ambos lados de la columna vertebral. La cola es ancha y presenta los últimos anillos muy visibles. En cuanto a la coloración, existen tres fases: gris, parda y en ocasiones melánica, muy típica de las poblaciones de Escocia.
Debemos tener en cuenta todas estas características, cuando observemos a un gato en el bosque o la montaña. Puede, que sin quererlo, estemos en presencia de un verdadero gato montés y no de un gato vagabundo que ha salido a divertirse fuera del casco urbano.
Distribución geográfica
Con el transcurso del tiempo, en Europa ha ido disgregándose como consecuencia de la regresión de las masas forestales y de la persecución del Gato Montés por parte del hombre, hasta llegar a la situación actual.
La dinámica poblacional de esta especie a escala continental, parece que en la mayoría de los países presenta una tendencia al descenso de sus poblaciones, que en muchas ocasiones se hallan fragmentadas y aisladas entre sí.
Distribución geográfica del gato montés en Europa
En España es una especie que antaño estaba abundantemente extendida, pero su población ha ido disminuyendo. No existen datos actuales sobre su población, aunque se presume una importante regresión debido a una gran variedad de factores que comentaré en un capítulo más adelante.
Como muy bien reconoce el Libro rojo de los vertebrados de España: “En general, parece ser más bien escaso, pero puede ser localmente abundante en algunas zonas, sobre todo en bosques y áreas poco pobladas. No existe información sobre densidades ni tendencias poblacionales. Se desconoce su distribución con precisión”.
De cualquier forma, sería URGENTE acometer, como recomendó el Convenio de Berna en 1992, un inventario detallado, que nos permita conocer no sólo su distribución sino también su dinámica poblacional, su estatus genético y su problemática de conservación.
Hábitat
El área de campeo del Gato Montés, es sumamente variado, aunque el más típico está constituido por grandes masas forestales, desde las zonas de llanura hasta la media montaña.
Según el biólogo italiano Ragni, es necesario que al menos un 30% del territorio posea una óptima cobertura vegetal. Otros requisitos importantes parecen ser una población humana baja y no dispersa, así como poca innivación durante el invierno (nunca más de cien días con más del 50% de la superficie cubierta de nieve).
En España no existen datos concretos sobre este aspecto, aunque se ha comprobado en una variedad de medios, desde los bosques caducifolios hasta las manchas de matorral mediterráneo de las sierras interiores.
Vida nocturna
El gato montés es en apariencia, un animal más bien solitario. Sin embargo, la sociabilidad de este animal no se reduce a encuentros fortuitos o relacionados únicamente con las necesidades de la reproducción. Este felino puede tener numerosos contactos con sus congéneres y una vida social cuya organización se manifiesta a través de la disposición de territorios individuales.
Se desplaza sobre todo a la hora del crepúsculo o por la noche, marcando su territorio y cazando de acuerdo con un ritmo que varía mucho de un animal a otro. La hembra es menos vagabunda, explota su territorio con mayor regularidad y vuelve a menudo a la misma madriguera. El macho, especialmente en primavera, se desplaza a un trote rápido de 3 a 6 Km/h durante gran parte de la noche practicando, por tanto, una caza itinerante. Esto le permite visitar a intervalos regulares, los lugares frecuentados por una hembra.
La actividad de ciertos animales se inicia entre las 16 y las 18 horas y termina de madrugada, antes de las siete de la mañana, es decir, que recorre cada noche entre 8 a 20 Km.
Caza y alimentación
El gato montés demuestra ser un predador poco especializado, capaz de dar caza a presas de tamaño variable, desde una musaraña a una liebre. Al contrario de lo que ocurre con el lince, no existe una presa principal, sino que se alimenta en cada región y momento de la presa más asequible. Esta característica importante, le ha servido para no entrar en la lista de las especies en peligro de extinción, aunque como ya he dicho repetidamente, se desconoce la población general en la península ibérica, por lo que no se puede formar un juicio exacto sobre su situación. A pesar de este patrón de comportamiento oportunista, se han podido observar en ocasiones, ciertas especializaciones cuando las presas frecuentes se encuentran en bajas densidades.
Como la mayoría de los félidos, el Gato Montés practica dos tipos de caza, una itinerante y otra que se podría calificar de estacionaria. Este excelente trepador, que no caza nunca en los árboles sino siempre en el suelo, se alimenta sobre todo de roedores, conejos y pájaros que hacen nido en tierra.
En el curso de su caza itinerante, el felino explora con su penetrante mirada los bordes del camino y todos los arbustos, examina las madrigueras, atento al más mínimo ruido. Una vez localizada la presa, se aproxima furtivamente a ella en silencio, avanzando lenta y rápidamente, al igual que hemos visto todos a los gatos domésticos intentar atrapar una mariposa. Cuando se considera situado a proximidad suficiente, se agazapa y se inmoviliza con el cuerpo proyectado hacía adelante, antes de abalanzarse sobre su víctima.
