Lo invisible y lo lejano en 'El violinista imposible' de Francisco López Barrios - ¡Zas! Madrid
Un juego de máscaras y el azar como telón de fondo en los cuentos de Francisco López Barrios
López Barrios crea en El violinista imposible una atmósfera propia en cada uno de sus relatos y ambienta y profundiza con el suficiente calaje sus historias que refuerza con una versatilidad lingüística sorprendente
Los cuentos de Francisco López Barrios (Granada, 1945) se caracterizan porque muestran una literatura de acertados asombrosos, disfrutamos de auténticas historias de amor, y algunos relatos resultan crueles porque, en definitiva, como en el conjunto de su narrativa, forman parte de su tiempo y de su mundo. Conocemos a un López Barrios periodista, gestor cultural, crítico y articulista que había publicado dos novelas, Dicen que Ramón Ardales ha cruzado el Rubicón (1976), el relato de toda una generación y Alguna vez, más tarde y para siempre (1984), el capricho de un destino al que se opone la historia, retrato de un grupo de personajes marcados por unos incidentes que, desde la posguerra hasta la democracia en España, sirven al autor para hacer un repaso de la sociedad de su tiempo; en La noche de terror del terrorista (2002) reúne seis cuentos de variada extensión, de hecho alguno de ellos se acerca a esa definición clásica de novela corta, caso de «Plata en el espejo», un cuento sufí, en definición de su autor y «Patera»; el resto, con desigual extensión, podrían ser calificados de relatos en su sentido estricto, con técnicas narrativas que oscilan entre el cuento de contracción, cuento de situación y cuento combinado. Unos años de acertado silencio, nos devolvían su mundo de ficción con un curioso volumen, Yo soy todos los besos que nunca pude darte (2015), que incluye dos novelas cortas, la primera titulada “Cubanito”, y la segunda que da título al volumen; ambos casos muestran, desde una mirada tan perspicaz como morbosa, la lúcida visión de temas universales como el incesto o la muerte. Una nueva novela, Amado pulpo (2017), un texto ingenioso e irónico, que se prodiga en imaginación y sabiduría para contar la historia, extraña y atípica de su protagonista: un pulpo que para otorgarle cierto sentido a su narración tiene la capacidad de oír, ha sido capaz de aprender a leer e, incluso, en ocasiones escribe; es decir, un pulpo humanizado que a lo largo del relato protagonizará unas increíbles vivencias que le llevarán a compartir dos mundos tan distintos y contradictorios como el animal y el humano, y una vez que este cefalópodo descubra la realidad de la superficie, sobre todo las maravillas de la costa almeriense y malagueña, embarcará al lector en toda una sucesiva correlación de vicisitudes.
Los cuentos
La vuelta de López Barrios durante estos años se ha convertido en una constante, y ejemplifica, de alguna manera, esa firme voluntad de ofrecer, en esencia, calidad literaria, frente a modas pasajeras que contravienen ese concepto esgrimido, siempre, de buena literatura; ahora nos invita a que leamos El violinista imposible que reúne cuatro relatos, “Rashid”, “El violinista imposible”, que da título al libro; “Papaloco” y “Plano corto de moros y cristianos. Memoria, pasión y muerte del morisco Aben Farax”. López Barrios presenta en su primer cuento una realidad premonitoria, esbozo de una perfecta trama: «Pocos segundos antes de estrellarse contra el suelo, Martín se sintió como un fardo pesado y ligero. Una sensación extraña, contradictoria. Y oyó mientras volaba, sabiendo que caía irremisiblemente y que muy pronto sería un amasijo de fluidos derramados y vísceras esparcidas, tinta sobre papel de periódico, crujir de huesos quebrados y asombro de transeúntes; oyó, o creyó oír, como en un sueño, el repique de campanas del cercano convento de las Clarisas». Las campanas, sonido común y cotidiano a nuestros oídos, serán el recurso que anuncia tanto la vida como la muerte, y la tensión a que nos somete el narrador desde el inicio es razón suficiente, clave de su destreza narrativa, que se cierra cuando leemos, «Martín solo derramó una lágrima en su postrer viaje, y la vio partir hacia el cielo mientras él se desplomaba sobre la tierra», una lágrima, principio y fin de todo, quizá porque en este relato, el juego sucesivo de imágenes aporta originalidad y oficio en un ajustado discurso narrativo que va creciendo en sus páginas, y en esa contradicción o anverso y reverso de una misma moneda, que se traduce como el sentido de la vida y de la muerte.
El segundo relato alterna narraciones de presente, pasado y futuro, y el protagonista, Israel Cendón, marca el ritmo y la armonía contemplando la Alhambra, como marco inigualable, y su pasión por la literatura contendrá los espacios y tiempos por los que transcurre la historia que mira al futuro, cuando construye su propio relato, e imagina una sociedad próxima donde los rebeldes y ancianos no tienen cabida, y se enfrenta a los revolucionarios literarios, y ensaya un regreso que devuelve al lector al presente desde un pasado, como constata Alfredo Lombardo, un personaje visionario, inventor del holograma, estudiante y rico terrateniente de Jaén; o como Don Ramón Aparicio, un hombre de paz y coleccionista de tinteros de época, y que obsequiará a Israel con un tintero de tinta Montblanc, acompañado de una pluma Meisterstück 149. Es verano y hace mucho calor, y son las 14:30 horas del día 18 de julio de 1936, y aquel día de extremado calor Granada se vería envuelta en un luto desgarrador. Un disparo enfrentaría a un violín con un fusil hasta silenciar la última nota de La Internacional y también la vida de Israel Cendón, y sus recuerdos musicales de la mano de Manuel de Falla, Rusiñol o Ángel Barrios, el joven músico formado en París. Con este relato que da título al libro El violinista imposible, López Barrios ha compuesto una verdadera sinfonía, ha devuelto al violinista olvidado a su carmen, a ese paraíso, y alma de una Granada de embrujo, iluminando un espacio en aquellos difíciles momentos del terror y del odio.
El tercer relato “Papaloco” es una propuesta narrativa distinta, y bastante ambiciosa, temáticamente hablando, donde el humor y la ironía cabalgan por sus páginas con el oficio del ingenioso narrador que es López Barrios. El Vaticano, la Sierra de Granada, El Grove e Israel, un asno y otros personajes configuran una historia de mafias y espías, de traiciones, y donde el azar es la última pieza que encaja al final de la partida, y como ya nos tiene acostumbrados, casi una novela corta por su extensión y características. El cuarto y último relato nos sitúa en la última batalla acaecida en las Alpujarras entre moros y cristianos. Un relato, que titula “Plano corto de moros y cristianos. Memoria, pasión y muerte del morisco Aben Farax”, que el autor documenta desde el punto de un hecho histórico, fabula y consigue una narración verosímil, coherente, donde el lenguaje juega un curioso papel de gran significación.
López Barrios crea, y consigue, una atmósfera propia en cada uno de sus relatos, ambienta y profundiza con el suficiente calaje sus historias que refuerza con una versatilidad lingüística sorprendente porque utiliza una prosa acertada y medida, entre otras cosas, porque para el granadino la solvencia narrativa hay que demostrarla en cada página y, una vez más, el volumen El violinista imposible afianza su posición en el panorama de la narrativa contemporánea.
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