'Vivir en dictadura. La desmemoria del franquismo', de Toran Belver y Tébar Hurtado - ¡Zas! Madrid
Vivir en dictadura. La desmemoria del franquismo realiza una síntesis histórica del gobierno de Franco, de sus tópicos y realidades
Libros como Vivir en dictadura. La desmemoria del franquismo, parecen hoy más necesarios que nunca contra el revisionismo que asola la historiografía española
Algunos ciudadanos afirman que ellos no han vivido el franquismo y que, por tanto, no tienen por qué admitir opiniones de los que sí lo hicieron, como una forma de legitimar, por ejemplo, el voto a un determinado partido político. La Historia, según se ve, no existe, ni tampoco los documentos originales y las fuentes primarias necesarias para escribirla. Por esta razón, una de los objetivos de los autores de este libro es suscitar la atención de las generaciones que han crecido ya durante la democracia: «Nuestra opción ha sido la construcción de una genealogía desde el punto de vista histórico de lo que representó la dictadura franquista porque, en nuestra opinión, puede ofrecer algunos argumentos útiles de cara a desvelar tópicos y zarandear mitos resistentes al paso del tiempo», indican los historiadores Rosa Toran Belver y Javier Tébar Hurtado en el prefacio del libro.
En la misma línea argumentar —es decir, fruto de la historiografía española como resultado de sus investigaciones, no de una opinión personal— el término «fascista» (tantas veces hoy utilizado con gratuidad) resulta el adecuado para definir el régimen de Franco. Ya en la Asamblea General de la ONU, celebrada el 12 de diciembre de 1946, se condenó la dictadura española alegándose que «por su origen, naturaleza, estructura y comportamiento general, el régimen de Franco es un régimen fascista, organizado e implantado en gran parte merced a la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista de Mussolini… ». El manto ideológico del fascismo se materializó principalmente con el uso sistemático de la violencia y la represión policial, con la actuación de tribunales militares contra la sociedad civil, con la suspensión de los derechos y las garantías individuales y con la desarticulación del Estado de derecho, imponiéndose el castigo a través de las instancias judiciales.
Por otro lado, algo todavía tan vigente como la corrupción política (entendida como el mal uso o el abuso del poder público para beneficio personal y privado) fue en la dictadura franquista no sólo una práctica común, sino un expolio institucionalizado. En el capítulo titulado «Poder y riqueza: el botín de la Victoria», los autores aportan datos contrastados y suficientes para demostrar cómo Franco, su familia, el gobierno y sus adláteres amasaron una enorme fortuna a través de robos, negocios sucios, expropiaciones e incautaciones. Riqueza que se contraponía a «la dureza de las condiciones de vida para la mayoría de la población»; «… la miseria se cernió sobre las clases populares mientras se producía el enriquecimiento de personas afines al Régimen, a través de la práctica del mercado negro o «estraperlo», la venta de productos al margen del mercado legal»; «… pero ni el mercado oficial ni el mercado negro abarcaban las necesidades de la población que sufría hambre, mientras que una parte de la producción se exportaba a Alemania para pagar las deudas contraídas durante la guerra por su ayuda a los golpistas», se apunta en diferentes capítulos del libro.
El análisis histórico y contrastado de Rosa Toran Belver y Javier Tébar Hurtado en Vivir en dictadura. La desmemoria del franquismo trata numerosos aspectos y vertientes que rodearon esta época tan reciente. Desde la Iglesia de la Cruzada, al robo de niños, desde la construcción de una sociedad patriarcal a las infraviviendas, desde la explotación laboral o el desempleo (a partir de finales de los años cincuenta millones de trabajadores españoles emigraron a Alemania, Suiza, Francia o Bélgica; una población migrante que, en 1979, alcanzaba la cifra de 3,5 millones).
A pesar de todo, nunca ha habido en España una reflexión y un análisis crítico de nuestra historia más reciente, sino un continuismo (cincuenta ministros de Franco pudieron dedicarse a la política y ser directivos de empresas estratégicas y del sector financiero); tampoco ha habido una Comisión de la Verdad que dilucidara responsabilidades. La desmemoria está en la política y en las instituciones, es la misma extraña «desmemoria» de los que «no saben nada, porque no lo han vivido».
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