La caza llamada estacionaria, se desarrolla en una parcela de 1 a 2 hectáreas. El Gato Montés se queda entonces inmóvil, a veces durante varios minutos seguidos, con aire adormilado. Despertado de pronto, se desplaza unos metros, intenta la captura y vuelve a iniciar un paciente acecho.
Después de saltar y haber capturado una presa, es inmovilizada con las patas delanteras y mordida hasta su muerte en la base del cráneo. Estas son consumidas in situ, aunque los restos de las de gran tamaño, son a veces cubiertos con hojarasca o incluso subidos a los árboles, como hace habitualmente el leopardo.
La ingestión de alimentos necesaria para un individuo adulto, alcanza una media diaria en torno a los 500 gramos. Teniendo en cuenta que tan sólo la mitad de los intentos de caza tienen éxito y también el pequeño tamaño de la mayoría de las presas, los gatos se ven obligados a cazar varias horas al día (entre siete y nueve horas en zonas de baja densidad de ratones) para cubrir sus requerimientos energéticos. Cuando se alimentan de presas mayores como el conejo o la rata cavadora, este tiempo se reduce hasta la cuarta parte. Consume regularmente vegetales para favorecer la digestión y el tránsito intestinal.
En regiones donde abundan conejos, el Gato Montés reemplaza a los roedores en su dieta. En el centro de España, se cree que representan el 71% del alimento consumido y los roedores sólo el 15%. Esto ha sido un factor más para ser perseguido como alimaña por los propietarios de cotos de caza y que en la actualidad persiste.
Cuando el gato Montés se siente amenazado, muestra los dientes de forma particularmente impresionante, al tiempo que baja las orejas, lanza bufidos, escupe y eriza los pelos. Debido a este comportamiento, se ha forjado la imagen parcial que dan del Gato Montés los observadores atemorizados y que legitimó el exterminio masivo de que fue objeto. Es un hecho que, cuando el animal se ve acorralado, puede atacar al hombre, pero siempre que se encuentre a menos de un metro de distancia de éste. La fama de animal agresivo que se ha ganado, proviene sin duda de estos encuentros, de hecho más bien raros.
Reproducción y crecimiento
El periodo de celo se extiende en general desde mediados de enero a finales de febrero, aunque en el macho la espermatogénesis suele durar hasta junio o julio. Las hembras estacionales, pueden entrar en celo durante un periodo mucho más dilatado, de enero a agosto, sobre todo si se ha producido la pérdida de la primera camada.
Los machos emiten un maullido grave y monocorde característico. Recorren su territorio marcándolo con más intensidad que de costumbre, especialmente por lugares ocupados por las hembras.
El parto, ocurre mayoritariamente de marzo a abril, pero los cachorros procedentes de acoplamientos tardíos, pueden nacer los meses siguientes, hasta principio de octubre. El escalonamiento del período de reproducción, hizo creer a los investigadores que el Gato Montés paria dos veces al año, lo cual no es cierto.
Después de una gestación de entre 63 a 69 días, da lugar a camadas de 3 a 4 cachorros, con un máximo de 7 en libertad y de 8 en cautividad.
Los jóvenes pesan al nacer unos 135 gr. Las hembras paren en una gran variedad de refugios, tales como cuevas naturales, grietas en rocas y árboles huecos, aunque a veces utilizan también construcciones humanas poco visitadas o abandonadas.
Los cachorros son depositados directamente sobre el suelo desnudo, limpiado previamente por la madre. Si la hembra detecta que su guarida ha sido descubierta, traslada con frecuencia a sus gatitos a otros emplazamientos más tranquilos.
Los cachorros abren los ojos entre el séptimo y el duodécimo día. Comienzan a andar al cabo de 16 días como pronto y de 20 como máximo.
Al nacer, tienen una necesidad absoluta de calor materno, por lo que permanecen apelotonados en el lecho durante las primeras semanas, mientras la madre sale de caza. La comadreja y el armiño, pueden introducirse en las madrigueras tras la ausencia de la madre y devorar a los indefensos pequeños.
El periodo de lactancia de las crías dura alrededor de un mes y medio, aunque el destete no es total hasta unas tres semanas después. La hembra lleva el alimento a sus pequeños y se cree, que posteriormente, éstos acompañan a su madre en excursiones cada vez más largas a través de su territorio.
Alcanzan la madurez sexual a partir de los 10 meses y es probable que entonces los jóvenes vayan en busca de un territorio.
