De Madrid al infierno: intervención itinerante (espacios disponibles) - ¡Zas! Madrid
Este pensamiento, o lo que sea, me sobreviene muchas veces cuando paseo por mi ciudad (no es necesario irse más lejos) y pienso en los políticos que nos gobiernan y lo alejados que se hallan de las clases subalternas (como dice la canción), y lo poco que en verdad les importa y mucho menos les preocupa. Envueltos en su demagogia aristócrata (estar por encima de todo) defienden un neoliberalismo salvaje como única alternativa democrática recompensada en las urnas, pues viven (hipócritamente, claro) convencidos de que nuestro voto, o la falta del mismo, les legitima para vaciar las arcas públicas (no sus bolsillos) de la filantropía necesaria en cualquier Estado que se precie.
Una sociedad que se reconozca tolerante y acogedora con el más débil —y hablo de la infancia y demás oprimidos o enfermos—, no es de recibo si lo que se pretende es que la economía (global) campe a sus anchas como única excusa para que todo funcione, se quede quien se quede por el camino. “Si el bienestar no le llega a usted, qué le vamos a hacer; no se puede estar en todas partes”. En el fondo, somos participes de este tipo de cosas, porque el miedo nos acompaña siempre.
Nuestros políticos se quejan de los cientos, miles de manifestaciones que debe de soportar la ciudad, y el tremendo desconcierto que esto supone para quienes no protestan ese día. Hagámosles caso y no dividamos. O ¿es que lo hacemos porque en realidad lo que se pretende es que la cifra lograda sea mucho más pequeña? Luego hablamos, escribimos, nos quejamos, pero la mayoría seguimos acomodados, envueltos en nuestra propia bandera e ideales, en vez de arroparnos en un arco iris de colores.
El miedo (DRAE) es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. También significa recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. Pero hablamos, escribimos, gruñimos otra vez, como hago yo ahora, impregnados de ese miedo que nos insensibiliza activamente, y que nos separa (acción y reacción de los cuerpos) de lo obvio, que es nuestra eficacia si todos saltáramos al mismo tiempo.
Y por eso tenemos miedo (existimos entonces), porque no deseamos conectarnos al trasunto de los marginados, de los empobrecidos: los únicos que no sienten miedo porque ya no desean, o no pueden, luchar ya por nada. ¿O es al contrario?
Si los demás no tuviéramos miedo todo sería mucho más fácil, porque sus mentiras, las de los políticos que nos gobiernan, sí tendrían su efecto en nosotros. Pero eso no parece posible…
Por eso no existimos.
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