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Un París con glamour en la novela 'Los fuegos de otoño', de Irène Némirovsky - ¡Zas! Madrid

Un París con glamour en la novela ‘Los fuegos de otoño’, de Irène Némirovsky
Pedro M. Domene
  • On 12 octubre, 2020
  • http://acabodeleerymegusta.blogspot.com/

Los fuegos de otoño advierte sobre la violencia, los fanatismos y la pérdida de los valores sociales que suponen las guerras

Irène Némirovsky abandonó Rusia a los 15 años con su familia. De origen judío, será detenida, deportada a Auschwitz y asesinada en 1942

Irène Némirovsky (Kiev, 1903- Auschwitz, 1942) adoptó, como forma de escritura, un método inspirado en Turgueniev, uno de sus maestros más celebrados, y asumió esa actitud que lleva a un escritor a comenzar una novela y a anotar, paralelamente, algunas de las reflexiones que el texto le va inspirando, nunca suprime ni tacha anotación alguna a lo largo de todo el proceso de escritura, y a medida que avanza el autor conoce, de primera mano, todos los personajes creados, incluidos los secundarios. El estilo surge así como la única identificación posible en toda la producción del escritor, caso de las primeras novelas publicadas por Némirovsky: El niño prodigio (1926), David Golder (1929) o El baile (1930), aunque será Suite francesa (2004) la obra más ambiciosa de la exiliada rusa en París.

El baile, entregado solo unos meses después del éxito de David Golder, es un breve relato de una medida y una eficacia poco corrientes en este tipo de entregas. En apenas cien páginas, la narradora cuenta la irritación adolescente de una niña de catorce años que ha visto cómo durante los últimos tiempos sus padres han prosperado gracias a un acertado giro bursátil y ahora se han convertido en una adinerada familia que pretende formar parte de la alta sociedad francesa en el París del glamour de comienzos de siglo. Pero, como aún no han conseguido ese reconocimiento, los señores Kampf organizan un baile de sociedad dejando a Antoinette fuera de ese acontecimiento o esa ceremonia de iniciación como ella la entiende. Pronto la joven fraguará un modo de vengarse que provocará una humillación para sus padres. Lo significativo del relato no es la historia en sí, sino esa despiadada visión de una sociedad, la situación absurda a que lleva la soberbia autoafirmación materna frente a ese dolor de rechazo provocado y sufrido por la adolescente que le llevará a una rabieta transmutada en un odio de consecuencias tan dramáticas como reveladoras para el curioso lector. Solo entonces, cuando la joven ve el resultado de su actuación, tras sentir una especie de desdén, de indiferencia despectiva, comprende que los adultos pueden sufrir por aquellas cosas más fútiles y pasajeras y en un destello inaprensible, al fin, adivina la humillación a que ha sometido a la madre en un mundo, no menos, injusto, malvado e hipócrita. Quizá la propia Némirovsky, de veintisiete años cuando escribió la historia, pretendiera reproducir esa difícil relación madre-hija para salvaguardarse de toda esa estupidez humana que había vivido en su adolescencia parisina y profundizar así en su propia conciencia de adulta.

La escritora Irène Némirovsky, autora de Los fuegos de otoño.

La historia de la publicación de Suite francesa recuerda a un milagro porque en su huida, las dos hijas de Irène y Michel, acompañadas de una tutora, llevaban consigo una maleta que contenía documentos, fotos de familia y el último manuscrito de la autora, redactado en una letra minúscula para economizar tinta y en un pésimo papel de guerra. La maleta acompañó a las niñas en sus frecuentes fugas, primero en un internado católico y poco después en sótanos donde eran de nuevo descubiertas. Cuando los supervivientes de los campos llegaban, casi diariamente a la Gare d l´Est, las niñas Denise y Élisabeth acudían todos los días esperando a su madre. Su padre, Michel, había sido ejecutado el 6 de noviembre de 1942, también, en Auschwitz. Transcurridos unos años, Denise y Élisabeth, ahora de apellido Gille, tomaron la decisión de confiar el manuscrito y la obra de su madre al Institut Mémoire de l´Edition Contemporaine, aunque antes de separarse del manuscrito conservado, Denise, decidió mecanografiar e introducirlo en la memoria de un ordenador, rescribiéndolo por tercera vez, tal y como ha llegado actualmente a los lectores.

Suite francesa es un sobrecogedor retrato de Francia y los franceses, de una época de encrucijadas, éxodos, niños hambrientos, coches cargados por carreteras bombardeadas, burgueses abandonando París, prostitutas de lujo despachadas por sus amantes, convoyes militares, la radiografía de un país entero abandonado a su suerte.

