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Centenario del novelista Jack Kerouac. Una visión beat - ¡Zas! Madrid

Centenario del novelista Jack Kerouac. Una visión beat
Pedro M. Domene
  • On 10 julio, 2022
  • http://acabodeleerymegusta.blogspot.com/

Ser beat significaba luchar contra un sistema social persecutorio y basarse en los ideales literarios de la impersonalidad

Anagrama publica Jack Kerouac. En el camino, Los subterráneos y Los Vagabundos del Dharma para conmemorar el centenario del fallecimiento del escritor norteamericano

La historia de Jack Kerouac es la de un hombre que vivió una juventud a la defensiva, y en la madurez nada le quedó por hacer. Hoy sería la crónica de un ser que esperó a la muerte apartado de sus amigos y de su propia gente, cuya leyenda ha cobrado vida a lo largo de los años, cuando se actualiza su figura: se cumplen cien años de su nacimiento, y ahora comprendemos que el suyo fue el gesto de un inconformismo repleto de sentido.

Quizá nuestras jóvenes generaciones, instaladas en el presente milenio, no quieran verse en el reflejo de los planteamientos comunes que llevaron a los beats a afrontar una forma de vida distinta, explorar nuevos conceptos del arte como manifestación diferente del ser y abogar por un despertar espiritual que desembocaría en jazz, sexo, alcohol y drogas. Kerouac, Burroughs, Ginsberg, Cassady o Corso planearon esta transformación e inventaron otra forma de afrontar la vida. Fue Jack Kerouac el menos afortunado, víctima de su propia ambición, se le recuerda por su temprana muerte y una actitud valiente que le llevaría a enfrentarse a sus amigos, a su familia, o a la sociedad, en general; a su propia vida que nunca respetó y cuyos abusos le llevaron a desaparecer a la temprana edad de cuarenta y siete años cuando ya había escrito un buen puñado de excelentes obras literarias.

Generación beat
Beat era el individuo que vagaba bajo las estrellas y sólo podía alzar la vista hacia ellas, deseando volar, elevándose lo suficiente para comprender que, en realidad, las estrellas eran un sueño. Hasta lo borrachos-vagabundos peregrinaban porque, también, ellos buscaban lo imposible, a veces, nada más que dinero para una cena. Kerouac comprendió que el símbolo beat contenía la combinación perfecta de los ritmos del blues y un significado místico que representaría la vida americana real. Este movimiento, encabezado por algunos de los poetas más escandalosamente provocadores de una nueva vanguardia, tuvo su punto de arranque en el recital de poesía de la Six Gallery de San Francisco, en el otoño de 1955.
El mentor de estos jóvenes, Kenneth Rexroth, congregó a Ginsberg, Lamantia, McCIure, Snyder, Welsh y Whalen, aunque entre el público se encontraban Cassady, Fellinghetti y Kerouac. Ser beat entonces significaba haber sido derrotado pero, también, ser beatífico y santo. Luchar contra un sistema social persecutorio y basarse en los ideales literarios de la impersonalidad. Kerouac llevó a extremos convertir el escribir en una expresión directa de su persona, de las emociones que sentía, pronto asimiladas por sus amigos beat, Ginsberg que afirmaba haber escrito la parte II de Aullido durante un colocón de peyote.
Lo mítico, lo político y lo psicológico, combinados audazmente; el deseo sexual y la experiencia corporal, en un claro intento por resucitar el cuerpo para la nueva literatura norteamericana.

