Exposición de Pablo Siebel, 'El bosque de las mujeres olvidadas' - ¡Zas! Madrid
Un bosque onírico que muestra realidades extremas
La exposición El bosque de las mujeres olvidadas estará abierta hasta el 13 de marzo, en el centro La Neomudéjar
La instalación reflexiona sobre conceptos como el subconsciente, el dolor, el silencio, la pérdida y el horror.
Pablo Siebel muestra el resultado de ocho meses de trabajo en la residencia de La Neomudéjar. La exposición reúne veintiuna esculturas que ocupan el centro de la sala Carpintería del Museo, junto con obra pictórica muy cercana al Arte Bruto. La muestra coloca a la mujer en el centro, con obras que definen arquetipos y posicionamientos donde la sociedad ha ido silenciando a las mujeres y generando el límite del llamado «techo de cristal». «Una consecuencia de la implantación del sistema patriarcal que ha ido relegando y silenciando la labor de nuestras compañeras», ha declarado el artista.
La obra de Pablo Siebel se encaja dentro de la tendencia artística denominada primitivismo, una forma espiritual más profunda que critica la modernización de la sociedad occidental. Además, la ejecución de Pablo Siebel es tosca, de trazo abrupto y en sus esculturas utiliza arpilleras a las cuales moldea con una plástica escultórica, logrando un resultado diferencial muy consistente.
Igualmente, su trabajo a favor del arte reciclado entra en la narrativa de las lógicas del arte contemporáneo, incorporando luces, fluorescentes y objetos cotidianos como espumaderas, espejos, platos, plumas y ramas. Para Pablo Siebel la elección de determinados elementos abandonados forma parte del aquí y el ahora; el arte debe conectarse con el contexto en el que vivimos. Por ejemplo, muchas de las ramas que articulan este bosque son restos dejados por la tormenta Filomena, como muestra de una realidad a la que estamos expuestos.
En cuanto a la pintura, varias obras de gran formato visten las salas del Museo. La instalación es un homenaje a los niños perdidos, es una obra que lleva fraguando durante años por un episodio familiar donde la pérdida de su hermano pequeño supuso un cisma en la narrativa personal. La muerte está representada por unos crespones con lazos negros y unas esculturas de niños atados con trapos, que evocan al personaje del imbunche (que significa «persona deforme» en lengua mapuche y es el protagonista de una leyenda del sur patagónico que afirma que era el cuidador de la cueva de los brujos y que, además, señalaba quién estaba próximo a la muerte). Una cuna con velo negro y un caballo de cartón oculto bajo un guardapolvo de tul, dan fe de que el artista ha expuesto su trabajo más visceral.
El colofón de las obras expuestas es una serie de dibujos que Siebel ha pintado en plena pandemia y que fiel a su línea de territorios y seres antropomorfos, dan cuenta de un mundo que el artista considera, de alguna forma, posapocalíptico.
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