Últimas obras
Sus últimas novelas forman una sinfonía global con estampas francesas de época, ofrecen una mirada total de la evolución ideológica y social de este país desde la Gran Guerra hasta 1942, como en Los bienes de este mundo (publicada por entregas y bajo pseudónimo en 1941), le seguirá Los fuegos de otoño (escrita en 1942, publicada póstumamente) y la inacabada Suite francesa (publicada póstumamente, en 2004). Tres novelas, tres historias que describen el desmoronamiento social francés a causa de las dos guerras mundiales, haciendo gran hincapié sobre el modo de vida de la burguesía.

Los fuegos de otoño cuenta la historia de ese devenir social, político y económico de una Francia de comienzos de siglo, desde el punto de vista privilegiado de una sagaz y curiosa Irène Némirovsky. La editorial francesa Albin Michel publicó la novela por primera vez en 1957, y existen dos versiones mecanografiadas que conserva el Institut Mémoires de l’Édition Contemporaine: la primera de 1957 y, la segunda, un documento corregido por la autora donde incorporó y suprimió pasajes hasta dar con la intención definitiva de la obra. Esta última versión, que publica la editorial Salamandra, reproduce la edición de Olivier Philipponnat y Teresa Manuela Lussone, dos expertos, que añadieron algunos de los capítulos eliminados por la escritora, para que los lectores comprendieran mejor la historia correspondiente al periodo entre 1914 y 1918.

En la primera parte, que comienza con el periodo anterior a la Gran Guerra, de 1912 a 1918, se nos narra cómo era la vida de la pequeña burguesía antes de que el mundo cambiara para siempre. Su forma de vida pausada y sus acomodadas costumbres, que eran comunes en la mayoría de ellos, y analiza cómo la sociedad parisina contempla que desaparece todo lo que anteriormente conocía, sin que nadie haga nada y fruto de unos sueños patrióticos de grandeza y de victoria rápida que los políticos iban construyendo sobre mentiras; en realidad, eran unos cimientos poco sólidos incapaces de mantener esa caduca sociedad, y sobre todo las falsedades que alimentaban al pueblo francés mientras sus hijos peleaban en el frente, viviendo unos horrores que muchos de ellos jamás pudieron contar, y los que regresaron ni siquiera quisieron rememorar. Toda una crónica de vanidades que en sus primeras páginas ofrece el retrato de una familia burguesa de clase media formada por tres miembros: el padre, Adolphe, viudo desde hace tiempo, la hija de quince años, Thérèse, y la suegra, la señora Pain, que hace las labores de señora de la casa. Celebran un banquete dominical junto a sus invitados: la familia Jacquelain, un matrimonio cuyo mayor orgullo es su único hijo Bernard, un adolescente brillante en los estudios del que se esperan grandes cosas; y el sobrino de Adolphe Brun, Martial, aspirante a médico, que sueña con abrir su propia consulta médica y algún día poder hacer de Thérèse su esposa, pese al parentesco y la gran diferencia de edad. Al grupo se unirán Raymond Détand, un estudiante de derecho amigo de Martial, que no tiene dónde caerse muerto, aunque es un auténtico superviviente y la señora Humbert, una atractiva viuda, que ha sacado adelante a su guapa hija Renée montando una pequeña sombrerería, y cuya única ambición es divertirse y casar bien a su hija. La segunda abarca el periodo de entreguerras de 1920 a 1936, y Némirovsky centra su mirada en los hombres y mujeres que sobrevivieron, y muestra especial hincapié en esa clase de individuos capaces de rentabilizar una desgracia. Hace un desglose cáustico y mordaz sobre aspectos políticos, económicos y morales de esa clase social nueva que tomó las riendas del país debilitándolo hasta la última consecuencia, pero es el retrato, al mismo tiempo, de un mundo trepidante, inestable y sin honor, donde la palabra de un hombre valía tanto como sus finanzas. Destruyó las defensas morales y sociales de un país que no pudo asumir lo que vendría después.

La última parte comienza en 1936 cuando en Europa se empiezan a respirar los aires de la nueva guerra. Un conflicto que llegaría pocos años después con la invasión de Polonia, el 1 de septiembre de 1939, y en la que Francia entró dos días más tarde declarando la guerra a Alemania. En este último tramo de la historia Irene Némirovsky se prepara para llegar a la conclusión final de su argumento, y quizá por eso dará una salida honrosa a sus protagonistas que, como observamos a lo largo del relato, representan al individuo francés medio de la época, mientras analiza las consecuencias nefastas a las que llegó Francia por esa dejadez moral y política de sus gobernantes, no pretende relatar algunos de los acontecimientos bélicos, o el comportamiento de la sociedad parisina ante la invasión alemana y sus consecuencias, aunque se hace alguna mención en favor de la trama central, la historia que protagonizarán Thérèse y Bernard, y esa triste advertencia a las generaciones posteriores en contra de la violencia, de los fanatismos y de la pérdida de los valores sociales que otorgan al individuo las guerras y contra la humanidad.


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