Las vacunas frente al COVID: el lado oscuro de la ciencia - ¡Zas! Madrid
Y en esto surge la nueva variante ómicron del coronavirus que pone de nuevo en alerta máxima a todo el planeta
Como en un nuevo episodio de la Guerra de las Galaxias, en esta pandemia asistimos a una batalla entre los ciudadanos del mundo que enferman, mueren o se arruinan por causa del coronavirus (la República Galáctica) y las multinacionales farmacéuticas dueñas de las patentes, (la Federación de Comercio) que se benefician vendiéndolas al mejor postor
Nuestros particulares Jedis son el universo de científicos que, desde que Galileo Galilei dijo su famosa frase «y sin embargo se mueve», cada día han dado y siguen dando lo mejor de sí por una ciencia abierta al servicio de la humanidad, si bien no faltan Darth Vader que caen en el lado oscuro de la ciencia y se venden al Imperio, una trama económica casi indistinguible de multinacionales farmacéuticas, instituciones ejecutivas supranacionales que no rinden cuentas a nadie como la Comisión Europea y organizaciones opacas como la OMC a la que Sudáfrica e India, a modo de Luke Skywalker y Han Solo, pidieron hace ya más de un año la exención temporal de la patentes para poder acabar con la pandemia, que se debatirá (y está previsto denegar) en la Duodécima Conferencia Ministerial de la OMC que se celebrará mañana, 30 de noviembre.
Poner puertas al campo
Hace más de dos mil quinientos años, el emperador Jerjes ordenó castigar con trescientos azotes al mar por destruir el puente de barcas que había construido para facilitar el paso de su ejército. Quinientos años después Calígula declaró la guerra al mar y le venció, llevándose un botín de conchas marinas como trofeo.
En la Edad Media, mientras la peste negra se expandía por toda Europa sin control matando a 200 millones de personas, muchedumbres de hombres y mujeres descalzos recorrían las calles de las ciudades flagelándose sin piedad, convencidos de que el fin del mundo estaba próximo. Unos siglos después, durante la pandemia de gripe de 1918 que mató a otros 100 millones de personas, en todas las ciudades y pueblos de España y de media Europa se sacaban imágenes de vírgenes y santos en multitudinarias rogativas para que les salvaran de la epidemia.
Pero ni los latigazos doblegaron al mar, ni Calígula lo derrotó. Tampoco las flagelaciones ni las rogativas contuvieron las epidemias, aunque ellos no podían saber qué los mataba: la bacteria yersinia pestis, causante de las epidemias de peste negra no se descubrió hasta el año 1894 y el virus de la gripe hasta 1931.
Hoy, con el mundo inmerso en una nueva pandemia que lleva ya más de 5 millones de fallecidos, nos despertamos con la aparición en de una nueva variante mucho más contagiosa y la noticia de Ursula von der Weiden, presidenta de la Comisión Europea, pidiendo un apartheid aéreo con el sur de África.
Esta nueva Calígula del siglo XXI ha declarado la guerra aérea al coronavirus. Pero Ursula von der Weiden no está loca, sabe perfectamente que no se pueden poner puertas al campo y que la nueva variante se extenderá inevitablemente causando mucho más dolor, más pobreza y más muerte que las cepas que la han precedido. La duda razonable es si sólo lo sabe o también lo busca, como cabeza visible y abanderada que es en la defensa de las multinacionales farmacéuticas y sus intereses económicos. Porque lleva un año oponiéndose a la exención de las patentes de las vacunas del Coronavirus solicitada por Sudáfrica e India y en este tiempo han surgido nuevas mutaciones que lo han hecho mucho más contagioso para la población y mucho más rentable para las multinacionales farmacéuticas.
La ruleta rusa
Las mutaciones son un proceso natural que se produce de manera espontánea en todos los seres vivos cuando se replica su información genética. Toda la información genética de cualquier organismo está compuesta por la combinación de solo cuatro componentes, las bases nitrogenadas, cuyo orden particular determina lo que somos. El ADN del ser humano contiene tres mil millones de bases. El ARN del coronavirus contiene tan solo 30.000.
A veces durante la replicación del material genético el proceso de copia falla y se produce el cambio de una base nitrogenada por otra, si ese cambio es estable y se hereda se ha producido una mutación y si conlleva alguna ventaja evolutiva, se expande. La frecuencia con que se producen en cada generación se mide por la tasa de mutación: en el ser humano es de 1 por cada 100 millones de bases mientras que en el coronavirus es de 1 cada 10.000 es decir diez mil veces mayor.
