'La bruja. Un estudio de las supersticiones en la Edad Media', de Jules Michelet - ¡Zas! Madrid
Tres siglos en los que la bruja reinó
Akal realiza una nueva edición del clásico La bruja. Un estudio de las supersticiones en la Edad Media, de Jules Michelet, publicado originariamente en 1862, con traducción de María Victoria Frígola
Como indica Ariadna Akal en el prólogo, este libro «…está a medio camino entre la historia y la narrativa, infringiendo las normas impuestas por la historiografía más ortodoxa», y en esa ambivalencia radica uno de sus mayores atractivos. Un ensayo envolvente que narra una historia con múltiples perspectivas nada complacientes, pero que crea un relato bello unido por numerosos «cuentos», para realizar un completo análisis sobre la figura de la bruja a lo largo de la Edad Media y de la Edad Moderna europea.
«Todo se debe hacer al revés, exactamente al revés de lo que hace el mundo sagrado»
Sin embargo, nada aleja este relato de la metodología al uso. De hecho, Jules Michelet en su nota a la segunda edición afirma que «De cuantos libros he publicado, este es el que me parece más inatacable, porque nada tiene que ver con una crónica ligera o apasionada. En general es sencillamente el resultado de las actas judiciales… También han constituido una fuente apreciable los manuales de los inquisidores. Cuando ellos mismos se acusan de tantas cosas, no queda más remedio que creerlos». Por lo tanto, es un estudio realizado con rigurosidad histórica, como así lo rubrican las numerosas notas y datos a pie de página.
Michelet incide a lo largo del ensayo en la calamitosa situación, en el fatal desaliento, de un pueblo hundido en el hambre, la miseria, la postración y la enfermedad, lo que propició que se transgredieran las prohibiciones y se acudiese al remedio iluminador de la bruja y a su herbolario sanador, las llamadas «hierbas de brujas».
Junto a las plantas medicinales, los hechizos y filtros y los aquelarres — que a partir de 1300 se convertirán en misas negras— . Para Michelet la bruja realiza a través de su poder un cierto papel nivelador en una sociedad tan injusta y devastadora como la del medievo (lo que desembocaría en la Grande Jacquerie, resultado inevitable de un pueblo masacrado). «Estos filtros eran muy diferentes. Muchos eran excitantes y debían alterar los sentidos… Otros eran peligrosos (y a menudo perniciosos), brebajes de ilusión que podían dejar a la persona sin voluntad. Otros fueron ensayos con los que se despertaba la pasión, en los que se quería ver hasta dónde el deseo ávido podría alterar los sentidos…». Los aquelarres, por su parte, son reminiscencias del paganismo. El influjo de la luna que interviene sobre los bienes materiales.
Por último, Jules Michelet realiza un documentado estudio de los principales procesos de brujería de los siglo XVII y XVIII —ampliamente documentados con los registros de la Inquisición— como los del País Vasco o Loudun.
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