La exposición «Realistas de Madrid» que actualmente está en el Museo Thyssen-Bornemisza (hasta el 22 de mayo) recoge obras de un grupo de pintores y escultores que han vivido y trabajado en Madrid desde la década de 1950, unidos tanto por las vinculaciones de su formación y de su trabajo como por sus relaciones personales: Antonio López, María Moreno, Julio López Hernández y Francisco López Hernández, Esperanza Parada, Isabel Quintanilla y Amalia Avia. Todos realistas en una época en la que el realismo navegaba contracorriente.

La muestra se ha estructurado como un itinerario temático cuyo recorrido va del bodegón, al interior de las viviendas; de las calles y los patios hasta la figura humana para acabar con vistas de la ciudad de Madrid.

La espiritualidad de los objetos
Los bodegones, los utensilios de aseo y los diversos enseres que rodean la intimidad se revisten de un ánima y de una poética, plena de luz y de presencia. El frutero, de Isabel Quintanilla, Lavabo y espejo, de Antonio López, Naturaleza muerta de la sandía, de María Moreno o la escultura de bronce de Julio López, Silla con gabardina, son obras cuyo veracidad -esa capacidad de captar la materia-, no los muestra como realmente son. El hecho creativo los trasciende mostrándolos en una nueva apariencia plena de luz y de misterio.

Lavabo y espejo, 1967, Antonio López.

Alrededor de la casa
Los umbrales, los patios, los pasillos y las ventanas se configuran como marcos dentro del cuadro. Representan una existencia que parece realizarse siempre en otro lugar. Dentro, queda el largo camino que es la vida, profundo y solitario.

Amalia Avia. Puerta del Sol, 1979.-jpg

Completan la exposición las esculturas de Francisco y Julio López Fernández y y las fachadas y vistas de un Madrid que revelan una ciudad casi cósmica, silenciosa y lejana.