Cada vez que un coronavirus infecta una célula produce hasta 100.000 copias y 10 mutaciones. Como infecta a millones de células, en cada persona que se contagia se producen multitud de mutaciones del virus. Y si bien la inmensa mayoría son neutras o letales para el propio virus, algunas se consolidan: se ha calculado que cada 11 días se establece una nueva mutación del coronavirus entre la población. Por eso, mientras la pandemia siga infectando a millones de personas cada día en el mundo es como jugar a la ruleta rusa con el virus y es sólo cuestión de tiempo que alguna le haga más transmisible, más mortal o ambas cosas.
El Coronavirus, el bitcoin de las multinacionales farmacéuticas
Cada 10 minutos la red blockchain de Bitcoin libera un nuevo bloque que los mineros se afanan en resolver y el que lo consigue primero obtiene 6,25 bitcoin de recompensa. Por eso se agrupan en granjas de minado, porque a mayor potencia de cálculo más bloques resuelven y más beneficios consiguen.
De manera análoga, cada 11 días el coronavirus pone en circulación una nueva mutación que amenaza la protección que generan las vacunas que venden a los paises ricos las multinacionales farmacéuticas dueñas de las patentes. Desde 2020 la OMS realiza un seguimiento de estas mutaciones y en un año ha catalogado 12, de ellas 5 de preocupantes, identificadas es Reino Unido, Sudáfrica (2), India y Brasil.
Las preocupantes lo son porque aumentan la transmisibilidad o la virulencia o porque disminuyen la eficacia de las medidas de protección incluidas las vacunas. Por eso cada mutación preocupante ha menguado la inmunidad que generan las vacunas, su protección dura menos y necesitamos nuevas dosis de refuerzo: ya se ha recomendado la tercera dosis en toda Europa a mayores de 40 años.
Como resultado, cada tres meses las mutaciones del coronavirus que se generan en sus particulares granjas de minado (países donde la población está mayoritariamente sin vacunar) riegan de bitcoins a las multinacionales farmacéuticas dueñas de las patentes. ¿Cómo van a tener el más mínimo interés en acabar con la pandemia?
La variante ómicron y el aquelarre de las patentes
En Sudáfrica han surgido en menos de un año las dos mutaciones más peligrosas de este nuevo virus (hasta la fecha). La última el 24 de noviembre, llamada ómicron por la OMS, es multirresistente, ha disparado todas las alarmas sanitarias y previsiblemente nos abocará a más muertes, a más sufrimiento y a nuevas restricciones de libertades individuales y colectivas. Una pésima noticia para todos.
Para todos menos para las multinacionales farmacéuticas dueñas de las patentes de las vacunas, para ellas sigue la fiesta: Pfizer ya ha anunciado que adaptará su vacuna a la nueva variante lo que le supondrá otro diluvio de su particular bitcoin. Pero sigue sin anunciar lo que el mundo necesita y que hace ya más de un año que pidieron India y Sudáfrica: la exención temporal de las patentes que la Comisión Europea veta en ese particular aquelarre que se celebra en la OMC invocando al demonio de las patentes y ofrecerle los millones de muertos por Covid en el mundo, pero nunca le parecen suficientes para calmar su sed de dinero. Y mientras, las multinacionales farmacéuticas dueñas de las patentes a las que protegen, baten todos los records de sus multimillonarios beneficios.
Porque hoy ya lo sabemos, cada tres meses el mundo juega a la ruleta rusa con una nueva mutación preocupante del coronavirus que riega de millones a las multinacionales farmacéuticas dueñas de las patentes dejando morir a millones de inocentes. Y la única manera de pararlo es vacunar a todo el planeta, no cerrar las fronteras aéreas con el sur de África.
En el sur de África no existe un científico loco que se dedique a fabricar es su laboratorio nuevas mutaciones del Covid, solo inocentes que mueren por no tener acceso a las vacunas, pero en el mundo si existen unos políticos de paja, una organización, la OMC, casi criminal por sus decisiones en esta pandemia y unas multinacionales farmacéuticas con una avaricia letal, responsables de lo que nos está pasando y de su prolongación en el tiempo. La historia ya les ha condenado por sus actos recientes. Esperemos que la justicia lo haga también si no detienen este aquelarre y ponen las patentes de las vacunas a disposición de toda la humanidad.
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