Crítica literaria para jóvenes

Un ensayo para saber por qué es necesario leer a los clásicos

La colección Tus Libros, de la editorial Anaya, comenzó en 1982 con la finalidad de acercar al público juvenil (o lectores en proceso de formación) una amplia selección de clásicos de la literatura universal, fundamentalmente del siglo XIX.

Cada una de las ediciones incluía apéndices en los que diversos comentaristas analizaban el espacio social, cultural y literario de la época, como el momento temporal histórico, la biografía del autor y el análisis de la obra. Uno de estos comentaristas fue Constantino Bértolo, autor de diecinueve de estos apéndices, escritos desde 1982 a 2000, y ahora reunidos en Espía en país enemigo. Algunos de los autores y de las obras analizadas en este libro son La máquina del tiempo, El hombre invisible y La guerra de los mundos, de H. G. Wells; La narración de Arthur Gordon Pym y El gato negro, de Edgar Alla Poe; Drácula, de Bram Stoker; El chancellor y Un drama en Livonia, de Jules Verne; El agente secreto, de Joseph Conrad; o Los favoritos de Midas, de Jack London.

Aunque hay una evidente preponderancia de las novelas de intriga, aventuras, terror y policiacas (sobre las que se incluye un estudio al final del libro); también tienen cabida otras obras más sociales y psicológicas como Crimen y castigo, de Dostoyevski o El inocente, de Mario Lacruz. Bértolo defiende estas inclusiones considerando que «Crimen y castigo me parecía y me sigue pareciendo un libro muy conveniente para ser leído por quienes se están asomando a ese vicio nada impune que es la lectura. Es un texto que te introduce en una experiencia ética muy fuerte: matar, y en una tentación sumamente peligrosa: la soberbia como excusa para la impunidad. Creo que la novela desarrolla ambas cuestiones de manera magistral y amena». Por su parte, sobre El inocente explica «que es una ejemplo magnífico de una novela en la que lo policiaco tiene también un fuerte componente moral mientras que los elementos de intriga o suspense no son el verdadero fundamento de la historia que se cuenta. Los que realmente se narra es la atmósfera de silencio y represión en la que la culpa emerge como un sentimiento más colectivo que individual. Era además una ocasión magnífica para aprovechar el diálogo con el autor para hacer ver el contexto cultural, político y literario en el que la creación de la obra literaria tiene lugar. Aquella conversación supuso un verdadero lujo para el entendimiento de las relaciones entre texto y contexto».

Bértolo trata de alejarse del saber enciclopédico y posiciona en el lugar principal del apéndice el análisis de la obra, más allá del tema. Y aquí entraría el estudio del argumento, de la trama y de la estructura: sus apuntes no se quedan en la mera ubicación y contextualización de la obra y del autor sino que abarca conocimientos más profundos de la propia escritura que pueden interesar tanto a un público juvenil como a un lector avezado.

Bértolo reconoce que ahora incluiría obras más cercanas a la reflexión, y cita tres novelas como La buena letra, de Rafael Chirbes, Deseo de ser Punk, de Belén Gopegui y Lo peor de todo, de Ray Loriga; y también un libro de poemas: De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, de Blanca Andreu y un ensayo: El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Karl Marx.

Constantino Bértolo opina que existe una clara diferencia entre los jóvenes actuales y aquellos de 1982: «creo que hoy las circunstancias en los que la introducción de las y los adolescentes a la lectura tiene lugar es casi radicalmente diferente. Hoy la lectura es fundamentalmente en pantalla, ya en el móvil o en el ordenador, y en esos espacios la literatura ocupa poco lugar. Y, aunque en el ciclo educativo y pedagógico exista, más como consejo que como obligación, la lectura de obras literarias, el criterio para la elección de los textos busca sobre todo «lo espontáneo». Frente a la autoridad del canon pedagógico tradicional ahora el criterio parece residir sobre todo en el entretenimiento, «lo que les resulte más divertido». El miedo a caer en el autoritarismo ha desvanecido cualquier criterio literario que vaya más allá de lo subjetivo. Y las subjetividades adolescentes se modelan y forman más en las redes o las plataformas que en los libros».