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Para no utilizar el término "surrealista" en vano - ¡Zas! Madrid
Conocer el surrealismo para comprender su actualidad
El surrealismo nunca pretendió ser un movimiento artístico ni de vanguardia, sino una doctrina y una praxis que rescatase a las personas de su mediocridad simplificadora y de su dolorosa normalidad.
El surrealismo posee a día de hoy una actualidad imprescindible: su propuesta es, nada menos, que una transmutación que abarca a todo y a todos. Por eso resulta necesario conocer su esencia y una buena forma de hacerlo es a través de la lectura de este libro, publicado por la editorial Gens (con una excelente traducción de Ángel Zapata): André Breton y los datos fundamentales del Surrealismo, de Michel Carrouges.
El surrealismo es, principalmente, una ciencia de lo imaginario, una exploración subversiva y un exceder antinomias; una vía de salvación que orienta en cada uno de nosotros su propia transformación -hermanada en una dialéctica universal- que haga aflorar los aspectos lúcidos de la condición humana y que explore lo maravilloso “con toda su potencia de ruptura”.
Como especifica Carrouges, es la tradición hermética la piedra angular que inspira las concepciones fundamentales del surrealismo. En el centro de ellas está la idea del “punto supremo”, lugar en donde se produce el maridaje de contrarios.
Así lo expuso André Breton en su Segundo Manifiesto:
“Todo induce a creer que hay un cierto punto del espíritu donde la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, cesan de ser percibidos de una manera contradictoria. En vano se le intentaría buscar a la actividad surrealista otro fin que la expectativa de determinación de ese punto”.
Asimismo, el surrealismo es una filosofía de la acción, “un trayecto metafísico” que trata de recuperar “nuestra fuerza psíquica”, nuestro dominio sobre el destino, lo que representa la noción hermética del paraíso perdido y su búsqueda. Para levantarnos de esta caída -no atribuible a una falta cuyo fondo religioso no tiene cabida en el surrealismo, sino más bien a un “desfallecimiento del hombre frente a la ciega hostilidad del fátum”-, Breton coloca al Amor. El Amor como potencia, como “el gran aliado de la humanidad en la batalla contra su propia condición”. Y, por extensión, la poesía.
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