En el Harz (Alemania), se han encontrado machos a una distancia comprendida entre los 3 y los 55 km. del sitio donde habían nacido. Sin embargo, se sabe muy poco acerca de esta dispersión de los cachorros, que a buen seguro comporta una considerable mortalidad.
Problemática de conservación
Los gatos monteses se enfrentan en Europa a todos los problemas que afectan a los demás carnívoros de tamaño medio, como la destrucción por parte del hombre o la pérdida de hábitat, y a otro mucho más específico, la hibridación con el gato doméstico. De la importancia del trampeo puede darnos idea de la cuantía de las capturas en los países del Este: de 9.000 a 11.000 pieles vendidas en Rusia cada año en la década de los cincuenta y casi 11.000 anuales en Eslovaquia en 1980. En Francia tan sólo en una provincia, La Meuse, se mataban entre 500 y 1.000 ejemplares al año antes de que el Gato Montés fuera protegido en 1976.
Aunque esta protección legal ampara al gato en toda su área de distribución en Europa occidental, una gran aparte de la mortalidad no natural sigue siendo de origen humano. En Alemania, el 85% de las muertes conocidas son debidas al hombre, el 50% a la caza y el 23% a atropellos. En escocia este porcentaje alcanza el 92%, mientras que en Francia el 46% muere en cepos, el 19% por arma de fuego y el 34% atropellados. En España no se dispone de información de este tipo, aunque las cifras alcanzan sin duda magnitudes comparables, sobre todo considerando que en muchos cotos de caza menor se intenta exterminar a los gatos monteses ya que se les considera grandes predadores de las especies de interés cinegético.
Directrices del Convenio de Berna
En diciembre de 1992, la XII Asamblea del Convenio de Berna, aprobó las líneas maestras de lo que deberían hacer los países miembros para garantizar la conservación del Gato Montés en Europa y de la que muy escasamente o nada, se ha llevado a la práctica.
1.- Realizar inventarios cartográficos de las regiones propicias para el Gato Montés, con información sobre los pasillos de comunicación entre estas zonas y los obstáculos naturales y artificiales que puedan dificultar la dispersión de los gatos.
2.- Gestionar las áreas forestales habitadas por el gato, teniendo en cuenta sus requerimientos; estas medidas deberían tender a aumentar el aspecto natural de la masa, evitando por ejemplo la plantación de árboles de edad homogénea y favoreciendo el empleo de especies autóctonas y, si es posible, la reconstitución de los bosques primitivos.
3.- Favorecer el mantenimiento de los paisajes tradicionales de agricultura no intensiva, con utilización de pocos pesticidas y abonos, al constituir estas zonas un buen hábitat para el gato montés.
4.- Conservar, mejorar o crear, según sea el caso, corredores ecológicos para el gato montés.
5.- Evitar la fragmentación de las poblaciones de gato montés por las carreteras y otros obstáculos. Adaptar las carreteras ya existentes para permitir el paso de la fauna y, en las zonas habitadas por el gato montés, prever lugares de cruce para los animales silvestres en el diseño de nuevas carreteras.
6.- Evaluar el impacto de las nuevas infraestructuras (carreteras, embalses, canales, etc.), del turismo y del cambio de las prácticas agrícolas sobre el gato montés.
7.- No cazar a los gatos caseros asilvestrados allí donde existe la posibilidad de confundirles con el gato montés. Definir zonas donde, sin autorización expresa, esté prohibido matar a cualquier gato.
8.- Cuando resulte imprescindible eliminar a los gatos asilvestrados, autorizar únicamente la utilización de cepos inofensivos por parte de personal con autorización expresa.
9.- Tomar las medidas que resulten adecuadas para no matar ningún gato cuando se quiera disminuir la densidad de predadores en las áreas con aprovechamiento cinegético.
10.- Estudiar la necesidad de establecer planes nacionales para la conservación del gato montés.
11.-Estudiar la posibilidad de iniciar proyectos de reintroducción en regiones adecuadas donde sea poco probable una recolonización natural. Evitar el inicio de programas de este tipo cuando las normas internacionales (de la UICN o del Consejo de Europa) no puedan ser plenamente cumplidas.
12.- Potenciar la investigación sobre los aspectos de la biología del gato montés y de los gatos caseros asilvestrados que permita una mejor gestión de sus poblaciones, en especial:
La distribución geográfica y los patrones de dispersión de la especie.
La dinámica de la población.
El efecto de las barreras sobre la fragmentación de las poblaciones.
La hibridación del gato montés con el doméstico.
Los factores genéticos y morfológicos que diferencien al gato montés del doméstico.
13.- Organizar campañas de sensibilización entre los colectivos de cazadores, de guardas ambientales y entre la población local en las regiones habitadas por el gato montés. Recalcar en estas campañas el estatus de especie protegida, su gran valor biológico y natural y sus problemas de conservación.
