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A veces versificas desde una posición de narrador que vive los hechos y otras como un observador que contempla, pero en ambos casos padeces lo que describes: ese vasto espacio de destrucción.
La musicalidad —tan presente en los poemas de Las naciones hechizadas — se relaciona, sobre todo, con las pausas y cortes y con los encabalgamientos. El ritmo está especialmente marcado por la intensidad, ¿es por la crudeza de la temática que tratas?
Aunque escribas sobre acontecimientos reales, históricos, momentos ciertos, ¿es inevitable la autorreferencia?
¿Utilizas el signo ortográfico del corchete para marcar silencios? o ¿para testimoniar lo insuficiente de las palabras ante el horror?
¿De qué están las naciones hechizadas? En tu poema inicial que titula el libro hablas más de posesión de materialidades y conquistas vanas que de guerras. ¿Estamos hechizados, naciones y personas, por lo que tenemos, no por lo que somos? ¿Es más «la pérdida del yo», antes que otra cosa?
No se puede medir
Hemos alcanzado el principio
Demás está decir que llueve
Cambio es dinero.
Al cuerpo no le atañe lo que es.
Sólo su cabeza vacila
La guerra y sus devastaciones en el poemario 'Las naciones hechizadas', de Viviana Paletta - ¡Zas! Madrid

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