Ficción y realidad en la novela 'Canción', de Eduardo Halfon - ¡Zas! Madrid
La tragedia de Guatemala, el secuestro de su abuelo y un disparatado curso universitario en Japón vertebran la novela Canción
Libros del Asteroide publica Canción, la última novela del escritor guatemalteco Eduardo Halfon
La novela reproduce esa desquiciada historia política y social de Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX: golpes de estado, dictaduras militares o tuteladas por militares, guerrillas insurgentes, paramilitares, intromisión y control político y económico de los Estados Unidos, secuestros y asesinatos individualizados, pobreza y su inacabable guerra civil.
La literatura que aborda la dicotomía entre realidad y ficción va más allá del frío registro que los textos históricos y documentales hacen de los acontecimientos y de sus efectos en el devenir humano, reproduce lo real sin filtro u ornamento alguno, y se convierte en ese espejo que refleja, tan diáfanos como nítidos, los lugares y los hechos que los personajes protagonizan, tal y como sucedieron. La obra literaria, por otra parte, emprende un esfuerzo distinto que proviene de la invención, del ímpetu creador, herencia de las deidades o de la fiebre adquirida que palpita en el interior de todo escritor, novelista y poeta. El texto no es simple reflejo sino reflexión que el autor expone en su plena libertad para interponer su propia visión, que dictamine el tono, la distancia, y el foco de interés propio desde donde enuncia su discurso. Esa es la dinámica que subyace como posibilidad a toda escritura creativa, la que sostiene la obra narrativa del escritor Eduardo Halfon (Guatemala, 1971), consagrado como uno de los más reconocidos autores centroamericanos porque, entre otras características, ciñe a su narrativa en un constante anhelo por conciliar el desfase de identidades que fluyen en sus venas, y la problemática que subyace entre lo real en la literatura, o ese mundo de ficción que se alimenta vorazmente de lo fáctico, lo biográfico, o lo veraz.
El período de mayor represión y violencia de la guerra interna en Guatemala sucedía entre 1960 y 1997; en diciembre de 1996, se lleva a cabo la Firma de los Acuerdos de Paz, aunque la era democrática comenzaría en 1986, con el primer gobierno que avalan las urnas, presidido por Vinicio Cerezo. Surge un inquietante respiro para el gremio de artistas, librepensadores y escritores, aunque la herida de tantos años nunca cicatriza, y se agudizan los problemas sociales, consecuencia del conflicto armado. Halfon, por edad y adscripción, pertenece a la generación de autores de la posguerra, y bajo esta especie de descontexto, junto a su experiencia cosmopolita y el nomadismo cultural que palpita en sus venas, crecerá el proceso creativo del guatemalteco. Es un autor que con paciencia, y de una manera obsesiva, viene construyendo una obra literaria sólida y original, que dota a sus textos con una lengua clara y directa, y cada palabra pesa y sostiene al resto. Ante semejante propuesta cabria preguntarse, ¿de qué manera la técnica narrativa y los elementos del relato que incorpora Halfon en sus novelas se mezclan entre los límites de la ficción y de la autobiografía?, y además, ¿cómo es capaz de trabajar los elementos clave del relato, el tiempo, el modo y la voz del narrador?, e incluso, ¿qué aspectos, autobiográficos y novelescos, presentes en cada texto, permiten identificar su literatura como un híbrido de auténtica autoficción? Traducido a varios idiomas, algunas de sus novelas forman ya un corpus interesante, Esto no es una pipa, Saturno (2003), De cabo roto (2003), El ángel literario (2004), Siete minutos de desasosiego (2007), El boxeador polaco (2008), Clases de dibujo (2009), La pirueta (2010), Mañana nunca lo hablamos (2011), Elocuencias de un tartamudo (2012), Monasterio (2014), Duelo (2017), Biblioteca bizarra (2018) y, recientemente, Canción (2021).