Entre las recomendaciones a los países firmantes del Convenio, figura que España y Portugal realicen un inventario nacional de la distribución geográfica y de la situación de la especie. Ningún punto de los recomendados por el Convenio de Berna se ha puesto en práctica en España.
Protección legal
El gato montés se encuentra protegido por el Real Decreto 439/90 apéndice II de los catalogados de “Interés especial”. En la Directiva Hábitat, aprobada por la CE el 21 de mayo de 1992, en su Anexo IV como estrictamente protegido. En el Convenio de Berna, Anexo II que incluye a las especies estrictamente protegidas. En el Reglamento CITES (3626/82/CE) y ampliado por el Reglamento 3636/83/CE, en su Anexo II.
Con la entrada en vigor del nuevo código penal, en su capítulo IV referido a los delitos relativos a la protección de la flora y fauna, en su artículo 334 dice: «El que cace o pesque especies amenazadas, realice actividades que impidan o dificulten su reproducción o migración, contraviniendo las Leyes o Disposiciones de carácter general protectoras de las especies de fauna silvestre, comercie o trafique con ellas o con sus restos, será castigado con la pena de prisión de seis meses o dos años…»; se tienen las herramientas suficientes para poner en práctica la conservación de nuestra fauna silvestre.
Conclusión
Como hemos visto una vez más, la fauna española se encuentra en grave deterioro. Especies como el águila imperial, el lince ibérico, arao común Ibérico, oso pardo, lobo ibérico, etc.; aún sobreviven con mucho esfuerzo en los campos, costas y montañas de nuestro país. Poseemos una riqueza faunística muy superior a la mayoría de los países de Europa Occidental. Es cierto que existen planes de recuperación y conservación, pero en contraste, el avance de la destrucción masiva por el hombre, avanza a pasos de gigante, arrasando los últimos enclaves de la fauna y flora autóctona de nuestro país.
El gato montés se encuentra en la cabeza de los mamíferos terrestres de la fauna ibérica, como el gran olvidado. No sabemos nada de él en cuanto a su distribución geográfica. Con respecto a su biología, sabemos algo más gracias a las observaciones realizadas en cautividad y a los informes que nos llegan de Escocia y otros lugares de Europa. En España nadie se ha preocupado por su conservación. Al no existir fondos europeos para realizar Proyectos de Conservación del gato montés, éste ha sido apartado de los planes de recuperación. Olvidado incluso por los ecologistas y más aún por la Administración. Desde hace más de dos décadas vengo denunciando en distintos medios, el abandono del gato montés, del olvido, de apartarle como si no existiera en nuestra fauna dando prioridad al lince ibérico. Debido sobre todo a los fondos europeos de recuperación de la especie. Pero ¿y el gato montés? ¿No tiene derecho a ser protegido? ¿Al ser menos bello que el lince significa que debe desaparecer de nuestros campos? ¿Por qué ese tupido velo contra él incluso por los ecólogos y biólogos?
Hace dos años presenté un informe a la UICN de España, llamando la atención de este gran olvidado de nuestra fauna ibérica. Si bien fue recogido en un estudio de especies en peligro de extinción, nadie ha movido un dedo para su protección. Seguramente en muchos lugares habrá desaparecido para siempre. No comprendo cómo hemos llegado a considerar ciertas especies de élite para su protección con lo cual estoy de acuerdo, pero que sin embargo, otras han quedado en el tintero de la ignorancia y de la incomprensión. Por mi parte, lo he intentado durante diez años para que alguien se haga eco de mi denuncia. Mañana, cuando se dé por extinguida esta especie, habrá quien hipócritamente se eche las manos a la cabeza, responsabilizando a otros de este gran olvido
¿Nos daremos una sorpresa cuando por fin hagamos caso a las recomendaciones que el Convenio de Berna pidió a España hace 22 años? Espero desde estas líneas por el bien de la riqueza faunística que alberga nuestro país, que cuando nos decidamos a realizar el inventario nacional de la distribución geográfica y situación de este bello animal, no tengamos que agachar la cabeza de vergüenza al comprobar que del olvido haya pasado a la extinción.
Sólo espero una vez más que esta denuncia pública sea recogida por quien corresponda y se haga un censo inmediato a nivel nacional para ver cómo se encuentran sus poblaciones. Mi intención, es mostrar su etología, para que abramos nuestros corazones a este felino nuestro, de nuestros campos, de nuestra fauna ibérica y deje de ser un exiliado para convertirse en una especie que reclama su protección, derribando la muralla que pueda existir de intereses y de abandono e indiferencia, poniéndolo en el lugar que le corresponde en nuestros bosques.
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