Una biografía
Jean Louis Lebris Kerouac nació un 12 de marzo de 1922, en la zona francófona de Lowell, en el estado norteamericano de Massachusetts. Durante años tuvo necesidad de creer en el espíritu y discutiría sobre este asunto con sus mejores amigos y ya en el ocaso de su vida sintió el deseo de volver al Canadá de sus padres para demostrar que el pasado es la raíz del futuro y no se puede vivir sin la continuidad de ambos. Llevó una existencia incierta: jugador de fútbol americano, apasionado del jazz, voluntarioso estudiante y voraz lector. No encontró una literatura que reflejara el estilo de vida americana de su época y así, a partir de 1940, tras la lectura de obras de Thomas Wolfe, Hermán Melville, Jack London, Joseph Conrad, Walt Whitman, Fedor Dostoievski o William B. Yeats, empezó a escribir sobre su propia existencia. La ciudad y el campo (1950), su primera novela, refleja el mundo del fútbol que conocía bien; para él, la literatura consistía en contar las dos clases de vida: la sucia y la otra. En la novela puede verse el empuje de una juventud que pretendía recuperar una América construida por los primeros pioneros, que vivieron auténticamente, como el escritor Henry David Thoreau, tras el viaje que realizara en bote hasta el nacimiento del río Merrimack; los gestos y las imágenes descritas en la literatura de esta excursión le proporcionaron al joven Kerouac la realidad que jamás había podido conseguir, vivir de forma auténtica.

En el camino
Mantuvo una estrecha amistad con Hal Chase, William Burroughs y Alien Ginsberg, discutían bajo los efectos del alcohol y las drogas sobre el mundo del arte y la literatura, haciendo de ambos conceptos su punto particular de visión, en una carrera común por ser el mejor. A este círculo se unirán Bill Cannastra, Lucien Carr, Gregory Corso y sobre todo el matrimonio Neal y Carolyn Cassady, la influencia más firme en la vida de Kerouac. La estrecha amistad con Cassady le llevó a convertir a su mejor amigo en el protagonista de En el camino (1957), una novela que aplicó un principio de composición de ascendencia romántica, centrada en la espontaneidad, en la tentativa de captar el momento, el ritmo de la experiencia frenética y esos pensamientos excitados por los estimulantes y los alucinógenos. Jack había intentado crear para esta novela una atmósfera de sensibilidad, “viejo carromato”, puesto que había leído en la poesía de Keats, que renunciaba a recorrer la vida con desánimo; la novela representaría un realismo americano preciso. Las notas de su diario, recogidas durante tiempo, aportarían un conocimiento amplio de la carretera y de las ciudades que había a lo largo de ella: Nueva York, Chicago, Nueva Orleans, Denver, Butte y San Francisco. Quiso mezclar personajes y ciudades, además de hablar sobre amplias zonas del país en una extensa trama de símbolos que unificaría a todo el libro: Kerouac anotaba, “captar las estaciones”, siguiendo la tradición literaria norteamericana. Así, las estaciones se asocian a las regiones: Dean Moriarty viajará a Nueva York, hacia el Sur y a Nueva Orleans, en primavera; a lowa, Nebraska, Denver, Nevada y San Francisco, en verano; a Chicago, el Valle de San Joaquín, Saint Louis e Indiana, en otoño; y a Butte, Dakota del Norte, Idaho y Portland, en invierno. Utilizó el simbolismo meteorológico: esperanza y promesa primaveral de una joven América; pasión veraniega de la madurez de una nación; decadencia humana y de un país, bajo los grises del otoño; y la muerte, en los fríos del largo invierno. El simbolismo más ambicioso del relato, se corresponde con la alegoría religiosa, que tanto marcaría al autor, pretendió reflejar la ascensión y caída de una sociedad cuyo protagonista continuaba siendo el ser humano.
Calificado de borracho, desequilibrado y homosexual, se ha debatido mucho este último hecho que incluye una larga lista de amantes en los momentos en que la vida le dio la espalda, cuando se aferró, desesperadamente, a una voluntad superior que le supeditó, a falta de un carácter autoritario para escoger, en cada momento, la mejor opción para su existencia, soslayando la única por la que luchó, la literatura y ese otro concepto de entender el mundo del arte. Esto, y nada más, hace hoy imperecedera su narrativa, escrita de un instante a otro, como él mismo solía decir, una literatura capaz de vencer las modas y cuya lectura se reafirma con el paso del tiempo, ese que, inexcusablemente, hace olvidar algo que Jack Kerouac siempre temió.

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