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La editorial Alpha Decay, reúne la totalidad de los textos de la malograda Marina Keegan (Boston, 1989- Dennis, 2012), bajo el titulo de aquel discurso, Lo contrario de la soledad (2015), un total de nueve relatos originales, ocho artículos o textos de variada factura, y el propio manifiesto leído ante sus compañeros.
Muestran la mirada atenta de un universitaria que se asombra ante la extinción de ballenas, se adhiere al dolor de los sin techo, o quienes portadores de alguna enfermedad, como los celiacos, ella misma, ensalzan el valor de sus progenitores en su lucha por conseguir que en los etiquetados figuren los contenidos del temido gluten para ellos. Y no menos sorprendente, la denuncia explícita en “Las alcachofas también dudan” donde pone de manifiesto cómo el 25% de los jóvenes de Yale terminan, por extraños y perversos mecanismos, como consultores y empleados que financieras y multinacionales que, en su mayoría, explotan su talento. Y aunque forma parte de la no-ficción, un texto como “Mato por dinero” merecería estar en la ficción pura por el sentido del humor con que estás contado, y eso además, en boca de un hombre maduro que se ha pasado toda su vida diciendo, “tú me dices lo que es, yo lo mato”.
La voz de una generación: "Lo contrario de la soledad", un texto desgarrador e inteligente - ¡Zas! Madrid
Una joven magna cum laude, Marina Keegan, pronunció en la Universidad de Yale un manifiesto existencial como discurso de graduación un día de mayo de 2012, un texto que publicaría el Yale Daily News, y que muy pronto se convirtió en todo un fenómeno literario por la conmovedora inocencia con que contagiaba a quien lo leía. Todo el legado de una joven que cinco días después de su graduación perdía la vida en un accidente automovilístico, con tan solo veintidós años. El discurso se tituló «Lo contrario de la soledad”, y en él se habla de las esperanzas, de las incertidumbres, y de las posibilidades de su generación:
“No tenemos una palabra que designe lo contrario de la soledad, pero, si la hubiera, definiría lo que yo quiero en la vida”.
La editorial Alpha Decay, reúne la totalidad de los textos de la malograda Marina Keegan (Boston, 1989- Dennis, 2012), bajo el titulo de aquel discurso, Lo contrario de la soledad (2015), un total de nueve relatos originales, ocho artículos o textos de variada factura, y el propio manifiesto leído ante sus compañeros.
Precede al conjunto, una “Introducción” de Anne Fadiman, profesora y mentora, de la joven en Yale, y escribe de cómo la conoció, de su voluntad y firmeza, de su talento, o de su entusiasmo durante los años en la prestigiosa universidad y, sobre todo, de su afán por la vida.
El artículo en cuestión, postula sobre las esperanzas suscitadas ante un futuro de asombrosas posibilidades, y la suerte de su autora lo ha convertido en esa premisa nunca prevista por una juventud que nunca calcula hasta dónde puede llegar nuestra vida: la de Marina Keegan truncada por un aparatoso accidente que nadie podía prevenir: “Somos muy jóvenes. Somos tan jóvenes. Tenemos veintidós años. Tenemos mucho tiempo delante”, escribiría, para terminar diciendo: “Estamos juntos en esto, promoción de 2012. Vamos a hacer que pase algo en el mundo”.
Lo mejor del volumen, sin duda, la ficción
Los relatos que contiene, nueve en total, que muestran una singular observadora de las situaciones que viven algunos individuos que cobran vida con el pulso acertado de esta narradora que pese a su juventud demuestra una singular madurez, sin duda, aprendida en las aulas y en la firmeza de sus convicciones. Sus relatos tratan sobre amores adolescentes, problemas de familia y el deseo de amor en un mundo en el que, a pesar de los esfuerzos humanos, es difícil crear vínculos duraderos. Otros forman parte de la intimidad familiar o particular, “Vacaciones de Navidad” o “Leer en voz alta”, o el testimonio o visión particular de la invasión de Irak allá por 2003, en “La ciudad esmeralda”, la crónica ingenua desde Bagdad de un joven, tras el torpe fracaso de las tropas estadounidenses. Pero, sobre todo, respiran posibilidad, y es fácil estremecerse con el trasfondo que existe en ellos, sobre todo tras la constatación de la pronta desaparición de la joven, mientras escribía: “Tenemos tanto tiempo por delante”.
Artículos, algunos con ese matiz de auténticos reportajes
Muestran la mirada atenta de un universitaria que se asombra ante la extinción de ballenas, se adhiere al dolor de los sin techo, o quienes portadores de alguna enfermedad, como los celiacos, ella misma, ensalzan el valor de sus progenitores en su lucha por conseguir que en los etiquetados figuren los contenidos del temido gluten para ellos. Y no menos sorprendente, la denuncia explícita en “Las alcachofas también dudan” donde pone de manifiesto cómo el 25% de los jóvenes de Yale terminan, por extraños y perversos mecanismos, como consultores y empleados que financieras y multinacionales que, en su mayoría, explotan su talento. Y aunque forma parte de la no-ficción, un texto como “Mato por dinero” merecería estar en la ficción pura por el sentido del humor con que estás contado, y eso además, en boca de un hombre maduro que se ha pasado toda su vida diciendo, “tú me dices lo que es, yo lo mato”.
El libro rezuma inteligencia, los cuentos y artículos, están bien estructurados, la ficción un virtuosismo narrativo extraordinario, y los ensayos, un dramatismo singular para estos tiempos, el conjunto escrito con prosa ágil y de una sombrosa agudeza cuando es necesario, pese a la visión joven de su autora que siempre está a la altura de sus pensamientos.
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