Constantino Bértolo habla de su último libro '¿Quiénes somos?', una selección de 55 libros de la literatura española del siglo XX - ¡Zas! Madrid
«La obras literarias son espejo, en ellas nos miramos y miramos a los demás»
¿Quiénes somos? supone una selección de cincuenta y cinco obras de escritores españoles del siglo XX que incluye, fundamentalmente, novelas, poemarios y ensayos
Constantino Bértolo recibió del ya fallecido Julián Rodríguez, editor de Periférica, el encargo de seleccionar y comentar cincuenta y cinco libros de la literatura española del siglo XX, con el objetivo de realizar una especie de retrato colectivo de España, desde finales del siglo XIX hasta la crisis de 2008.
Este libro surge desde el planteamiento de que determinadas obras literarias aportan respuestas a la pregunta de «¿quiénes somos?». ¿Querrías ampliarme esta idea?
Como seres sociales que somos “somos entre los otros”. Los demás nos observan y nosotros observamos cómo nos observan. Sé si soy alto o bajo o bajito porque así me lo indica ese espejo —los otros— en los que me miro y mido. Sé si soy de izquierdas o derechas observando como los otros juzgan a los otros y a sus actos y palabras, silencios incluidos. Quienes somos y quienes no somos. Somos producto de la auto y la heterobservación. Hijos de la mirada propia y ajena. La obras literarias, en ese sentido, son mirada, espejo, en ellas nos miramos y miramos a los demás, mirada hacia fuera y hacia adentro. Además en ellas aprendemos a mirar y a interpretar las miradas de los demás.
¿Estás convencido de que las obras literarias construyen identidad?
Sí, no digo que sea el único medio a través del cual construimos nuestra identidad propia o colectiva, pero sí que interviene en su configuración. Como un considerando más a tener en cuenta, una constelación de datos dentro del Big Data en medio del cual flotamos y nadamos tratando, en lo posible, de llegar a puerto. Pero ni es el único medio ni considero que sea el más importante. Para entendernos: creo que el sueldo o el patrimonio nos construyen con bastante más fuerza y peso que el último libro que hayamos leído incluso si ese libro fuera El Capital de Karl Marx que algo si ilumina al respecto.
Insistes en la relación entre Historia y Literatura, y que los títulos seleccionados participan de esa conversación dialéctica entre ambas disciplinas. ¿Te refieres, especialmente, a las pautas temáticas que has elegido como la presencia del conflicto social, la guerra civil, la emancipación femenina, la posguerra, etc.?
Entiendo que esa conversación dialéctica entre una y otra esfera semántica se produce a modo de dialéctica, es decir, como diálogo entre dos narraciones que se atraviesan y contienen la una a la otra. Ambas se constituyen a modo de biografías colectivas que a veces se superponen, otras se contradicen y a veces se complementan o niegan. En la realidad ese diálogo es algo que se produce de manera fluida y continua y tiene lugar en los múltiples planos temáticos en los que la vida cotidiana se reparte y expresa. Al hacer la selección de las obras que a mi entender mejor reflejaría ese diálogo, ese fluir se segmenta de manera inevitable si bien quise mantener la cronología como pauta temporal y perseguir aquellos espacios que desde el punto de vista temático me parecieron más relevantes a la hora de representar ese nosotros plural que en título se propone.
¿A qué te refieres cuando indicas que estas cincuenta y cinco obras suponen una propuesta política?
Quise dejar claro que no partía de ningún imposible entendimiento neutral de la literatura o la historia. A ese respecto mi entendimiento de esta se fundamenta en la consideración de la lucha de clases como matriz y motor y el de la literatura en tanto expresión cultural de ese enfrentamiento. Creo que en el libro se hace evidente que mi lectura de los años previos a la guerra civil está atravesada por las tensiones entre quienes proponían la eliminación de los restos de feudalismo que por entonces sobreviven de manera pertinaz en nuestras estructuras (propiedad de la tierras, poder de la Iglesia) y quienes buscaban un avance, ya reformista ya radical, hacia un Estado con mayor igualdad y justicia social. Como consecuencia y expresión aparecen obras en las que esas tensiones se hacen presentes. Mi interpretación de la larga y sucia noche del franquismo tiene como eje la atmósfera opresiva e irrespirable en la que sobrevivían duramente los intentos de encontrar vías de salida personales o colectivas.