Existe un Eduardo Halfon autor, y otro narrador y protagonista de historias y crónicas de viajes, de cuentos amorosos, y de relatos de iniciación a la literatura y a la paternidad, un escritor que bucea en la historia de sus ancestros judíos europeos y árabes, un relato traumático que incluye el paso por campos de concentración y muertes trágicas de las que no se habla en la familia, ocurre en Duelo; y otro Halfon que busca entender las raíces indígenas de su país natal, o las formas de vida de esas colectividades que tradicionalmente siguen siendo víctimas de rechazo y de discriminación, caso citado de judíos, y de gitanos.
La tragedia de Guatemala, el secuestro de su abuelo y un disparatado curso universitario en Japón vertebran su última novela que titula, Canción, cuya primera línea, “Llegué a Tokio disfrazado de árabe”, nos haría pensar que estaríamos ante una farsa, un relato humorístico aderezado con cavilaciones sobre la identidad o los continuos disfraces de un esquivo escritor; pero el humor tiene sus dosis constantes y oportunas en el guatemalteco, y la cuestión de la identidad no deja de latir en sus historias. Esta novela, pese a su brevedad, se traduce como una tragedia con el inequívoco epicentro en la violenta e infausta historia de un país, Guatemala, representada en sus papeles principales por el autor y su devenir biográfico familiar, y dos protagonistas principales: el abuelo paterno y libanés de Halfon, secuestrado por la guerrilla en enero de 1967, y «Canción», el apodo de uno de los guerrilleros que lo secuestró, carnicero de oficio en su vida anterior; y como es una historia fragmentada en breves escenas o capítulos, el lector irá recomponiendo un auténtico rompecabezas de espacios, tiempos y personajes, guiados de la mano de Halfon gracias a su habilidad constructora, y a esos dos hilos narrativos que operan como hilván y contenedor: la singular y breve estancia del autor en Tokio, invitado a un congreso universitario de escritores libaneses, y una larga secuencia en un bar que reúne las piezas narrativas del conjunto con una cierta vocación de autonomía. Halfon afirma que ya ha escrito en cuatro libros sobre sus abuelos, sobre buena parte de su familia, pero vuelve a estar presente la figura primordial de ese abuelo paterno y libanés; un sirio con sus vicisitudes y particularidades, sus costumbres, además de otros actores secundarios que corresponden a la infancia del narrador.
La novela reproduce esa desquiciada historia política y social de Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX: golpes de estado, dictaduras militares o tuteladas por militares, guerrillas insurgentes, paramilitares, intromisión y control político y económico de los Estados Unidos, secuestros y asesinatos individualizados, pobreza, inacabable guerra civil, y en ese tramo relevante histórico como trágico, se producirá el secuestro del abuelo paterno libanés, un secuestro incentivado por la denuncia de un miembro de la comunidad judía, y llevado a cabo para que, con el rescate, financiar las actividades de las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes), fundadas hacia 1962 y disueltas en torno a 1996. El relato del secuestro, su desarrollo y consecuencias en la familia forman una parte sustantiva de la novela, y nos ofrece la creación del personaje de ese guerrillero inusitado apodado “Canción”, la evocación de Rogelia Cruz, esbozo del guerrillero “bueno” que custodiaba al abuelo, y ese otro, Sara, la mujer del gabán rojo, una de las secuestradoras, con la que el narrador, pasado el tiempo, tendrá una cita. Aunque, Canción, es una historia de ficción, los personajes y muchas de las escenas conservan su intimidad, su personalidad íntima, engarzada en ese doble viaje al pasado y a un Tokio del presente en el que, como aprecia el lector, palpita afectivamente la figura con evidentes planos diferentes del abuelo.
Canción, en su desenlace, propone una síntesis emocional y argumental, una preciosa, incipiente, esbozada y elíptica historia de amor en ese congreso literario que, lamentablemente, se rompe y se recompone de otra manera, casi epifánica, para el escritor, porque en dos países, dos abuelos, dos tragedias, quedarán unidos por el recuerdo de sus nietos, y certifican así, un gran final.
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