'Exhalación' de Ted Chiang: la incertidumbre metafísica en un mundo tecnológico - ¡Zas! Madrid
Los relatos que configuran Exhalación están impregnados de la angustia que nos produce los límites de la fisicidad y la certeza de que la tecnología nunca será suficiente para aminorarla
Exhalación de Ted Chiang publicado en Sexto Piso, con traducción de Rubén Martín Giráldez
Como se suele indicar, pocos autores con una obra publicada tan reducida han obtenido tantos premios como Ted Chiang. Descubierto para la mayoría de lectores a raíz de la adaptación cinematográfica de su relato «La historia de tu vida», bajo el título de La llegada, su segundo libro, Exhalación, confirma su contundencia y originalidad en el género de la ciencia ficción.
El primer relato del libro, «El comerciante y la puerta del alquimista», ya resulta desconcertante y te predispone a abordar un libro de ciencia ficción diferente. La historia remite directamente a Las mil y una noches y no solo por la ambientación en el Bagdad medieval sino, y sobre todo, por utilizar su tono y sus técnicas más atrayentes como los cuentos enlazados, las interpelaciones al oyente (que remite al carácter oral) y por una historia marcada por la aceptación del destino en donde —y esto ya sí que se encuadra claramente en el género— se incorpora la presencia de una máquina del tiempo que obedece a la teoría de la relatividad de Einstein.
«Exhalación», el segundo relato que da título al libro, te confirma la singularidad de una apuesta encapsulada en una peculiar atmósfera opresiva: el aire, la necesidad humana de aire, como aquellos selenitas que beben zumo de aire o aire exprimido, según Borges. Algo tan etéreo, imposible de crear que, sin embargo, condicionará nuestra vida.
Los siete restantes relatos que configuran Exhalación también inciden y están impregnados de esa misma angustia que nos produce los límites de la fisicidad y la certeza de que la tecnología nunca será suficiente para aminorarla: …. «sabía que las nuevas tecnologías no siempre sacan lo mejor de la gente», dice un personaje del libro. Igualmente, en todos los relatos, hay una ausencia de los arquetípicos característicos del género, no existen ni científicos ambiciosos, ni hechiceros del mal, ni cosmonautas, ni alienígenas, ni replicantes. Ted Chiang utiliza personajes comunes en entornos cercanos, pero rodeados por una omnipresencia tecnológica.
En «Lo que se espera de nosotros» la invención de un gadget, el Pronostic, desmiente la existencia del libre albedrío. En «El ciclo de vida de los elementos de software», Chiang plantea una trama que le interesa especialmente: las relaciones emocionales entre los humanos y la Inteligencia Artificial, algo tan plenamente actual y en pleno proceso (las empresas robóticas están invirtiendo millones en crear algoritmos más inteligentes que el ser humano).
Ted Chiang utiliza personajes comunes en entornos cercanos, pero rodeados por una omnipresencia tecnológica.
El siguiente de los relatos, «La niñera automática, patentada por Dacey» plantea la educación de los niños sirviéndose de las máquinas, con pedagogos autómatas. «La verdad del hecho, la verdad del sentimiento» discurre acerca de la memoria a través de una sofisticada grabadora que nos muestra la autenticidad de nuestros recuerdos. En el relato ‘El gran silencio’, las ideas vuelven a pesar más que las tramas, el interés por el contacto humano con la inteligencia alienígena entronca con Solaris, de Stanislaw Lem (y, tal vez, con Diarios de las estrellas, en su crítica del antropocentrismo), pero el autor sustituye el cosmos por un papagayo. En «Ónfalo» se discurre sobre el creacionismo. Ted Chiang en sus notas finales aporta un dato que sirve para definir su literatura, esa mezcla de metafísica y tecnología, esa pulsión: «Me pareció que si la humanidad fuera realmente la razón por la que se creó el universo, entonces la relatividad no debería ser cierta; la física debería comportarse de manera diferente en diferentes situaciones, y esto debería ser detectable». Y, en el último relato del libro, «La ansiedad es el vértigo de la libertad», el autor plantea el tema del libre albedrío y la mecánica cuántica.
Ted Chiang en sus notas finales aporta un dato que sirve para definir su literatura, esa mezcla de metafísica y tecnología, esa pulsión: «Me pareció que si la humanidad fuera realmente la razón por la que se creó el universo, entonces la relatividad no debería ser cierta; la física debería comportarse de manera diferente en diferentes situaciones, y esto debería ser detectable»
Como se ve, Ted Chiang en Exhalación pretende escribir un libro de relatos que va mucho más allá de la ciencia ficción, nada nuevo en el género, como lo demuestran numerosos autores (Ray Bradbury, por poner un ejemplo), pero en este caso el autor se basa en ideas tomadas de diferentes disciplinas como son la Física, la Biología o la Filosofía para adaptarlas a un contexto especulativo, a unas historias comunes.
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