«Al decir que mi propuesta es política quise dejar claro que no partía de ningún imposible entendimiento neutral de la literatura o la historia. A ese respecto mi entendimiento de esta se fundamenta en la consideración de la lucha de clases como matriz y motor y el de la literatura en tanto expresión cultural de ese enfrentamiento»
Los años de la Transición suponen la entrada masiva de las ideologías neoliberales en todos los ámbitos (cultura, economía, sistema educativo) donde reflejaban el espejismo propio y autosatisfecho de quienes después de cuarenta años de dictadura, sed y desierto bebemos gratificantes tragos de Europa, Socialdemocracia y Posmodernidad hasta que que la crisis del 2008 se nos atraganta. Creo que la posición política desde que se hace la lectura de la historia y de la literatura no se oculta en ningún momento.
Sobre los autores elegidos, existen numerosos novelistas (Sánchez Ferlosio, Carmen Laforet, Martín Santos, Rosa Chacel…); algunos poetas (Lorca, Leopoldo María Panero, Barral…); algunos dramaturgos (Buero Vallejo, Carlos Muñiz…); filósofos y ensayistas (Ortega y Gasset, María Zambrano, José Díaz Fernández); dos obras autobiográficas, La gallina ciega, de Max Aub y Memorias de un hombre perdido, de Antonio Ferres; e, incluso, dos obras de escritura colectiva como Tensor y El año que tampoco hicimos la revolución. Pero, y me ha sorprendido, sólo hay un libro de relatos: Largo noviembre de Madrid, de Juan Eduardo Zuñiga.
Decía que el libro se aborda como diálogo entre dos narraciones y supongo que ya eso explicaría en parte el predominio de la narrativa a la hora de seleccionar textos. La narración como expresión de un conflicto a lo largo de un tiempo y dentro de un espacio amplio y diverso. En ese sentido bien podría decirse que elegí una mayoría de novelas por su mayor capacidad para dar cuenta de ese tiempo y espacio que, como género, comparte con la historia. La novela como espejo a lo largo del camino. En el teatro esa presencia del tiempo cobra, creo, menos relevancia y en la poesía tiene más fuerza el instante, el estado de ánimo que el deseo de recuento. En los ensayos traté sobre todo de buscar aquellas propuestas con mayor longitud de onda cultural e ideológica.
El cuento o la narrativa breve pienso que es un género más cercano o apropiado para la imagen o escenario de un momento que del fluir de tiempos narrativos que buscaba. Excepcional en ese orden me me parece ese libro de Zúñiga que se menciona. En una selección de obras sin límite de número sin duda otros como La vida ausente de Ángel Zapata o Mi hermana Elba de Cristina Fernández Cubas podrían haber encontrado su lugar.
«El libro se aborda como diálogo entre dos narraciones y supongo que ya eso explicaría en parte el predominio de la narrativa a la hora de seleccionar textos. La narración como expresión de un conflicto a lo largo de un tiempo y dentro de un espacio amplio y diverso»
Insistes en el hecho de que tu propuesta no pretende ser un canon, ni una obra académica, una propuesta «acaso violenta y no muy pacífica».
Insisto porque en la voluntad de crear canon lo que está presente es el escurridizo concepto de calidad literaria que siempre que se ha tratado de definir acaba por llevarnos hacia términos como “lo inefable” a modo de “alma” del arte y la literatura. Como no pretendo salvar almas he preferido fijarme más en los cuerpos, en su interactuar cotidiano. Y digo violenta y no pacífica porque como se sabe negar el alma siempre ha conllevado guerras, anatemas y garrotes estéticos y profesionales. Más que pretender un canon se trataba de tirar una piedra en medio de un estanque, de aguas profundas pero bastante limitadas por sus paredes académicas.
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