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La vida creadora de Melville
La leyenda de Moby Dick
El ilustrador Gabriel Pacheco
"Moby Dick", la historia de la ballena blanca o una aguda reflexión sobre el alma humana - ¡Zas! Madrid
- Pedro M. Domene
- On 3 enero, 2015
- http://acabodeleerymegusta.blogspot.com/
Para el prestigioso crítico Harold Bloom, Moby Dick, es el paradigma novelístico de lo sublime: un logro fuera de lo común. Ahora Sexto Piso lo reedita en castellano en una nueva traducción de Andrés Barba, con ilustraciones de Gabriel Pacheco. Una auténtica joya para volver a leer en estos días, y sobre todo para guardar como excelente edición de coleccionistas.
Moby Dick es uno de esos libros que, algo más de un siglo y medio después de su publicación original en 1851, sigue ofreciendo a los lectores esa aguda reflexión sobre el alma humana, característica que sólo otorgan las grandes obras, y ofrece además una visión épica sobre los sentimientos acerca de nuestro mundo y los elementos que lo componen. O quizá, sea un texto que se traduce en esa exploración espiritual que llevó a cabo la literatura norteamericana de mediados del siglo XIX, con obras tan significativas como Walden (1854), de H. D. Thoreau y Hojas de hierba (1855) de Walt Whitman y que, como éstas, anticipándose, preconiza un nuevo orden social y cultural entre las angustias que nos procura en nuestra existencia tanto la vida como la muerte.
La vida creadora de Melville
Herman Melville (Nueva York, 1819-1891) tuvo una acomodada infancia de clase media en la ciudad donde nació, aunque muy pronto, en su adolescencia, circunstancias familiares lo llevaron a embarcarse como marinero rumbo a Liverpool en 1839 y, posteriormente, en un ballenero en el que recorrió buena parte del Pacífico, incluidas las Islas Marquesas, las Sandwich y las Society hasta regresar a los Estados Unidos cinco años más tarde, en 1844. La vida creadora de Melville consistió en una permanente investigación de los medios gracias a los cuales le fuese posible transmutar sus propias experiencias en literatura, y aun consideró que el aspecto psicológico pudiera transformarse en espiritual y lo inexpresable pudiera servir de expresión, muy al hilo de la época. Parte de su obra se sustenta por su vida aventurera, sus estancias en Tahití y en Honolulú, en obras como Typee: una ojeada a la vida polinesia (1846) y Omoo: una narración de aventuras en los Mares del Sur (1847) y aún persistió en Mardi: y un viaje allá (1849), en realidad, su obra más ambiciosa que trasciende a ese sentido de relato de aventuras para introducirse —como el mismo autor ha señalado— «en el mundo de la mente». Tras este intento espiritualista, Melville volvió a su experiencia marinera y publicó Redburn: su primer viaje (1849) y Casaca blanca o el mundo de un guerrero (1850). En estos libros se muestra su respeto por los espacios abiertos, por los horizontes lejanos, por lo natural, por lo salvaje, asumiendo, al mismo tiempo, connotaciones metafísicas. Cuando empezaba a ser conocido por sus relatos de los Mares del Sur, se casó con la hija de un juez ilustre en 1847 y se estableció, definitivamente, en Nueva York. En 1850, después de algunos años en conocidos círculos literarios neoyorkinos, que poco tenían que ver con sus ambiciones literarias, se retiró a Massachusetts, quizá con la secreta pretensión de refugiarse en las profundidades de su imaginación y allí consiguió dar rienda suelta al caudal de su literatura: Moby Dick (1851), Israel Potter (1855), Bartleby, el escribiente (1856), Benito Cereno (1856), Billy Budd (1891), son algunas de sus obras más conocidas.
La leyenda de Moby Dick
Su experiencia marinera por la Polinesia lo llevaron a plantear la historia de Ishmael, un personaje abandonado por su padre, despreciado por su madre y eclipsado por el éxito de un hermano mayor, semejanzas que, además, se engrandecieron por la visión que el joven marinero experimentó ante la vacía inmensidad del mar y sobre todo por la convivencia con una tripulación dibujada, por él mismo, como los desheredados de la sociedad. La novela Moby Dick que publicó a la edad de treinta y dos años, pasó inadvertida, incluso durante el resto de la vida de su autor. La crítica la descubrió hacia 1920 y hoy está considerada como una obra clásica. En realidad, la ballena blanca es uno de esos dragones o de esos monstruos marinos que encarnan las fuerzas de todo el caos que gobierna la creación y, su protagonista, el capitán Ahab, representa a uno de esos héroes como Perseo o San Jorge, dispuesto a convertirse en el redentor de toda una profecía, y además se transfigura en ese personaje incapaz de controlar sus reivindicaciones en la vida o considerar el silencio del mundo como un vacío materialista. Con esta obra, Melville, superó esa ausencia de literatura heroica en su país y fundió los modelos del viejo mundo con el nuevo; en realidad, el personaje de Ahab es un héroe de tragedia shakesperiana y el resto son arquetipos que representan una suma de accesorios trágicos. El autor propicia una caza amparada en la venganza y en la que, desengañado, como creyente arremete contra el universo. Ahab—en palabras de Bloom—es un monomaníaco, como Don Quijote; en realidad, los dos son unos idealistas atormentados que buscan la justicia en términos humanos, pero el primero, como el caballero manchego, también es un personaje amable
En el desafío de Moby Dick muestra el escritor norteamericano, de alguna manera, las enseñanzas recibidas en el mar sobre las ballenas y el arte de su caza, elevando a una categoría universal esa especulación caprichosa de premonitoria aniquilación de tremenda actualidad. Para Harold Bloom, Moby Dick, representa un signo de originalidad capaz de otorgar el estatus canónigo a una obra literaria que, con el paso de los años, se convierte en esa extrañeza que nunca se acaba de asimilar, o que termina por convertirse en algo tan asumido que no terminamos de percibir sus características totales.
El ilustrador Gabriel Pacheco
Gabriel Pacheco (México, 1973) estudio Escenografía en el Instituto Nacional de Bellas Artes, México D.F. Su obra visual ha recibido numerosos reconocimientos en España, Italia, Japón y ha formado parte de la Muestra de Ilustradores de la Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia. Pacheco ha continuado explorando su talento nativo y ha creado una cartera espléndida de ilustraciones para libros infantiles, volúmenes de poesía y literatura fantástica. Ha sido nominado para el Premio Memorial Astrid Lindaren. En 2013 ilustró para Sexto Piso El Libro de la Selva.
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